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Sumario:
I. Los “ataques indiscriminados” de Tel Aviv se suceden cada 20 minutos, afirma la ONU. Resisten unos 25 mil milicianos de Hamas la invasión terrestre israelí
II. Afirman que 80% del millón y medio de habitantes ya dependen de la ayuda humanitaria. La gente de la Franja, entre las bombas y la crisis humanitaria
III. El activismo mundial clama contra el genocidio
IV. La furia autojusticiera de Israel y sus víctimas en Gaza, por Ilan Pappé
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Los “ataques indiscriminados” de Tel Aviv se suceden cada 20 minutos, afirma la ONU. Resisten unos 25 mil milicianos de Hamas la invasión terrestre israelí
(difundido por Reuters, Afp y Dpa, desde Gaza, el 3 de enero de 2009)
Una lluvia de obuses de calibre 155 milímetros, a plena luz del día, fue el preludio de la invasión terrestre que al anochecer de este sábado iniciaron decenas de tanques y helicópteros en vuelo rasante y cientos de soldados de las fuerzas militares de Israel sobre la franja de Gaza, donde según diversos cálculos hay entre 15 mil y 25 mil hombres armados del movimiento de resistencia islámica Hamas, apoyados por otras organizaciones de menor tamaño que rechazan el dominio israelí, impuesto en 1948.
El primer efecto del fuego de artillería fue la destrucción de la mezquita Ibrahim Maqadna de la pequeña localidad de Beit Lahiya, en el norte de la franja de Gaza, que fue blanco de un obús cuando 200 personas se habían congregado para la oración de la tarde.
De entre los escombros del templo —el décimo bombardeado en ocho días—, los servicios de rescate sacaron 14 cadáveres, mientras que los sobrevivientes huían del sitio y los heridos eran trasladados a los hospitales en vehículos particulares o a pie.
Unos 40 misiles cayeron durante el día sobre distintos puntos de la franja en el octavo día de la operación Plomo Endurecido, que tiene el objetivo de acabar con el poder de Hamas, organización política creada en 1987 por el jeque Ahmed Yassin —asesinado en marzo de 2004 con un proyectil disparado desde un helicóptero—, que en 2006 ganó las elecciones parlamentarias celebradas en los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania y asumió el gobierno, pese a que desde el principio fue rechazado por Tel Aviv.
La invasión de tanques y tropas —apostadas desde el domingo pasado en la frontera israelí— comenzó en el noreste de la franja —cerca de la localidad de Beit Hanun, con 20 mil habitantes— cuando apenas había caído la tarde.
Ésta es la mayor movilización militar en Gaza desde que el Estado israelí entregó en 2005 a la Autoridad Nacional Palestina varias colonias implantadas a raíz de la Guerra de los Siete Días de 1967, con la que Tel Aviv arrebató a Egipto el control de la franja, donde en 1948 comenzaron a establecerse campos de refugiados palestinos —como el de Jabaliya— expulsados de ciudades que hoy son parte de Israel.
El ejército israelí ha realizado ocho incursiones de 2005 a la fecha para atacar a Hamas en respuesta a diversas acciones, incluidos disparos de cohetes artesanales Qassam y el secuestro de un soldado israelí en julio de 2006.
La mayor cifra de muertos en estas operaciones fue en Beit Hanun en noviembre de 2006, con saldo de 34 personas fallecidas.
Sobre los primeros resultados de la incursión de este sábado, el Ministerio de Defensa israelí se limitó a confirmar el ingreso de tanques y tropas y no dio reportes de bajas, más allá de lo dicho a agencias de noticias internacionales por una “fuente militar” en el sentido de que “decenas de terroristas han muerto” desde el comienzo de la ocupación terrestre.
El disparo de obuses 155 milímetros de la artillería israelí estuvo precedido en la mañana del sábado por una lluvia de panfletos —y llamadas telefónicas grabadas— en los que las fuerzas armadas de Tel Aviv exigieron a la gente que desalojara el centro de la ciudad de Gaza, la mayor de las localidades de la franja, donde habita un millón y medio de personas.
Algunas familias respondieron a la petición, pero la mayoría permaneció en sus viviendas, principalmente departamentos ubicados en edificios menores de 10 pisos.
Durante una entrevista telefónica con una periodista de la BBC se escuchó el zumbido y la inmediata explosión de un obús que cayó en la zona donde estaba el entrevistado, a quien después de unos segundos de silencio se le pudo escuchar tosiendo; tras recuperarse se disculpó por concluir la entrevista y dijo que tenía que ver cuál era la situación de su familia.
