Carlos Fernández-Vega
Desestimada desde un principio por el inquilino de Los Pinos y por el “jefe de las finanzas nacionales” (el doctor Agustín Carstens la diagnosticó como un simple “catarrito”), el efecto recesivo en la economía mexicana pega cada día más fuerte y, como era de esperarse, entre los efectos más nocivos destaca el de la generación de empleos.
A la de por sí cruda realidad, con una economía que desde muchos años atrás se mantiene estática y que genera, cuando lo hace, pocas fuentes de empleo y de muy mala calidad, la nueva ola recesiva añade suficientes elementos para que incluso en instancias gubernamentales ya adviertan sobre los siempre temidos focos rojos.
La estrategia calderonista para “enfrentar” una recesión cantada desde finales de 2006 –poco más de un mes antes de que el michoacano se sentara en Los Pinos– es la misma que utilizó el fanfarrón de Vicente Fox, quien en 2001 calificó de “simple atorón” el embate recesivo de aquellos no lejanos tiempos, desestimando los efectos negativos, porque, decía, “México tiene una economía bien fuerte, aunque lo único que estamos bajando es el ritmo un poquito, crecer menos”. Y, en efecto, ese año el producto interno bruto cayó 0.3 por ciento.
Ahora, micrófono en mano se compara a la economía mexicana con un “navío de gran calado”; se asegura que “no nos quedaremos con los brazos cruzados” ante los nubarrones que vienen del norte; se presumen inexistentes “cifras históricas” en generación de empleo; se jura que por la “solidez” interna la fragilidad externa nos hace los mandados y, en fin, que “reactivaremos la economía doméstica” para evitar los zarpazos que “vienen de afuera”.
Los resultados han sido exactamente contrarios a los dichos, en esta ya muy vista película que en los últimos ocho años se ha proyectado tres veces. Sea el “atorón” foxista o el “catarrito” calderonista (cortesía del doctor Carstens), el hecho es que la ola recesiva le ha pegado de forma más contundente a las micro, pequeñas y medianas empresas, y cobra su abultada factura en la de por sí paupérrima generación de empleo.
En esos ocho años (julio 2000 a igual mes de 2008, el registro oficial (ya “corregido” de “errores metodológicos de medición”) da cuenta de la generación de alrededor de un millón 800 mil empleos (300 mil en los últimos cuatro meses del zedillato) formales registrados en el IMSS, es decir, 225 mil por año, o lo que es lo mismo 19 por ciento de la demanda real, que en ese periodo se aproximó a 9.6 millones.
Antes de corregirse los “errores metodológicos de medición” reconocidos por el gobierno de la “continuidad”, el micrófono oficial presumió, en 2007, de “casi” 900 mil nuevos empleos en el sector formal. Sin embargo, las cifras revisadas redujeron a 529 mil (casi 42 por ciento menos) las plazas creadas en ese año de “cifras históricas” (Calderón, “presidente del empleo”, dixit). Para 2008, el ambiente se enrarece más: ya no serán 650 mil los nuevos empleos, sino cuando mucho medio millón (23 por ciento menos de la estimación original de la Secretaría de Hacienda) o 370 mil (30 por ciento por debajo de la primera proyección del Banco de México).
En cualquiera de los casos, ni de lejos se cubre la demanda laboral de 2008 (olvídese el rezago), pero lo mejor del caso es que al puro estilo ranchero de Vicente Fox, la promesa calderonista de campaña de generar un millón de empleos formales en cada uno de los años de la “continuidad” sí se cumpliría –según reconocen en la Secretaría de Hacienda–, pero “hasta el final del sexenio; la meta será hasta 2012”.
La perspectiva para la generación de empleo es grave, y se adereza con mayor inflación y menor crecimiento económico. En el primero de los casos, el Banco de México de plano duplicó su proyección inflacionaria para 2006 (5 a 6 por ciento), y en el segundo redujo más su estimación sobre los resultados del producto interno bruto, la cual si bien va sería de 2.25 a 2.75 por ciento, sin considerar el zarandeo del segundo semestre, que podría ser mucho más fuerte que en el primero). De concretarse, el crecimiento de precios sería el mayor del panismo en el gobierno y el más elevado desde 1999, mientras en materia de “crecimiento” simplemente se ratificaría que el modelito no da más.
Para rematar, el Banco de México pisa dos de los callos financieros más sensibles: “los riesgos de una mayor desaceleración de la economía nacional siguen siendo considerables y, en particular, es de esperarse que el producto registre tasas de crecimiento anual relativamente moderadas en los próximos meses. Con relación al riesgo de una mayor desaceleración de la demanda agregada en México, cabe reconocer lo siguiente. Una mayor desaceleración de la actividad económica en Estados Unidos, o incluso un debilitamiento prolongado, podría conducir a un menor crecimiento de las exportaciones no petroleras mexicanas, así como a una caída significativa del ingreso por remesas familiares, al deteriorarse las condiciones de empleo en ese país”.
Y si el horno no está para bollos, hay que agregar que el gobierno de la “continuidad” sigilosamente mantiene el incremento de precios en las gasolinas, aunque en público asegure que no retirará el subsidio. A partir de mañana, 7 centavos más por litro, que se acumulan a los aumentos de julio y que de ninguna manera cancelan la posibilidad de nuevas alzas.
Las rebanadas del pastel
Democracia, libertad de expresión y precio de ganga: ¿cuánto dinero le costaría a una de las empresas del duopolio televisivo “desaparecer” de sus pantallas a los 128 senadores de la República?: 640 mil pesos; ¿cuánto “borrar” la imagen de los 500 diputados federales?: 2 millones 500 mil pesos. Total por el Congreso de la Unión: 3 millones 140 mil pesos (tal vez el equivalente a un minuto de publicidad comercial en horario triple A). Si las dos televisoras se ponen de acuerdo y prorratean el gasto, cada una sólo aportaría un millón 570 mil pesos por “desvanecer” en paquete a los 628 legisladores (se paga menos por Congresos locales). Eso le costaría al duopolio ejercer democráticamente la libertad de expresión, si se considera la terrorífica cuan voluminosa multa que Radio Televisión y Cinematografía (RTC, a cargo de Norberto Tapia) de la Secretaría de Gobernación (con el empresario Mouriño al frente) “impuso” a Televisa”: 5 mil pesotes por “evaporar” la imagen del presidente de la mesa directiva del Senado de la República, Santiago Creel. Vamos mejorando.
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