miércoles, diciembre 24, 2008

El fin del milagro


Considerada como motor emergente de la economíamundial, China no puede evitar los impactos de la recesión internacional: su explosivo crecimiento se detiene y sus exportaciones disminuyen ante la brusca contracción del consumo en Estados Unidos y Europa. En unos meses, miles de empresas cerraron sus plantas y despidieron a cientos de miles de trabajadores. Los expertos consideran que esto es sólo el principio: por cada millón de inmigrantes campesinos que pierda su empleo en los centros industriales, habrá entre 6 y 7 millones de personas que apenas tendrán recursos para sobrevivir.

Shenzhen, China.- Esta ciudad, ubicada en el sur de la provincia de Cantón, es el reflejo del milagro económico chino: hace 30 años, cuando el presidente Deng Xiaoping inició la apertura económica, se convirtió en una de las primeras Zonas Económicas Especiales que admitieron empresas extranjeras para producir bienes de exportación.Así fue como aquí y en Zhuhai, Shantu y Xiamen, la economía planificada adoptó de manera gradual mecanismos de mercado y tímidamente fue abriendo las puertas de la nación más poblada del planeta. Esta etapa, conocida como las "cuatro modernizaciones" (industria, agricultura, investigación y defensa), asestó un golpe definitivo a la autarquía impuesta por Mao Zedong.En menos de 30 años, Shenzhen dejó de ser un pueblo de pescadores para convertirse en una gran metrópoli de 5 millones de habitantes, en el segundo puerto más importante de China y en sede de miles de industrias, entre ellas las dedicadas a la tecnología en computación, transporte y comunicaciones. Su centro comercial y financiero compite con el de su ciudad vecina: Hong Kong. Recorrer Shenzhen es perderse en un nudo interminable de rascacielos, donde los hoteles de cinco estrellas y los salones de masaje tratan de amenizar el paso de los miles de empresarios que llegan diariamente para hacer negocios. Sin embargo, en esta ciudad y en el resto de China -nación que se ha convertido en tan sólo tres décadas en la cuarta potencia económica mundial- el pesimismo es evidente entre ejecutivos y obreros ante los efectos de la crisis económica mundial.Li Qin responde con un solemne bu zhi dao ("no sé", en mandarín) cuando se le pregunta acerca de su futuro. Este joven de 25 años, oriundo de la provincia de Guangxi (sureste de China), quedó desempleado tras el cierre de la fábrica de reproductores de DVD en la que laboraba. "He trabajado los últimos cinco años en Cantón, pero me quedé sin empleo y apenas me quedan ahorros", dice a Proceso. Al dejar de percibir su salario de mil 500 yuanes al mes (menos de 3 mil pesos), Li apenas puede pagar una vivienda. "Vivo aquí con dos compañeros", dice al reportero al tiempo que enseña su departamento, situado en las afueras de Shenzhen. Se trata de una sola habitación de 10 metros cuadrados cuyo único mobiliario es una cama individual que Li comparte con sus dos camaradas. Comenta: "Muchos se han ido. Hoy mismo despedí a uno de mis amigos de infancia. Vinimos juntos a Cantón en busca de una vida mejor y ahora él puso fin a la aventura. No encontró trabajo ni le quedaba dinero. Prefirió volver a nuestro pueblo natal". Pero Li se niega a tirar la toalla. Afirma que permanecerá en Shenzhen. Sólo espera encontrar un empleo que le permita vivir modestamente, pero manteniendo vivo el sueño de pertenecer a la clase urbana china. "No quiero volver al campo", asegura.