En medio de las restricciones a la cobertura informativa, una portavoz militar israelí, la mayor Avital Leibovich, dijo a CNN que la operación será “larga” porque hay muchos “blancos” y apuntó que el objetivo de la infantería es destruir todas las áreas de operación de Hamas, que por medio de su vocero en la franja, Ismail Radwane, respondió que la entrada de los israelíes “no será un paseo. Gaza será su cementerio”.
Antes de la invasión terrestre, los proyectiles israelíes destruyeron el puerto de Gaza, que debido al cerco militar impuesto por Tel Aviv desde hace varios años sólo sirve para la pesca ribereña; un misil hizo estallar la Escuela Americana, en Beit Lahiya, con lo que van dos instituciones educativas destrozadas.
Hamas informó hoy que durante los ataques a viviendas de líderes de Hamas, el viernes en la madrugada, murió el jefe de las brigadas Ezzedine Qassam, Mohamed Jamal, de 40 años, principal responsable de los ataques con cohetes a territorio israelí.
De los 460 palestinos muertos en ocho días, 75 son niños y 21 mujeres, según información de hospitales en Gaza.
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Afirman que 80% del millón y medio de habitantes ya dependen de la ayuda humanitaria. La gente de la Franja, entre las bombas y la crisis humanitaria
(difundido por AFP, desde Gaza el 3 de enero de 2009)
Las aguas residuales se estancan en las calles de Gaza, el precio del pan se ha triplicado y los médicos temen operar por si hay cortes de luz y nunca saben si tendrán anestesia para la próxima intervención, afirman funcionarios de la ONU en los territorios.
Max Gaylard, coordinador de un programa humanitario de esa organización explicó: “Las escuelas están cerradas, la población se queda en casa, faltan alimentos... los hospitales y clínicas están absolutamente colapsados”. Agregó que “de media hay un ataque aéreo cada 20 minutos y se intensifican de noche”. Además los lanzamientos de cohetes palestinos a Israel “son indiscriminados y van en aumento”.
La mayoría de las casas sólo tienen agua corriente una o dos horas cada cinco días y la electricidad es aún más escasa, puesto que a la única central eléctrica que existe en la franja ya no le queda combustible.
“Ahora es desesperante. Las cañerías fueron voladas y hay todo tipo de residuos por las calles. Hoy hubo un funeral y llevaron el cuerpo por las calles que desprendían un olor muy desagradable”, explicó a la AFP Hatem al-Aynun, residente en Beit Hanun.
Esa ciudad de más de 20 000 habitantes, próxima a la frontera donde las fuerzas israelíes se han concentrado en masa, ha sido muy bombardeada porque Israel considera que desde ella se lanzan cohetes. Según un informe publicado el viernes por la ONU, las principales cañerías de agua y aguas residuales en Beit Hanun fueron bombardeadas cinco veces en las últimas 48 horas y siete pozos fueron “gravemente dañados y no pueden reconstruirse por la continuación de los bombardeos”.
En la franja de Gaza hay 1.5 millones de personas, 80% de las cuales depende ahora de la ayuda alimentaria.
“Hay mucha gente que no puede comer todos los días”, declara por su parte a la AFP Mohamed Ali, trabajador de la organización Oxfam. La media docena de hospitales de Gaza no puede hacer frente a la avalancha de pacientes y los cadáveres desbordan las salas y se amontonan en los pasillos.
En el principal hospital de Gaza City se producen cortes de energía de al menos 20 horas cada día. La ONU calcula que un millar de aparatos médicos quedaron inutilizados en el último año y medio debido al bloqueo israelí y a los ataques aéreos de la última semana. Parek Babra resume la situación de los habitantes de Gaza: “No tenemos nada, necesitamos de todo”.
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El activismo mundial clama contra el genocidio
(publicado por Público y La Haine el 3 de enero de 2009)
Cientos de miles de personas en todo el mundo se lanzaron ayer a las calles para pedir el fin de los ataques de Israel sobre la franja de Gaza. La ofensiva israelí contra el territorio palestino que comenzó la semana pasada hizo que, desde el primer momento, millares de musulmanes de todo el planeta se movilizaran para exigir el fin de la violencia.
