Ricardo Andrade Jardí
Mientras el desgobierno usurpador abre las puertas de México a la intervención militar gringa bajo el pretexto de la “narco guerrilla”, al tiempo que el crimen organizado toma el control absoluto de lo poco que queda del Estado, es decir, mientras la narcopolítica dicta el rumbo del sistema, la usurpación inventa un nuevo adjetivo a la enorme e imparable disidencia social.
Disidencia que nace de dos circunstancias: una impulsada por la protesta, el descontento y el fraude electoral. Otra, que se hermana con la primera, de la desilusión y el descontento. Miles de personas pierden todo “su patrimonio” cada día, mientras la telecracia vocifera programaciones “optimistas” para “enfrentar” la crisis…
Todo “renegado” que intente ver más allá de sus narices y comprenda que la crisis es producto de la IMPUNIDAD y de la corrupción de las oligarquías y sus políticos sirvientes, debe ser convenientemente denunciado y catalogado de narco guerrillero, de necio, de trasnochado, de lópezobradorista, de comunista…
Pero el hambre es mala consejera y donde falta la comida: la telecracia deja de tener eco, el descontento crece y la IMPUNIDAD violenta abre la brecha de la violencia social, que cada día es más latente.
La mediocridad usurpadora parece incapaz de escuchar el latido ciudadano y su insensibilidad social los convierte en ciegos, a lo que ya, todos los demás, podemos ver. Las alertas son muchas y vienen de muchos lados.
La crisis, que no sólo es económica, sino fundamentalmente social y ética, está aquí y es una cotidianidad que amenaza con reventar en los próximos meses si seguimos el rumbo que los mercados internacionales nos imponen y la violencia alcanzará todas las esferas de la vida.
No conviene que sigamos con los ojos cerrados esperando el milagro, no habrá tal, el destino de México está en la capacidad que tenga el Despertar Ciudadano de cambiar el rumbo o en dejarnos llevar por la enajenación telecrática del “optimismo” que no es otra cosa que seguir dormidos mientras nos roban el patrimonio, el país y la dignidad, para convertirnos en carne de maquiladora, de explotación y esclavismo… en el mejor de los casos.
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