Éxodo
Como Li, millones de trabajadores inmigrantes del campo -llamados mingongs, los cuales proveen de mano de obra a los centros industriales del país- están perdiendo sus empleos y ello está provocando el retorno a sus pueblos ubicados en diferentes provincias. Un ejemplo: "En sólo dos meses (septiembre y octubre) más de 300 mil mingongs han vuelto a la provincia de Hubei", afirmó el diario Chutian Dushibao en su edición del 21 de noviembre pasado. Y dicho fenómeno se acrecentará en los próximos meses. Sólo en la provincia de Hunan, ubicada en el centro de China, 2 millones 500 mil personas regresarán a sus pueblos durante 2009, anunció el ministerio de Agricultura chino, citado por el diario beijinés Touzizhe Bao en su edición del 25 de noviembre. Y es que China, pese a ser potencia emergente y motor de la economía internacional, no escapa a los efectos de la recesión. Si bien las entidades bancarias del país han capoteado el torbellino de las hipotecas estadunidenses de alto riesgo, las exportaciones del gigante asiático -que generan 40% del Producto Interno Bruto chino- tuvieron en noviembre pasado una reducción de 2.2%, según informó la Agencia de Aduanas de China. El dato es relevante porque se trata de la primera contracción de las exportaciones desde 2001 y, sobre todo, porque apenas en octubre pasado éstas crecieron 19.6% y casi 26% en 2007. En algunas provincias el descenso de las exportaciones fue repentino y brutal. Fue el caso de Cantón, cuyo caída fue de 13%, lo que significó que sólo en ese mes la provincia dejó de recibir 53 millones 350 mil dólares, informó el pasado lunes 15 el diario China Daily. La reducción de las exportaciones chinas tiene una causa simple: la crisis mundial frenó el consumo de bienes y servicios en la Unión Europea y Estados Unidos, primer y segundo socio comercial, respectivamente, del gigante asiático. Si a finales de 2007 el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de China fue de 11.9%, en el tercer trimestre de este año se redujo a 9%. Aunque el crecimiento es aún muy superior al de los países desarrollados, esta caída en el PIB de casi tres puntos -que podría llegar a cuatro, según el Banco Mundial- provocará el cierre de decenas de miles de empresas exportadoras y el consecuente despido masivo de trabajadores.
Dos ejemplos:
Según cifras oficiales, citadas por el diario Daily Economic News, 56 mil empresas cerraron en la provincia de Cantón durante los primeros meses de este año. Y Wang Zhiguang, vicepresidente de la Asociación de la Industria Juguetera de Dongguan -ciudad de la provincia de Cantón donde se concentra 60% de la producción de juguetes del país- afirmó, en octubre pasado, que la mitad de las 3 mil 800 empresas del sector que operan en esa ciudad "no tiene posibilidades de sobrevivir en los próximos dos años". El propio presidente chino, Hu Jintao, lo admitió el lunes 15 de diciembre: "La situación del empleo en 2009 será muy seria a causa de la crisis financiera internacional", por lo que "nuestro objetivo prioritario para el año que viene es mantener un crecimiento sano y estable", dijo durante una visita a una organización que gestiona el empleo en la provincia de Liaoning, al norte del país, según reportó la agencia de noticias oficial china Xinhua."Deberíamos tener muy claro los desafíos y dificultades que supone esta crisis (internacional)", lanzó Hu, en una clara referencia a la inestabilidad social que puede provocar el deterioro de la economía.
Revueltas
El despido masivo de obreros, los cuales muchas veces no reciben indemnización por pérdida de empleo o dejan de recibir meses de salario, ha provocado diversas protestas, algunas de ellas violentas. En la ciudad de Zhongtang, provincia de Cantón, cientos de empleados despedidos de la fábrica de juguetes Kaida destrozaron el 27 de noviembre las oficinas de la empresa. Más de mil policías y agentes antidisturbios se desplazaron a esta ciudad para dispersarlos. Los manifestantes volcaron un auto de la policía y se enfrentaron a las fuerzas de seguridad, según las imágenes que difundió la agencia Reuters el mismo día de los hechos. En octubre, el gigante chino de producción de juguetes, Smart Union Group, proveedor de las firmas estadunidenses Mattel y Disney, declaró en quiebra sus plantas en la ciudad de Dongguan y despidió a 7 mil trabajadores, los cuales no habían recibido sus salarios desde agosto. En una de esas plantas, el gobierno local puso en la entrada un aviso en el que anunciaba el cierre debido a "condiciones comerciales desfavorables". Los trabajadores se lanzaron a las calles de la ciudad a protestar y tomaron la entrada del edificio de la empresa.En un hecho inusual en un país con fuerte control social por parte del Estado, un grupo de