María Teresa Jardí
Hijo de un sastre judío, es decir, judío también él, Harold Pinter acaba de partir rumbo a la aventura más imponente de la vida. A la aventura que la muerte nos tiene preparada, sin que sepamos bien a bien de qué se trata, a todos los hombres y mujeres, incluyendo a los muchos que se sueñan inmortales.
Harold Pinter nos deja también en la orfandad en la que dejan los hombres rebeldes. Inteligente dramaturgo, se convirtió, por voluntad propia, en uno de los más feroces cuestionadores del capitalismo. Con la sensibilidad que adquieren los que de El Teatro hacen su opción de vida, supo anticipar que el capitalismo se volvería cada vez en más salvaje y despiadado. Hombre sabio se convirtió, con sus obras, en un implacable crítico del imperialismo convertidor de las personas en ruinas de lo humano.
En la orfandad nos deja, sí, Harold Pinter, ante la clara evidencia de que cada vez son menos los intelectuales capaces de enfrentar al capitalismo jugando el rol para ellos destinado: el de ayudar a la humanidad, a enfrentar el horror, alertando.
Mientras, el sábado, numerosos actores británicos despedían a Pinter con una representación de su obra teatral No man’s land, en el teatro Duke, situado en el West End. Quizá, celebrando su muerte, el gobierno sionista de Israel atacaba un campamento de Hamas, en Gaza, con un saldo inicial de 230 impunemente asesinados; seguramente también, como despedida, al tan amigo de ese gobierno asesino, George W. Bush, al que ni en el Infierno, si existe, le darán cabida cuando muera, porque le quitaría el puesto de malvado al demonio que, como un ángel, a su lado se vería.
Se van yendo los mejores y, en manos de cada vez seres más mediocres, el mundo se queda.
El actor David Bradley lamentó la muerte de “una de las mayores personalidades literarias de todos los tiempos. Su pérdida es monumental y su influencia no se puede medir”. Y leo en la misma o en otra, de las muchas crónicas sobre su muerte que por estos días todos los diarios publican, que el dramaturgo italiano Darío Fo recuerda “la extraordinaria humanidad” del autor británico Harold Pinter diciendo que: “Nuestro teatro nació de la misma necesidad: denunciar el militarismo, la guerra, la supremacía de los intereses económicos (...) Cuando lo conocí, hablamos de la manera en que el capitalismo ha desfigurado el mundo de hoy día”.
Y, sí, es el capitalismo, perverso y pervertidor, el que ha desfigurado la vida del mundo, dejando fuera de jugada a millones de personas, todos los días impunemente masacradas, cuando no: por hambre, ejecutadas, cuando no como conejillos de indias a los que se inyectan, lo que sabe bien el gobierno británico, la madre prostituta, de la hija yanqui puta y de la nieta sionista genéticamente desahuciada —como alguien correctamente definió a ese trío, no sé si con las mismas palabras u otras pero si no me falla la memoria, recuerdo que ese era el sentido—, virus y bacterias, buscando remedios para los ricos, cuando no armas biológicas que permitan a los grandes capitales seguir dominando al mundo.
No todos son lo mismo, pero... el gobierno sionista: es basura. Y al poner la palabra sionismo en la Internet sale, entre otros documentos, una página con algunas de las muchas víctimas de los sionistas que se atrevieron a denunciar: “que en los excesos cometidos en contra de los judíos por los alemanes había una gran exageración para sacar partido” y vaya que lo han sacado de mala manera los sionistas igual de asesinos que sus pares yanquis que los Bush, con el apoyo de la Corona Inglesa, encabezan. Y no se trata de defender a los nazis ni de justificar en absoluto los campos de concentración, injustificables desde todos los puntos de vista. Amén de que los judíos a ellos llevados no eran los sionistas. Los sionistas, desde siempre, han sido pares de los nazis. No todos los alemanes son nazis y no todos los judíos son sionistas. Pero nazis y sionistas son la misma mierda, de derecha, que domina al mundo, asesinando a mansalva, ante la cobardía de la inmensa mayoría.
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