Alfredo Jalife-Rahme
Policías montan guardia mientras manifestantes opositores al G-8 se expresan en la ciudad de Sobetsu, cerca de la sede de la cumbre de dicho grupo, en la isla japonesa de Hokkaido, el 9 de julio. Foto: Reuters
No sirvió de nada la cumbre apática del G-8 en Japón, que marcó las enésimas exequias oficiales del imperio de Estados Unidos y donde brilló la estrella del nuevo orden multipolar: el BRIC (Brasil, Rusia, India y China).
El despliegue de la crisis multidimensional y su disgobernabilidad (neologismo acuñado por Bajo la Lupa) global –crisis financiera, energética y alimentaria, en el contexto del cambio climático– exhibió la exigüidad del G-7 (sin Rusia), más que del G-8 (con Rusia), que cosecha la tempestad económica de los vientos financieros especulativos que sembró.
El mundo hipercomplejo se volvió más sencillo de entender desde los puntos de vista geoenergético, geoeconómico, geofinanciero y geopolítico, que ilustran el desfondamiento del modelo financiero anglosajón, ahogado de deudas impagables (adoptado por el G-7), mientras se asienta el ascenso irresistible de las nuevas potencias emergentes (v.gr. el BRIC), poseedoras de materas primas estratégicas (v.gr. los hidrocarburos), y sus “fondos soberanos de riqueza” por más de 3 billones de dólares, además de atesorar la mayor parte de las reservas de divisas mundiales.
Al régimen torturador bushiano, perdedor en todos los frentes estratégicos, solamente le quedan su poderío nuclear y su prodigioso posicionamiento tecnológico (v.gr. nanotecnología, robótica, la NASA, el genoma, etcétera) lo que lleva al axioma del siglo XXI: Estados Unidos cesó de dominar unipolarmente al mundo, pero éste todavía no puede prescindir de él, en espera de la consolidación del nuevo orden multipolar.
El Fin de una era (título de nuestro reciente libro) denota la quiebra del sistema financiero anglosajón y de su eje vertebral: su parasitaria banca especulativa.
La verdadera noticia no es que el sistema bancario del G-7 (y sus excrecencias, como la hiperinflada banca española) se encuentre en el “día del juicio final”, sino que haya eludido –mejor dicho, ocultado– la opacidad de sus cuentas invisibles en sus paraísos fiscales gracias a la demencial “desregulación” (sin supervisión gubernamental ni ciudadana) por otros 10 años desde el inicio de su genuina agonía en 1998, cuando quebró la correduría especulativa LTCM.
Así que no hay que asombrarse de la exquisita friabilidad de la banca israelí-anglosajona, que vivió 10 años extra. El desmantelamiento de Citigroup-Banamex es asunto juzgado (ver Bajo la Lupa, 9/7/08): ya se desprendió de su importante rama alemana, comprada por el banco francés Crédit Mutuel en 7 mil millones de dólares, lo que le redituó una ganancia de 4 mil millones de dólares después de impuestos (que, por cierto, no pagó Banamex aquí).
No causa ningún placer contemplar la muy anunciada insolvencia de Fannie Mae y Freddie Mac, las dos magnas paraestatales propietarias y/o garantes de más de la mitad de todas la hipotecas de Estados Unidos (The New York Times, 11/7/08).
Al cierre del viernes 11 es probable que el valor bursátil de ambos gigantes valga menos de 10 mil millones de dólares (es decir, nada), frente a sus activos por 5 billones de dólares, de los cuales solamente 30 por ciento es transparente en sus hojas contables y el resto es “invisible” en los paraísos fiscales.
El grave problema radica en que se resquebraja el sistema inmobiliario de Estados Unidos en medio del colapso de su sistema financiero. El golpe de (des)gracia a Freddie y a Fannie se lo asestó Bill Poole, el serio ex gobernador de la Reserva Federal de St. Louis, quien expresó que el adeudo de Freddie por 5 mil millones de dólares (una fruslería) era mayor que sus activos, lo que lo hacía “insolvente bajo los valores justos de las reglas contables” (The Financial Times, 10/7/08).
Freddie y Fannie representan casi las tres cuartas partes de las nuevas hipotecas de Estados Unidos, y su rescate constituirá una mayor carga para los contribuyentes, quienes pagan la socialización de las pérdidas de su parasitaria banca sin haber obtenido beneficio alguno de su privatización.
Muchos bancos centrales del G-7, Asia y Medio-Oriente (ya no se diga de sus excrecencias tropicales) atesoran bonos de Freddie y Fannie. ¿Cuántos tendrá insensatamente el Banco de México en la etapa aciaga del hiperfundamentalista monetarista Guillermo Ortiz Martínez?
Todas las explicaciones anestésicas de Henry Hank Paulson, secretario del Tesoro, y Ben Shalom Bernanke, malhadado gobernador de la Reserva Federal, ante el Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, en lugar de apaciguar los “mercados”, provocaron la estampida bursátil que causó la quiebra real de los gemelos hipotecarios paraestatales Freddie y Fannie.
Los bancos Lehman Brothers y Morgan Stanley también se encuentran en severos problemas de sequía crediticia y acaban de ser degradados al nivel de “deterioro” por Gimme Credit, un fondo de investigación de bonos, mientras Dave Chandler’s Earthside.com (11/1/08) afirma que el poderoso Merrill Lynch es insolvente.
No entraremos a esculcar el estado cadavérico de los bancos regionales de Estados Unidos: Marshall & Isley Corp., Zions Bancorp, Sun Trust, Bradford & Bingley, Washington Federal, IndyMac, etcétera.
Nadie se salva, adentro o afuera de Estados Unidos, y las ondas de choque han reverberado furiosamente en sus excrecencias periféricas, como España que, según Ambrose Evans-Pritchard, “suspendió la subasta de bonos soberanos debido al temor de los inversionistas sobre el desplome inmobiliario y el deslizamiento acelerado de su crisis económica” (The Daily Telegraph, 11/7/08).
España, el país a quien Felipe Calderón desea regalar una parte sustancial de Pemex por medio de la PRI-vatización y/o PAN-vatización, se encuentra en “recesión virtual”: la venta de automóviles cayó 31 por ciento en junio, la producción industrial decayó 5.5 por ciento el año pasado y el sector inmobiliario en vías de colapso ha despedido a casi 100 mil empleados en un mes.
Standard & Poor’s emitió una alerta sobre el sector bancario español debido al incremento galopante de sus deudas incobrables. Las pérdidas bancarias en sus incursiones inmobiliarias pueden complicar la membresía de España en la zona euro y Ambrose Evans-Pritchard teme que el Banco de España sea incapaz de rescatar a la atribulada banca privada.
La patología incurable de la banca del G-7 se epitomiza en su sequía crediticia y su rescate solamente podría provenir de dos fuentes: de sus contribuyentes ahogados de deuda (en vísperas de relevantes elecciones en Estados Unidos) y/o de los “fondos soberanos de riqueza” tanto del BRIC como de las petromonarquías árabes. ¡Finita la musica neo-liberale!
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