Francisco Rodríguez (31/07/2008)
MALA, PÉSIMA NOTICIA para el panismo. Benedicto XVI no vendrá a México en enero del año venidero. Federico Lombardi, vocero de Ciudad del Vaticano, lanzó ayer este balde de agua helada sobre las pretensiones blanquiazules de capitalizar la posible visita del sucesor de Pedro a tierras aztecas, cual sí lo hicieron en su oportunidad Carlos Salinas y Vicente Fox, en sendas presencias de Juan Pablo II.
Ligada al PAN, pero sobre todo al temporal poder político, la Iglesia Católica mexicana venía haciendo trámites para que el señor Ratzinger encabezara aquí la reunión de familias programada a celebrarse el primer mes del siguiente año electoral. Todavía hace unos días, su cabeza máxima, el duranguense Norberto Rivera Carrera, habló de la posibilidad, ahora cancelada, de que el líder moral de 400 millones de católicos aceptara su invitación.
Y apenas ayer, la Santa Sede se pronunció por un video o, en el mejor de los casos, una videoconferencia en la que el también llamado Vicario de Cristo haga presencia virtual.
Nuevas formas se aprecian en El Vaticano.
Todo indica que, a diferencia de lo acontecido durante el largo papado del carismático Juan Pablo II, quien ahora lleva las riendas del catolicismo mundial no comulga con la partidización de la religión, lo que no necesariamente implicaría que la Iglesia adopte un papel apolítico.
Hace un par de meses ello quedó claro, cuando el vocero de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y el Caribe, Monseñor Héctor Gutiérrez Pabón, indicó que "en el momento en que un sacerdote tenga una opción partidista, inmediatamente rompe la unidad, rompe la misión que se le encomendó".
Y, más aún, el también Obispo de Engativá, Colombia, explicó que "lamentablemente, no sólo las apetencias políticas de algunos sacerdotes, sino las apetencias de las comunidades que pretenden usufructuar las capacidades de liderazgo, organización y gestión que tienen nuestros sacerdotes, pretenden convertirlos en agentes políticos partidarios", lo que por supuesto condenó. Ha sucedido así en nuestro país en tiempos recientes. Recuérdese, si no, el 2006, cuando los púlpitos se convirtieron en templetes proselitistas del señor Felipe Calderón y, sobre todo, en contra del señor López Obrador.
Más claro aun resulta uno de los valiosos aportes del Papa Benedicto XVI cuando dice "En el curso de los siglos, bajo distintas formas, ha existido esta tentación de asegurar la fe a través del poder, y la fe ha corrido siempre el riesgo de ser sofocada precisamente por el abrazo del poder. La lucha por la libertad de la Iglesia, la lucha por el reino de Jesús no puede ser identificada con ninguna estructura política, hay que librarla en todos los siglos. En efecto, la fusión entre fe y poder político siempre tiene un precio: la fe se pone al servicio del poder y debe doblegarse a sus criterios", cual se lee en su libro Jesús de Nazaret (página 65), publicado por Editorial Planeta.
He ahí, pues, una posible explicación del porqué el Papa no vendrá a México.
Para evitar que liguen a la Iglesia que representa con el temporal –muy temporal--, poder político en México.
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