Dr. Eugenio R. Balari
Todas las agencias de noticias y diferentes medios se han hecho eco, de muy diversas maneras, de la reciente reunión de los países más industrializados de la Tierra o Grupo de los Ocho (G8).
Todo hacía indicar previamente a la cumbre que entre los escabrosos temas que iban a debate, los problemas del cambio climático era uno donde podía haber más coincidencias, consensos y por tanto arribar a los más anhelados e importantes acuerdos que demanda con urgencia la situación del planeta.
Efectivamente los del G8 llegaron a acuerdos, pero no los esperados y requeridos por la comunidad científica internacional y la mayoría de los países de la tierra.
Desde hace varios años se viene dilatando y saboteando la necesidad de producir una reducción drástica en las emisiones de los gases de efecto invernadero que afectan a la atmósfera, de los cuales estos países del G8 son los principales causantes de los impactos que sufre la capa de ozono y sus consecuencias en el cambio del clima.
La no muy lejana Conferencia de Bali fue uno de los últimos escenarios donde se puso de manifiesto esta inconsecuente e insensible contradicción y donde se definieron las posiciones a favor y en contra de cada uno de los países con relación a este inquietante y no resuelto asunto.
Es conocido que los EEUU de Norteamérica (el primer emisor de gases contaminantes), desde que tomó el poder la actual administración republicana, ha mantenido una posición contraria a adherirse a los acuerdos y los niveles mundiales de reducción de los gases que fueron establecidos desde la ya histórica conferencia de Kyoto.
Esta ocasión fue más de lo mismo, nada diferente a los anteriores encuentros internacionales, sólo que al parecer hubo menos ruido alrededor de las diferencias existentes, no obstante, ciertas agencias de noticias le han dado un tratamiento optimista al acuerdo adoptado en la isla japonesa de Hokkaido, cuando en realidad no lo merece.
Como se dio a conocer, lo que allí se decidió fue reducir las emisiones de dióxido de carbono en un 50% para el año 2050, pero sin definir ni imponerse objetivos más inmediatos ni a mediano plazo.
Todo quedó a la buena voluntad y a las posibilidades de cada quién.
La decisión ha sido una verdadera burla para la comunidad internacional, una subestimación a los alertas de los científicos del mundo y una respuesta muy complaciente a las exigencias del presidente de los Estados Unidos de Norteamérica G. W. Bush en dicho encuentro.
Como se sabe, los países industrializados que integran el G8 son los causantes del 62% de los gases que se emiten y acumulan en la atmósfera, y por ello los mayores responsables de la actual y preocupante situación climatológica en que nos encontramos viviendo.
A las agencias y medios que se han regodeado triunfalistamente sobre los supuestos éxitos de la cumbre del G8 les decimos que la opinión pública mundial y la comunidad internacional de naciones ha quedado defraudada nuevamente. Los resultados de la cumbre del G8 han sido para muchas personas verdaderamente patéticos por eludir estas naciones la gran responsabilidad que han adquirido ante la historia.
¿Y cuándo los G-8 han asumido su responsabilidad histórica frente a algo? Los G-8 son los buitres que se han asumido como dueños del mundo para explotarlo y depredarlo para conservar su hegemonía. Representan a la peor gentuza de la humanidad. Han sido y son lo más despreciable, una lacra.
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