Jorge Lara Rivera
Eficaz, la jugada de prestidigitador, su rendimiento está por verse. Nadie duda de la filia ideológica ultraconservadora, ni de su conocer los recovecos de esa pasarela VIP donde se agolpa una realidad alterna, la del México ambiguo de “cuello blanco”, a varios de cuyos prototipos implicados (Carlos y Raúl Salinas de Gortari –enriquecimiento inexplicable–, Rogelio Montemayor Seguy –el Pemexgate–, Carlos Romero Deschamps –líder de trabajadores petroleros–, Javier Moreno Valle –ex propietario del Canal 40–, Armando Medina Millet –asesino de Flora I. Abraham M.–, Tomás Peñaloza –defraudación al IMSS–, etc.) en trances de expiar culpas o ser reconocidos malandrines, sin mayor escrúpulo ha contado como sus “clientes frecuentes” para mantenerlos en la impunidad, a lo largo de una trayectoria de litigante profesional, abogado de las causas deleznables difíciles.
La dubitación en las expectativas se debe a una carrera administrativa restringida sólo a la de las influencias, su nula experiencia ejecutiva.
Parco, distinguido, elegante; lució inusualmente inseguro el lunes, en la ceremonia de su presentación pública. Era natural, se le invita a formar parte de un cortejo riesgoso y no sólo al reparto del botín.
Y es que las circunstancias en que llega a ese alto puesto federal no podían ser más sombrías, independientemente del discurso oficial que tercamente heroifica las muy dudosas prendas de su predecesor en el encargo.
Fernando Francisco Gómez Mont Urueta, el flamante Secretario de Gobernación, tercero en lo que va del sexenio, nada más tomar posesión se ha dado a la inmediata tarea de reunir los hilos del poder presentando una imagen de interlocutor conciliante y gestor sensible. Al hacerlo, atrae para su superior la benevolente brisa de una impresión mayoritaria de la clase política, en cuya percepción amplía el círculo faccioso que se hizo con el poder en México.
Mas los rijosos muestran cautela o repudio. Pero se apresuran al control de daños algunos otros que, de súbito, están temerosos. Entre ellos, el nada impoluto empresario Ricardo Salinas Pliego, quien tiene cuenta pendiente con aquél.
Resulta elocuente al respecto, por ejemplo, que buena parte del programa “Entre 3” (aun cuando sólo dos mercenarios –Carlos Elizondo y Federico Reyes Heroles– acudieron), el cual contó en su transmisión del lunes, por TV Azteca, con la participación de los abogados Miguel Carbonell y Ana Laura Magaloni, se dedicó a hacer la apología del nuevo Secretario y a elogiar el acierto del Ejecutivo federal por su designación. “El miedo no anda en burro”, y es sintomático que sus conductores de noticiarios traten el asunto con pinzas y alabanzas, acaso con el propósito de enterrar el hacha de guerra entre los dos influyentes.
La reforma constitucional fascistoide que el Ejecutivo pretende (donde incorpora facultades excesivas a cuerpos policiales y reducciones preocupantes a la esfera de libertades ciudadanas que, por lo demás, vistas las infidelidades institucionales que a la orden del día abundan, pone en riesgo) y le ha encargado sacar adelante, no deja duda de la prioridad de su misión.
Como litigante no desconoce el retroceso que supone aquélla en materia de derechos humanos, más en un país donde el abuso y la impunidad tienen carta de naturalización.
Sólo para ilustrar lo dicho: al momento de escribir estas líneas se anuncia otro ajuste (léase: reducción) –otro más–, en las proyecciones de crecimiento de nuestra economía (no más de 1 ó 1.5%), por más que el pesado Agustín Carstens hable de “fortaleza”, de “eficacia” y autoelogie su oneroso, pero mediocre desempeño porque tiene la dieta asegurada, mientras pueblos completos resienten la baja en las remesas desde Estados Unidos.
Contra ese engreimiento, a estas horas nuestro país se apresta a encarar los desafíos en medio de una crisis económica mundial y el sentido común desaconseja excesos y los radicalismos entre quienes representan a la sociedad si no se quiere perder el invaluable bien social de la convivencia pacífica. Y al menos esa idea se espera que el actual responsable de la política interna tenga presente y respete en sus actos, aun disintiendo de la tozudez superior. México lo demanda.
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