Sumidos en un desgobierno de traidores que anteponen sus valores y su seguridad personal a los valores y la seguridad de la Patria, comienza a ser, más que un rumor, un clamor, que el Ejército se haga cargo de la situación.
Ellos no pueden, entretenidos como están en administrar los bienes de la oligarquía y enriquecerse brutalmente y rebasados por el hampa, a estas alturas cambiar de un Partido a otro, sería tanto como volver a lo mismo...
“En un cambio de Gobierno, los pobres si acaso cambiamos el nombre del amo”. Fedro.
Son ya generaciones de familias de saqueadores que han utilizado el poder para enriquecerse. La Democracia se reduce exclusivamente a los Partidos Políticos.
Sin poder cumplir con la imposible encomienda en la que los metió Felipe Calderón, de combatir al narcotráfico, cosa que ninguna nación y en ningún tiempo se ha podido lograr; sino comprometidos con el pueblo y con la Constitución en la defensa de la Patria, en cuyas manos está encomendada la Nación.
Los militares deben hacer algo para librarnos de esta colección (caterva quizá sería más apropiado) de individuos que nos vienen gobernando (saqueando quizás también sería más apropiado) desde hace ya muchos años. ¡Demasiados!.
Apátridas que para colmo de males han entregado a la Patria al poder económico internacional tras el que están la Coca-Cola y el clero vaticano (Donde hay un cura, hay una Coca).
Estos últimos, los cura$, en un regreso casi milagroso (solo entendible por la presencia de Juan Camilo Mouriño, nacido bajo la corona católica, hoy en la Secretaría de Gobernación) a la estulticia que hace 300 años ya históricamente probó ser la enemiga de nuestro México.
Creencia que en nombre de una corona católica (eso sí, muy católica) exterminó toda una cultura, en un brutal genocidio que convenientemente no muy se comenta, pero que redujo la población de aproximadamente 24 millones de mexicanos, a la llegada de los españoles, sus cruces y sus enfermedades, a solamente cuatro millones, en menos de cinco años.
Y estupidizó a los que quedaron vivos, so pena de muerte si no creían en ellas, con creencias fabulosas de que todo va a venir del cielo (por eso los creyentes les piden a las deidades; lo que quizá mucho explica el porqué somos así).
“La historia son mentiras encuadernadas”, diría el gran filósofo con humor que fue Enrique Jardiel Poncela.
Los curas, enemigos históricos de nuestro México, por no decir que de la razón y el sentido común, como dijo el muy ilustre Voltaire, como antaño, tienen controlados los hilos del dinero para seguir saqueando a nuestro pueblo con cuentos que la ciencia no puede aceptar, más que como fantasía o una broma, y atemorizantes amenazas de castigos y glorias eternas, con las que tratan de disimular su complicidad con todo tipo de delincuentes.
Por lo que haberlos “invitado” a la “Cumbre de Seguridad”, es lo mismo que darle información al enemigo, lo que en alguna otra parte del mundo se llamaría traición.
Nuestro México ya no existe, es una sucursal más, y de tercera, del imperio del consumismo. Representado, como es sabido, por las poderosas transnacionales.Y estos apartidas religiosos, oscurantistas, retrógradas y además hipócritas, que es lo peor, todavía quieren que festejemos el día de La Independencia.
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