Michel Balivo
(Nuestra causa abraza al mundo)
Bienvenidos al 2009. Más que una fecha en un calendario, un proceso de cambios en plena aceleración, que exige decisiones concientes. La contracara de “decisiones concientes” es una correntada de hechos, que te arrastra produciendo accidentes no deseados en los que te sientes una víctima pasiva.
Estamos sin embargo en el apogeo de la escenografía hollywoodense, donde los trucos mentales pueden hacernos creer real hasta participar y vivir, aquello que no es más que una proyección sobre una pantalla plana de fotos pegadas unas tras otras, cabalgando un chorro de luz. Por eso es bueno estar advertidos de que muchos estados de ánimo y paisajes, pueden ser traídos a la conciencia colectiva por asociación u omisión, sin mencionarlos siquiera.
Hace quinientos años, Tolomeo pintaba el estado de la conciencia colectiva de sus tiempos como un mundo estático, centro del universo que giraba en torno a él. Un planeta chato que no llegaba más allá del horizonte que nos informaba el sentido de la vista. Allende el cual un insondable abismo se tragaba a todo intrépido que se asomara a esos misterios. ¿Qué tenían que ver las limitaciones visuales con las concepciones y creencias a ellas superpuestas?
Ese era el correlato intelectual dogmático de grupos humanos, que nacían y morían sin haber caminado más allá de unos kilómetros de su lugar de origen, sin conocer más que lo que sus sentidos y sensaciones les informaban. No se producía más que lo imprescindible en jornadas agotadoras, no había intercambios comerciales por lo tanto. No se conocía más que lo que podían transmitirte tus antepasados de blancos, largos y sabios cabellos, no se disponía de más oficio que el que se podía aprender moviéndose junto a aquél que te aceptara a su lado.
Pero entonces un Copérnico o un Galileo, pintaron una vez más el renacimiento del sueño colectivo del nuevo mundo. Tomando referencias fijas de otros planetas o estrellas determinaron matemáticamente la esfericidad y movilidad de nuestro planeta, que giraba en torno al sol como parte de un sistema planetario.
Colón lo llevó de los pensamientos y las palabras a los hechos, al circunnavegar los mares en una cascarita de nuez para poner sus pies sobre “un nuevo continente”. Su correlato fueron las llamas de la inquisición, el encuentro de dos momentos culturales y tecnológicos diferentes, la incomprensión, la casi desaparición de los habitantes originarios.
Hace cincuenta años sucedía la revolución cubana. Hace cincuenta años, dejábamos las botellas de vidrio de la leche en la puerta de las casas por la noche, con el dinero de su costo. Al levantarnos ya nos esperaba la botella llena del blanco líquido con una capita de nata que sobrenadaba.
Esa leche como el pan y muchas otras cosas eran repartidas al amanecer en carros jalados por caballos o en bicicletas. Había una feria semanal en cada barrio donde se compraba pescado, quesos, vegetales y frutas. Hace solo cincuenta años, un suspiro en nuestra historia, vivíamos en el reducido mundito de nuestras cíclicas rutinas cotidianas.
Podríamos decir que nuestro mundo no iba más allá de la familia y el vecino, tal vez unas vacaciones veraniegas en la playa o en el campo. Comprar un refrigerador, cocina, muebles nuevos, era un acontecimiento que reunía a la gran familia. Viajar a Europa en barco con enormes y pesados baúles, era la aventura de vida que reunía a todo el pueblo para la despedida.
Casarse y disponer de una nueva vivienda era un privilegio de muy pocos, la gran mayoría seguía viviendo con sus padres y heredando sus heredados bienes, que en consecuencia eran construidos para durar. Los juguetes tenían muy pobre variedad y exigían gran imaginación.
No hemos hablado para nada del presente. Pero, ¿puede hablarse de un tiempo sin hacer referencia a la copresencia de los otros? ¿Puedo tomar conciencia de este momento y verme en presente, sin tomar la distancia mental del punto de vista que la memoria o la imaginación posibilitan? ¿Puede existir un tiempo sin que existan los demás?
