Por María Teresa Jardí
Curiosamente, desde los Estados Unidos de Norteamérica, enviado por una compañera de la CONACC me llega un correo con el número 568 del boletín de fecha 28 de noviembre recién pasado de “Chiapas al Día” de CIEPAC, con un documento titulado como mi colaboración de hoy, que les tomo prestado: “El miedo como forma de hacer política en México”, firmado por Mariela Zunino, Tonio Libert, Miguel Pickard. El documento original viene de San Cristóbal. Documento que decido compartir con ustedes por la importancia de lo que consigna aunque, y a pesar de ser Ecuménica, no deja de ser extraño que la Paz venga delante de la Justicia como en los grupos paramilitares de Chiapas justamente, y aunque salte a la vista que sin Justicia la Paz no es alcanzable. En fin…
“… La Oficina Ecuménica por la Paz y la Justicia en Munich, Alemania, entrevistó a integrantes de CIEPAC sobre el miedo y su relación con la represión política, tal como es ejercida en México en la actualidad…
“P. En México ¿se usa el miedo para hacer política? ¿En qué contexto? (¿represión política y social?)
“R. Definitivamente, en México el miedo es una manera de hacer política. La falta de justicia en el país es una manera de generar y perpetuar el miedo entre la población, lo cual explica la ausencia total de voluntad del poder y de sus autoridades de subsanar, de forma frontal y estructuralmente, este enorme vacío en el “pacto social y político” que debería existir entre la sociedad y sus gobernantes. Desde temprana edad, la población mexicana aprende que el Estado en que vive es dominante, violento, corrupto, arbitrario, depredador, asesino y que prevalece la impunidad total en el aparato de seguridad y de justicia. Asimismo, la violencia está institucionalizada mediante decretos del Poder Ejecutivo, leyes del Poder Legislativo y veredictos del Poder Judicial. La impunidad cuenta con un patrón de complicidades imbricadas entre ‘autoridades políticas, militares, policiales y judiciales a nivel municipal, estatal y federal’ (como señala Carlos Montemayor, en La Jornada, el 31/10/08), es decir, en todo el sistema político-gubernamental. La población mexicana sabe que el aparato de justicia sencillamente no funciona y que está diseñado a propósito para trabajar en su contra. En tales circunstancias, en la mayoría de los casos es preferible no denunciar cualquier abuso, atropello, delito o crimen que buscar el resarcimiento y arriesgar estar sujeto a estudiadas arbitrariedades del aparato de “justicia”. El poder sabe que el ciudadano común rehuye tal aparato y lo manipula para amedrentar (infundir el miedo) a la ciudadanía, a la vez que desata sus brazos represores en contra de expresiones de inconformidad, protesta, desacato, desafío, resistencia o incluso interpelaciones. La mayor furia de este aparato se reserva para el/la luchador/a social y particularmente para expresiones de desobediencia civil. Todo lo anterior se ha agravado en forma significativa desde 2005. Se han profundizado varias tendencias: criminalización de la protesta social, represión selectiva y masiva, desprestigio de líderes, organizaciones y movimientos, fomento de divisiones, detenciones arbitrarias, militarización, restricción a los derechos civiles, ambiente general de una guerra contra el terror y/o de contrainsurgencia, etc. La insurrección popular en Oaxaca de 2006 ofrece ejemplos claros de lo anterior en términos de cómo se desató el aparato para reprimir –y quizá más importante aún- para aterrorizar a la población. Los medios de comunicación nacionales (todos, incluyendo los de izquierda,) desplegaron una amplia cobertura de la represión. Podemos hablar incluso de que algunos medios la ensalzaron adrede. El objetivo era difundir ampliamente las siniestras consecuencias que esperan a la población que protesta, lucha y, peor, trata de construir alternativas al actual sistema. El costo político internacional de la brutalidad fue prácticamente nulo para el gobierno mexicano, por haberse dado en un año de transición entre un gobierno y otro. La irónica “Rayuela” (en La Jornada del 16/11/08) lo dice todo en su escueta síntesis: “La venganza parece no tener límites. A los luchadores sociales los castigan con penas más severas que a los secuestradores y narcos. Y encima no les permiten ver a su madre...”.
P. ¿Contra quiénes, contra cuáles sectores de la población en México se dirige esta política?
R. La política del miedo se dirige a cualquier sector de la población que protesta y, en especial a quienes protestan fuera de mecanismos seleccionados y vigilados para canalizar inconformidades hacia el poder…”.
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