Las manifestaciones se prodigaron en Turquía, Jordania, Irak, Indonesia, Egipto, Afganistán... El mundo árabe protestó por la masacre cometida por los ataques del ejército hebreo. Ese clamor popular se escenificó de nuevo ayer en numerosos países, con multitud de concentraciones en favor de la paz en Oriente Próximo.
Más de 2 500 personas se concentraron ante el ayuntamiento de Terrassa para reclamar el fin de las acciones de exterminio del ejército israelí en Gaza, hermanados terrassenses de todos los orígenes.
En Madrid, una marcha improvisada y no autorizada reunió a varios cientos de participantes, hasta 2 000 según los convocantes, quienes solicitaron el cese de la “masacre” en Gaza y reivindicaron la Intifada y la lucha del pueblo palestino. Los manifestantes se detuvieron ante las embajadas de EEUU e Israel. La policía detuvo a una persona, por una supuesta agresión a tres agentes, que resultaron heridos. Los incidentes se repitieron en Melilla, donde grupos de jóvenes encapuchados quemaron una pancarta que simulaba la bandera de Israel y otra tela con los colores de la bandera de EEUU.
En Grecia, la policía dispersó ayer en Atenas con gases lacrimógenos a cientos de manifestantes griegos y árabes frente a la embajada de Israel. Los incidentes se prolongaron durante una hora, aunque no hubo ni heridos ni detenidos. También hubo concentraciones en Salónica, al norte del país.
En el centro de Londres, miles de personas se concentraron para denunciar tanto la operación militar de Israel como el silencio del gobierno británico y de Occidente. La marcha, a la que acudieron varios diputados laboristas, intelectuales, actores y artistas, transcurrió de forma pacífica. A su paso por el 10 de Downing Street, la residencia del primer ministro, los manifestantes arrojaron cientos de zapatos, tal y como hizo un periodista iraquí contra el presidente de EEUU, George Bush.
En Italia, miles de personas se solidarizaron con el pueblo palestino. Y en ciudades como Milán hubo momentos de tensión, con la quema de banderas israelíes. En Alemania, unas 5 000 personas reclamaron el fin de los bombardeos en la franja de Gaza y el regreso a las negociaciones de paz.
Lo mismo ocurrió en Francia. Unas 25 000 personas exigieron en París el fin de las hostilidades. En Beirut (Líbano), frente a la sede de la ONU, decenas de ciudadanos se congregaron para denunciar la situación desesperada de la población de Gaza.
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La furia autojusticiera de Israel y sus víctimas en Gaza
por Ilan Pappé, director del Departamento de Historia de la Universidad de Exeter
(publicado por Electronic Intifada, http://electronicintifada.net; traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens)
Mi regreso a casa a Galilea coincidió con el genocida ataque israelí contra Gaza. El Estado, mediante sus medios noticiosos y con la ayuda de sus académicos, emitió una voz unánime —aún más fuerte que la escuchada durante el criminal ataque contra el Líbano en el verano de 2006—. Israel está absorto una vez más en una furia autojusticiera que se traduce en sus políticas destructivas en la Franja de Gaza. Esta espantosa autojustificación para la inhumanidad y la impunidad no sólo es insoportable, es un tema que vale la pena considerar en detalle, si se quiere comprender la inmunidad internacional para la masacre que arrasa Gaza.
Se basa ante todo en puras mentiras transmitidas en una neolengua reminiscente de los peores días de la Europa de los años treinta. Cada media hora un boletín noticioso en la radio y la televisión describe a las víctimas de Gaza como terroristas y los masivos asesinatos cometidos por Israel como acto de autodefensa. Israel se presenta a su propia gente como víctima autojusticiera que se defiende contra un gran mal. El mundo académico es reclutado para explicar lo demoniaca y monstruosa que es la lucha palestina, si es dirigida por Hamas. Son los mismos eruditos que satanizaron al difundo líder palestino Yasir Arafat en una era pasada y deslegitimaron su movimiento Fatah durante la segunda Intifada palestina.