policías lanzó sillas contra el edificio del Partido Comunista de China en Leiyang, en la provincia de Hunan, para exigir aumento de salarios, según informó en un boletín la organización Chinese Human Rights Defenders. Así mismo, en cuatro ciudades de Cantón -Foshan, Shantou, Chaozhou y la capital del mismo nombre- miles de taxistas realizaron en noviembre una huelga en protesta por el aumento de los precios de gasolina y por la pasividad de las autoridades ante la proliferación de taxis ilegales, según reportó en varias notas la agencia Xinhua. Dichas protestas se extendieron también a la megalópolis de Chongqing, ubicada en el centro este del país. Además de este tipo de protestas callejeras, insólitas en el país, el gobierno de Beijing enfrenta otros retos. El principal de ellos es el empobrecimiento de la población.El especialista Tong Dahuan explicó en el diario Zhujiang Wanbao, en su edición del pasado 22 de noviembre, que millones de campesinos viven actualmente del dinero que envían sus familiares que trabajan en las ciudades. Si éstos pierden sus empleos, toda la economía familiar se verá afectada. "A finales de 2007, China tenía 226 millones de trabajadores inmigrantes que ese mismo año proporcionaron 90% de los ingresos de los 728 millones de campesinos chinos", explicó Dahuan, quien alertó sobre las consecuencias del deterioro acelerado de la economía china. "Si el trabajo de uno de cada 10 mingongs se ve amenazado, esto significa que afectará a entre 60 y 70 millones de personas, las cuales sobreviven con esos ingresos". Claude Aubert, sinólogo francés, recuerda en un artículo publicado en la página web agrobiosciences.org hasta qué punto las regiones rurales de China dependen del dinero que envían sus emigrados a las grandes urbes: 60% de los ingresos de los campesinos chinos este año no provendrá de la agricultura, sino de las remesas familiares.
Plan de choque
Para China, la actual crisis económica mundial representa el mayor desafío al que se enfrenta desde el inicio de las reformas económicas de principios de los años ochenta. En principio, el gobierno anunció el 9 de noviembre un "plan de choque" para estimular el consumo nacional y mitigar el impacto provocado por la desaceleración de las exportaciones. Este plan prevé destinar recursos por 4 billones de yuanes (586 mil millones de dólares) para estimular el empleo y reactivar sectores sociales clave. Así, destinará 1.8 billones de yuanes para construir infraestructura (aeropuertos, autopistas, redes ferroviarias), 370 mil millones de yuanes para mejorar las condiciones en el campo, otros 350 mil millones para proyectos sobre medio ambiente, 280 mil millones para construir viviendas sociales y unos 40 mil millones para educación y salud. Este gasto colosal recibió críticas incluso dentro de China, donde los especialistas en economía abogan por una inversión de largo plazo, más que un plan para salvar empleos a toda costa. "La historia demuestra que los planes de estímulo gubernamentales son poco eficaces y provocan el derroche de recursos, la construcción redundante y los abusos de poder", lamentó el 25 de noviembre el editorial del diario Touzizhe Bao.El diario estima que el país tiene otras necesidades más urgentes que "construir trenes y carreteras", como crear un verdadero sistema de seguridad social y ampliar la red de educación pública. Otros especialistas defienden una estrategia basada en el gasto social y recuerdan que el consumo de la población china es muy bajo a causa de la inexistencia de prestaciones públicas. "El consumo de los hogares chinos es demasiado débil. Y esto tiene dos explicaciones: primero, que el pueblo no tiene suficiente dinero, mientras que el Estado tiene demasiado; segundo, que el pueblo no tiene forma de controlar los gastos del Estado", explicó Chen Zhiwu, profesor de Yale School Management, en una entrevista publicada el 21 de noviembre por el popular semanario Zhongguo Xinwen Zhoukan.Chen instó a destinar mayores recursos a la educación, la sanidad y las pensiones, para que los chinos puedan gastar más en el consumo de bienes. Buena parte de la clase media y baja del gigante asiático, así como el grueso del campesinado, se ve obligada a ahorrar más de 50% de sus ingresos para pagar un seguro médico privado o los estudios de sus hijos.El gobierno chino es consciente de que la crisis se puede convertir en una pesadilla si la recesión se alarga en las economías avanzadas y si el consumo interno -con un mercado potencial de mil 300 millones de personas- no despega. De la pericia de Beijing para enderezar el rumbo de su economía dependerá que el gigante asiático confirme su posición como la nueva potencia global emergente.

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