Extraño artículo de un analista al que admiro tanto y a quien se le han olvidado dos cosas: 1) TODO lo que dice Calderón es mentira. 2) Él no es quien gobierna este país, es un pelele.
Lo que diga Calderón no tiene la menor importancia es pura escenografía. Pero bueno,... veremos, como dice.
Octavio Rodríguez Araujo
Algo rarísimo está pasando en México. O Felipe Calderón cambió de asesores o simplemente está rectificando sus creencias económicas con las que se presentó en la contienda por la Presidencia de la República. Dos párrafos que tomo de La Jornada on line (11/11/08) revelan este cambio de orientación en su gobierno, si acaso no se trata sólo de una propuesta para la Cumbre del G-20 en Washington, sino de una convicción a materializar en México. ¿Será?
Dijo Calderón: “Es fundamental que entendamos que el mercado se necesita, pero que no resuelve todo, que el mercado es condición necesaria, pero no suficiente para darle satisfacción plena a los requerimientos humanos, y en consecuencia se requiere la acción rectora del Estado”.
Y más adelante añadió que “se tiene que hacer un replanteamiento de fondo a las cosas que determinan el rumbo de la humanidad, entender que la ‘mano invisible’ que es el mercado no puede ni tiene capacidad de enfrentar estos problemas sin la regulación del Estado”.
De llevar a cabo lo afirmado, Calderón le daría la vuelta en U a las políticas clásicas del neoliberalismo para andar por el camino contrario: la intervención estatal como forma de regular las contradicciones económicas propias del capitalismo salvaje y del dominio de los mercados sobre el futuro de la humanidad. La intervención del Estado para atender las necesidades de los ciudadanos comunes, víctimas crecientes de las políticas neoliberales que ha impuesto el régimen tecnocrático desde los tiempos de López Portillo y acentuadas, con maldad diabólica, durante los gobiernos de Salinas y sucesores, fieles seguidores del Consenso de Washington, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.
Quizá la crisis económica en Estados Unidos, que alcanzó al resto del mundo como coletazo de cocodrilo, le abrió los ojos al ocupante de Los Pinos. Tal vez fue el triunfo de Obama el que lo sensibilizó al ganar aquél tan arrolladoramente con una promesa de cambio que todo mundo entendió como una condena a George W. Bush y sus políticas neoliberales tan necias como tardías. Es probable también que su aparente rectificación sólo sea fingida para tratar de convencer al pueblo mexicano de que el PAN no es tan malo, con miras a la renovación de la Cámara de Diputados el próximo año.
No sé, pero si Calderón conduce sus políticas económicas en el sentido de lo que piensa proponer en Washington, el país podría retomar el rumbo de la sensatez económica que incluye la regulación del mercado, de las inversiones y hasta de la ganancia, todo esto para favorecer el desarrollo nacional que beneficie a todos y no sólo a los grandes capitales nacionales, extranjeros y mixtos.
La verdad, no le creo a Calderón. Pero si él fuera sincero tendría que iniciar su vuelta en U desde ahora, por ejemplo proponiendo un presupuesto de egresos que llegara un poco más allá de su anunciado Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo. Los cinco puntos de su programa son “ampliar el gasto público, particularmente en infraestructura para estimular el crecimiento; modificar las reglas del gasto para agilizar su ejercicio; la construcción de una refinería; el lanzamiento de un programa extraordinario de apoyo a las pequeñas y medianas empresas y un programa de desregulación y desgravación arancelaria”. Pero faltaría la ampliación del gasto para que todos los mexicanos tengan seguridad social y educación gratuita y de calidad, además de mayor inversión en investigación básica y aplicada. Aunque obvio, también faltan programas de inversión para el desarrollo de las amplias zonas de pobreza extrema, especialmente indígenas. El reto es enorme y es claro que no se resolverá en corto plazo, pero siempre se empieza por algo, si acaso de veras se quiere.
Mucho se estaría ahorrando el país, incluso en vidas, si desde el principio de su gobierno se hubiera concretado lo que Calderón ahora propone. En lugar de dar de palos al avispero del crimen organizado, con un costo tan alto como el que ahora tiene, hubiera sido más benéfico atender la pobreza del país con medidas regulatorias y con incremento del gasto público en materia social. Quizá ahora se entienda a cabalidad el significado del eslogan de López Obrador: “Primero los pobres”, que tanto fue criticado y tergiversado para asustar a los que tenían su dinerito en el banco.
Fue, pienso, la crisis económica mundial la que abrió los ojos de los asesores económicos de Calderón. No es tarde para rencauzar el rumbo del país. Falta por ver si no se trata de un discurso más con fines electorales. Lo sabremos pronto.
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