Pero las mentiras y las representaciones distorsionadas no constituyen la peor parte del asunto. Lo que más enfurece es el ataque directo contra los últimos vestigios de humanidad y dignidad del pueblo palestino. Los palestinos en Israel han mostrado su solidaridad con la gente de Gaza y son ahora estigmatizados como quinta columna en el Estado judío; su derecho a permanecer en su patria es presentado como dudoso en vista de su falta de apoyo para la agresión israelí. Aquellos de entre ellos que aceptan aparecer —erróneamente, a mi juicio— en los medios locales son interrogados, y no entrevistados, como si fueran reclusos en la prisión del Shin Bet [servicio de inteligencia israelí, N. del T.]. Su aparición es precedida y seguida por humillantes observaciones racistas y son enfrentados por acusaciones de que son una quinta columna, un pueblo irracional y fanático. Y sin embargo no es la práctica más indigna. Hay unos pocos niños palestinos de los territorios ocupados que son tratados por cáncer en hospitales israelíes. Dios sabe qué precio sus familias han pagado para que sean admitidos en ellos. La Radio Israel va a diario al hospital a demandar a los pobres padres que digan a la audiencia israelí cuánta razón tiene Israel al atacar Gaza, cuán maligno es Hamas al defenderse.
No hay fronteras en la hipocresía que produce una furia autojusticiera. El discurso de los generales y de los políticos se mueve erráticamente entre autocongratulación por la humanidad que el ejército muestra en sus operaciones “quirúrgicas” por una parte y, por la otra, la necesidad de destruir Gaza de una vez por todas, de una manera humana, claro está.
La furia autojusticiera es un fenómeno constante en el desposeimiento israelí, y antes de eso, sionista, de Palestina. Cada acto, sea limpieza étnica, ocupación, masacre o destrucción fue siempre presentado como moralmente justo y como un puro acto de autodefensa perpetrado a regañadientes por Israel en contra de la peor clase de seres humanos. En su excelente volumen: The Returns of Zionism: Myths, Politics and Scholarship in Israel, Gabi Piterberg explora los orígenes ideológicos y la progresión histórica de esa furia autojusticiera. Hoy en día en Israel, de la izquierda a la derecha, del Likud a Kadima, de los círculos académicos a los medios noticiosos, se escucha esa furia autojusticiera de un Estado que está más ocupado que ningún otro Estado del mundo en la destrucción y desposeimiento de una población indígena.
Es crucial que se exploren los orígenes ideológicos de esa actitud y que se deriven las conclusiones políticas necesarias de su prevalencia. Esta furia autojusticiera blinda a la sociedad y a los políticos en Israel de toda crítica o rechazo externo. Pero mucho peor todavía, se traduce siempre en políticas destructivas contra los palestinos. Sin un mecanismo interno de crítica y sin presión externa, cada palestino se convierte en un objetivo potencial para esa furia, en vista del poder de fuego del Estado judío que sólo lleva a más matanzas masivas, masacres y limpieza étnica.
Este tono autojusticiero es un poderoso acto de autonegación y justificación. Explica por qué la sociedad judía israelí no puede ser impresionada por palabras de sabiduría, persuasión lógica o diálogo diplomático. Y si no se quiere apoyar la violencia como medio para oponérsele, queda sólo un camino: cuestionar directamente esa arrogancia moral como una ideología maligna hecha para cubrir atrocidades humanas. Otro nombre para esa ideología es sionismo y un rechazo internacional del sionismo, no sólo para políticas israelíes en particular, es la única manera de argumentar contra esa arrogancia moral. Tenemos que tratar de explicar no sólo al mundo, sino también a los propios israelíes, que el sionismo es una ideología que apoya la limpieza étnica, la ocupación y ahora matanzas masivas. Lo que se necesita en este momento no es sólo una condena de la actual masacre sino también la deslegitimación de la ideología que produjo esa política y la justifica moral y políticamente. Esperamos que voces significativas en el mundo digan al Estado judío que esa ideología y la conducción general del Estado son intolerables e inaceptables y que mientras persistan, Israel será boicoteado y sometido a sanciones.
Pero no soy ingenuo. Sé que incluso el asesinato de cientos de palestinos inocentes no bastaría para producir un cambio semejante en la opinión pública occidental; es incluso aún menos probable que los crímenes cometidos en Gaza lleven a los gobiernos europeos a cambiar su política hacia Palestina.
Y sin embargo, no podemos permitir que 2009 sea sólo un año más, menos importante que 2008, el año conmemorativo de la Nakba, que no satisfizo las grandes esperanzas que todos teníamos respecto a su potencial para transformar dramáticamente la actitud del mundo occidental hacia Palestina y los palestinos.
Parece que hasta los crímenes más horrendos, como el genocidio en Gaza, son tratados como eventos discretos, sin conexión con nada que haya sucedido en el pasado y sin asociación con ninguna ideología o sistema. En este nuevo año, tenemos que tratar de reajustar la opinión pública respecto a que la historia de Palestina y los males de la ideología sionista sean los mejores medios para explicar las operaciones genocidas, como la actual en Gaza, y para impedir que sucedan cosas aún peores.
