Alvaro Cepeda Neri
Prólogo Político
Vienen el bicentenario y el centenario de la Gesta de Independencia (que los panistas, mañosos, quieren identificar con los actos posteriores, sobre todo cuando Iturbide interviene para confirmar la Independencia, y echar las campanas a vuelo y las misas por su emperador efímero).
Se aproximan esas celebraciones y las derechas en los poderes de algunas gubernaturas, presidencias municipales y Congresos estatales y federal, buscan aprovecharlas para darle un vuelco a la historia nacional y resaltar como protagonistas a quienes sabotearon esos procesos. Cuando Hidalgo y Morelos con la pléyade de mexicanos se hicieron a la lucha y lograron las condiciones para la Independencia, los gachupines y los proespañoles se opusieron rabiosamente.
En la Revolución, cien años después de aquel 1810, los herederos de aquellos reaccionarios que no descansaron hasta degollar al Padre de la Patria y sus más cercanos seguidores, se convirtieron en los conservadores que combatieron a sangre y fuego a los liberales antiporfiristas, una vez que Porfirio ya había cambiado para ser el ídolo y jefe de la plutocracia, constituyendo una oligarquía con los “científicos”.
Y entre la Independencia y la Revolución la Nación en formación vivió, en su mayoría, la hazaña inmortal de la victoria sobre los franceses (“los franchutes”), la restauración de la república, la vigencia de la Constitución de 1857 y la victoria del liberalismo político con dosis de liberalismo económico.
Fue el triunfo de la Reforma, no sin antes derrotar al voluble, traidor y oportunista de Santa Anna, gracias al levantamiento de Juan Álvarez quien, con los liberales, implantó la Revolución Gloriosa de Ayutla y que provocó que emergiera un Estadista: Benito Juárez, quien en Guadalajara tuvo, con sus grupo de inteligencia política, el primer acto de inicio de la Revolución Liberal que nace en Ayutla y tiene, durante 20 años el apogeo que cimentó el Estado Laico y las demás conquistas democráticas.
En Juárez los mexicanos (no así los “reaccionarios que al fin son mexicanos”) encontramos la Guía de nuestro nacionalismo y emprendimos la tarea de la democracia con la abrazadera del republicanismo.
Así que las efigies de Juárez se multiplicaron por todo el territorio. En la época de los cincuenta, los panistas encapucharon las estatuas del Benemérito. Ahora, en Guadalajara, como nos informa la historiadora Laura Campos Jiménez, en su página de Internet, la efigie de Juárez, puesta en 1991 en el parque Solidaridad Iberoamericana, ha sido abandonada por los panistas municipales y el “góber piadoso”, y manos a su servicio la han derrumbado.
Es un acto más de los derechosos que suponen que tirar una estatua de Juárez es suficiente para que el Prócer y Estadista sea borrado de la historia y la vida cotidiana de la Nación. Derrumbarán más de esas efigies. Pero Juárez permanece como gigante erigido en el contexto de la República y en la conciencia de los mexicanos que sabemos lo que Juárez representa.
cepedaneri@prodigy.net.mx
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