Víctor Flores Olea
En los debates sobre la Reforma Energética brillaron por su oscuro esplendor (como los hoyos negros del Cosmos) las obsesivas manifestaciones del pensamiento único: lo que importa es la decisión previa, la ya tomada en las alturas, no el barullo de los intercambios que facilitó algún irresponsable legislador (para el caso Santiago Creel, quien fue bruscamente expulsado de la coordinación de su "grupo" en el Senado por ese nuevo energúmeno de reciente aparición en el escenario político nacional, Germán Martínez Cázares (los mexicanos no dejamos de suspirar por aquellos panistas de concentrada civilización y que hoy son de otro planeta, como Manuel Gómez Morín o Carlos Castillo Peraza (a los que conocí personalmente con cierta intimidad, al primero como maestro, al segundo como maestro y amigo en el intercambio).
Los foros, tanto en el Senado como en Universidades públicas y otras instancias educativas del más alto nivel, resultó a mi entender (y de muchos otros), un ejercicio democrático-intelectual sin precedentes en la historia política del país. Y por ello debemos felicitarnos porque gana la democracia en México. En la decisión de los legisladores han de estar presentes los argumentos expuestos, y desde luego también un ejercicio político indicativo de gran importancia como la encuesta del último domingo.
Existen hoy formalmente presentadas dos iniciativas sobre la Reforma Energética, la del PAN y la del PRI (por cierto, la primera es la que se ha discutido exhaustivamente). (Entre paréntesis pregunto: ¿qué ocurrió con aquella afirmación rotunda de Beatriz Paredes de que por el PRI no pasaría la privatización de PEMEX? ¿La convencieron de lo contrario en el último momento? ¿En pos de la "flexibilidad" deben también "flexibilizarse" los "principios"? ¿Quiénes realmente mandan en el PRI?) Pero lo importante es que se ha anunciado ya la presentación de otra iniciativa proveniente del FAP bajo la modalidad de iniciativa ciudadana.
Recordemos que el Comité de intelectuales del FAP que ha intervenido en los debates, señaló en algunos de sus escritos que habría trece líneas rojas que no deberían transgredirse en una Reforma Energética digna para el desarrollo nacional. Sólo algunos puntos: No permitir contratos de obra o de prestación de servicios con pago vinculado a la renta petrolera (incluidos los "contratos de riesgo"), creación de pretendidas empresas "subsidiarias" para ejecutar las responsabilidades sustantivas de PEMEX, impedir la "bursatilización" de PEMEX, camino directo a su privatización, y en el lado positivo, además de la necesaria transparencia y freno a la corrupción, incrementar notablemente la capacidad científica y tecnológica de PEMEX con inversiones en este campo que serán de beneficio nacional.
No es fácil decir que, en política, se ha llegado a "la edad de la Razón": el Congreso, e inmediatamente la Cámara de Senadores, tienen una oportunidad de oro para demostrar capacidad reflexiva y no sólo reflejos partidarios. Está en juego el futuro de la Nación, en buena medida su desarrollo y bienestar, pero también pudieran derivarse de una decisión errada nuevas tensiones y hasta violencia social en aumento. Por cierto, se ha propuesto también que esta iniciativa, sin la prisa de las conmociones, se convierta en una ley que abarque a los hidrocarburos en general, y que haga explícita su importancia para el integral desarrollo del país. Yo estaría enfáticamente por una decisión integradora de esta naturaleza.
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