Académicamente, ya ha sido hecho. Nuestro principal desafío es encontrar una manera eficaz de explicar la conexión entre la ideología sionista y las pasadas políticas de destrucción y la crisis actual. Puede que sea más fácil hacerlo mientras, bajo las más terribles circunstancias, la atención del mundo es dirigida una vez más hacia Palestina. Sería aún más difícil en tiempos en los que la situación parezca ser “más tranquila” y menos dramática. En esos momentos “relajados”, la incapacidad de los medios occidentales de concentrar la atención más allá de unos breves momentos marginaría una vez más la tragedia palestina y la desatendería sea por los horribles genocidios en África o la crisis económica y las catástrofes ecológicas en el resto del mundo. Aunque es poco probable que los medios occidentales se interesen por acopios históricos, sólo se puede denunciar mediante una evaluación histórica la magnitud de los crímenes cometidos contra el pueblo palestino durante los últimos 60 años. Por ello, el papel de académicos activistas y de los medios alternativos es insistir en este contexto histórico. Esos agentes no deben dejar de educar a la opinión pública y ojalá incluso lleguen a influenciar a los políticos más escrupulosos para que vean los eventos en una perspectiva histórica más amplia.
Del mismo modo, tal vez podamos encontrar la manera popular, a diferencia de la académica altamente intelectual, de explicar claramente que la política de Israel – en los últimos 60 años – proviene de una ideología racista hegemónica llamada sionismo, protegida por interminables capas de furia autojusticiera. A pesar de la previsible acusación de antisemitismo y de lo que sea, es hora de asociar en la mente pública la ideología sionista con las características históricas ya familiares del país: la limpieza étnica de 1948, la opresión de los palestinos en Israel durante los días del gobierno militar, la brutal ocupación de Cisjordania y ahora la masacre de Gaza. De un modo muy similar a cómo la ideología del Apartheid explicó las políticas opresoras del gobierno sudafricano, esta ideología – en su variedad más consensual y simplista – permitió que todos los gobiernos israelíes del pasado y del presente deshumanicen a los palestinos dondequiera estén y se esfuercen por destruirlos. Los medios utilizados cambiaron de un período al otro, de un sitio a otro, como lo hizo la narrativa para encubrir esas atrocidades. Pero existe un modelo obvio que no puede ser discutido en las torres de marfil académicas, sino que tiene ser parte del discurso político sobre la realidad contemporánea en la Palestina actual.
Algunos de nosotros, a saber los que están comprometidos con la justicia y la paz en Palestina, evaden inconscientemente este debate al concentrarse, y es comprensible, en los Territorios Palestinos Ocupados (TPO), Cisjordania y la Franja de Gaza. La lucha contra las políticas criminales en ellos es una misión urgente. Pero eso no debiera transmitir el mensaje, que los que dominan en Occidente adoptaron gustosamente siguiendo una señal de Israel, de que Palestina está sólo en Cisjordania y la Franja de Gaza, y que los palestinos son sólo la gente que vive en esos territorios. Debemos expandir la representación de Palestina, geográfica y demográficamente, haciendo conocer la narrativa histórica de los eventos en 1948 y desde entonces y exigiendo igualdad de derechos humanos y civiles para todos los que viven, o solían vivir, en lo que es actualmente Israel y los Territorios Palestinos Ocupados.
Al conectar la ideología sionista y las políticas de las atrocidades pasadas y presentes, podremos suministrar una explicación clara y lógica de la campaña de boicot, desinversión y sanciones hacia Israel. Cuestionar por medios no-violentos un Estado autojusticiero que se permite, con la ayuda de un mundo mudo, desposeer y destruir al pueblo indígena de Palestina, es una causa justa y moral. Es también un medio efectivo de galvanizar a la opinión pública no sólo contra las actuales políticas genocidas en Gaza, sino que ojalá impida futuras atrocidades. Pero, más importante que cualquiera otra cosa, es que reventará el globo de furia autojusticiera que sofoca a los palestinos cada vez que se infla. Ayudará a terminar la inmunidad occidental ante la impunidad de Israel. Sin esa inmunidad, hay que esperar que más y más gente en Israel comience a comprender la verdadera naturaleza de los crímenes cometidos en su nombre y que su furia se dirija contra los que la atraparon junto a los palestinos en este ciclo innecesario de derramamiento de sangre y violencia.
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