Carlos Fernández-Vega
Discurso sin acción, respuesta internacional a la masacre perpetrada por Israel
A punto de concluir este agitado 2008, ya se escuchan las tradicionales fanfarrias que emanan del micrófono oficial sobre “los grandes logros”, aquí y allá, en un sector y en los otros también, aunque la credibilidad de los eventuales receptores del mensaje brille por su ausencia, en medio de una terca realidad que los ubica en la exacta dimensión del problema.
Uno de esos “logros”, versión Sagarpa, es que en 2008 las importaciones de alimentos “podrían llegar a poco más de 19 mil millones de dólares”. ¡Felicidades!, pero de acuerdo con la estadística del Inegi, lo anterior, que desde luego no es “logro” alguno, sólo sería posible si el país hubiera cerrado las fronteras a la importación de ese tipo de productos desde el pasado 21 de noviembre y extendiera la medida hasta el 31 de diciembre. Sólo así, con 40 días menos en el balance, podrían “celebrar” esos 19 mil millones de dólares, un monto de por sí aterrador para efectos de soberanía alimentaria.
Pero mientras se escuchan las fanfarrias oficiales, otros pronunciamientos más serios nos ubican en un contexto que si bien no nos gusta, es ingrato, corresponden a la siempre chocante realidad. Por ejemplo, señala el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas (CEFP) de la Cámara de Diputados, la pérdida del poder adquisitivo del salario en México hace que el mini ingreso a todas luces resulte insuficiente. En 1982 se podía adquirir 94 por ciento de los productos de la canasta básica con un salario mínimo general. En 2008, con el mismo salario, sólo puede adquirirse menos de 10 por ciento de los productos de una canasta básica.
El índice de precios de la canasta básica se encuentra por arriba del índice nacional de precios al consumidor desde 2002, cuando menos. En noviembre de 2008, con el efecto de los incrementos en los alimentos, dicho indicador aumentó 6.3 por ciento anual, mientras el incremento nominal del salario mínimo general ha venido descendiendo desde el año 2000; en noviembre de 2008, el incremento salarial fue 2.3 puntos porcentuales menor al incremento de la inflación general.
En términos reales, se observa el deterioro del salario frente a los incrementos de la inflación en general, y en los alimentos, en particular. No obstante que entre septiembre y octubre descendieron los precios internacionales del maíz y el trigo, los precios de los productos elaborados con dichos cereales continúan presentando variaciones al alza, en algunos casos en menor medida que la observada en el segundo trimestre de 2008. En el tercer trimestre, productos como arroz y huevo se incrementaron en mayor medida que en los trimestres previos en que se dispararon los precios.
A lo largo del cuarto trimestre de 2008 el alza se ha mantenido, pero los datos disponibles revelan que hasta el tercer trimestre algunos aumentos anualizados han sido los siguientes (todas las cifras son porcentajes): arroz, 61.6; aceites y grasas vegetales comestibles, 50.4; huevo, 27.1; pan de caja, 20.2; galletas populares, 15.2; harinas de trigo, 26.7; pasteles y pastelillos, 12.4; pollo en piezas, 5.4; leche pasteurizada fresca, 6.7 (CEFP/ Banco de México).
Por otra parte, el valor de las importaciones de alimentos pasó de 2 mil 800 millones de dólares promedio anual en el trienio 1980-1982 a 14 mil 300 millones en el trienio 2004-2006, y a 19 mil 300 en 2007, lo que refleja el crecimiento de la dependencia alimentaria en México. Hasta octubre pasado, el monto alcanzó 17 mil 800, con una proyección de 21 mil 400 millones al cierre de 2008 (Inegi).
De acuerdo con el siguiente ejercicio realizado por el CEFP con algunos productos de la canasta básica, se puede apreciar que en la mayoría de éstos las cantidades consumidas en 2008 disminuyeron en comparación con 2002. Los productos que presentan una disminución más marcada son el arroz y la tortilla. Así, medido por poder de compra, en 2002 con un salario mínimo general promedio se compraban 13.3 kilogramos de tortilla de maíz; en 2008 sólo seis, lo que entre un año y otro representa un aumento de 185 por ciento en el precio de este producto básico; para el caso del arroz, la relación pasó de 9.9 a 3.2 kilogramos, respectivamente, igual a 300 por ciento de aumento en el precio; la pasta para sopa (en muchos hogares un “sustituto” de la carne) registra un aumento de 93 por ciento en su precio, con lo que el poder de compra de ese minisalario cayó de cuatro a 2.6 kilogramos; con ese ingreso en 2002 se adquirían 2.9 litros de aceites y grasas vegetales comestibles, mientras en octubre de 2008 sólo podían comprarse dos litros, lo que denota un avance en el precio de 83 por ciento.
Lo mismo sucede con otros alimentos, cuyos precios se incrementaron en la siguiente proporción (todas las cifras son porcentajes): azúcar, 39; café soluble, 39; carne molida de res, 82; frijol, 23; huevo, 42; leche pasteurizada y fresca, 50; pan blanco, 28; galletas populares, 59; refrescos envasados, 10. Todo lo anterior, insisto, sin considerar los aumentos de precios registrados a lo largo y ancho del cuarto trimestre de 2008. Muchos menos, los que se avecinan en la inminente “cuesta” de enero (febrero, marzo, abril, mayo, etcétera, etcétera) de 2009.
Lo anterior refleja el deterioro que ha sufrido el poder adquisitivo (28 por ciento de 2002 a 2008) y nutricional de la población de menores ingresos, ya que en el año 2000, según el Instituto Nacional de Nutrición, 40 por ciento de la población basó su dieta en el consumo de huevo, pan blanco, tortilla, vísceras y frijoles, y 15 por ciento de ese total habitaba en zonas marginadas, donde se consume únicamente chile, tubérculos y tortilla. De acuerdo con el Banco Mundial, durante 2007 la pobreza alimentaria afectó a 17.6 por ciento de la población en México.
La concentración oligopólica es otro factor que influye en la fijación de precios de los alimentos, aunque no se mencione como una causa en la actual crisis. Aproximadamente cinco empresas controlan el mercado mundial de granos e insumos agrícolas, las cuales tienen el poder suficiente para manipular los precios a gran escala.
En síntesis, “la mejoría observada en los dos últimos meses con relación a una mejor cosecha y menores precios, no debe crear expectativas sobre seguridad alimentaria en el país, debido a que se continúa observando volatilidad en los mercados. México debe considerar el hecho de que los niveles de precios en los granos básicos no volverán a presentar las cotas observadas antes de esta crisis”.
Las rebanadas del pastel
Frente a la masacre perpetrada por Israel, la respuesta internacional es el discurso, no la acción. Una “sensible mejoría” de la comunidad de naciones, si se recuerda, por ejemplo, el ensordecedor silencio que guardó ante el genocidio en Ruanda, con su millón de muertos a golpe de machete.
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