De repente, en medio de los carros, caballos y bicicletas comenzaron a llover radios, teléfonos, TVs, computadoras, cohetes, satélites. Los niños comenzaron a nacer en elegantes, densamente iluminados y ruidosos centros comerciales y supermercados, con el cielo y la luna al alcance de sus manos. Con medios de comunicación que les permitían ver y oír en el mundo, “fuera de sí”, lo que hasta entonces solo habían presenciado en su memoria e imaginación.
En la Inglaterra de los gentleman, cuyo ideal cultural era tener una cara de poker que no expresara sus emociones, brotaron como flores y frutos los Beatles y hippies, cabellos largos colores y sonidos lanzados al viento en un hagamos el amor y no la guerra en Viet Nam. Mao y la revolución China. Fidel Castro, el Ché Guevara y la revolución cubana que nos llevó al borde de la tercera guerra mundial.
Las ideas de izquierda y las guerrillas urbanas y suburbanas se expandieron por el mundo a la velocidad de un virus, conllevando la violenta y bárbara represión que marchitó todas aquellas tiernas flores de esperanza. Eran los nuevos medios de producción, transporte y comunicación posibilitados por la aceleración de la milenaria acumulación de experiencia y conocimiento abstracto, no sujeto a la información de sentidos, a la transmisión de boca a oído.
Era la revolución económica intensificando las relaciones entre alejados puntos del planeta, poniendo en evidencia las intenciones e intereses copresentes, acelerando los tiempos de todo aquello a lo que nuestros hábitos y creencias habían sido respuestas. Era la movilidad íntima de la mente humana que se creaba formas, medios de expresión en el mundo.
Ese nuevo dinamismo que entró en escena, puso también a interactuar el trasfondo de toda economía o respuesta de la conciencia al mundo, para la satisfacción de las ineludibles necesidades. Religiones, filosofías, ideologías comenzaron a complementarse en nuevas visiones trayendo a ser la revolución cultural. Desde entonces hasta aquí el mundo de las cosas no ha dejado de cambiar y acelerarse.
Y pese a que los eruditos dijeron que nada nuevo había bajo el sol, que todo aquello eran solo cosas de la inquietud e ingenuidad de la juventud, nuevas utopías que como todas pasarían sin pena ni gloria, y hasta decretaron orgullosamente el fin de la historia. Hoy estamos festejando cincuenta años de la revolución cubana y ya van diez de la bolivariana. Pero, ¿sabemos realmente algo del cambio? ¿Ha ganado algún espacio en nuestras vidas?
La cara aún no reconocida o no suficientemente esclarecida de la experiencia del cambio, es que inevitablemente implica el creciente desmoronamiento de un modelo mental organizador de nuestras actividades en el mundo. Y esas actividades son estructurales con imágenes mentales. Sí, imágenes mentales, de esas mismas que producen y manipulan los medios de comunicación.
Imágenes que implican nuestras creencias y hábitos que ya no encuentran aquello que solían encontrar en el mundo, que ya no operan a la velocidad con que comienzan a suceder y concatenarse los hechos, y por tanto se sienten extrañados, desorientados, asustados, sin sentidos de vida. Comienzan a desadaptarse crecientemente de la dinámica del mundo.
Desde ese enfoque, el dejar de creer que la Tierra que habitábamos y en la cual nos movíamos y satisfacíamos nuestras necesidades, era una cosa estática, centro del universo. El concebirla esférica y ponerla en movimiento en torno a sol, disparó la nueva dinámica que nos trajo gradualmente, revolución económica y cultural mediante a este nuevo escenario.
¿Cree alguien que todo esto hubiese sido posible en el modelo económico y cultural de estáticas, dogmáticas creencias y hábitos de la edad media, sin su previo y gradual desgaste y desmoronamiento? ¿Cree alguien que la idea de colonizar o “terraformar” Marte para hacerla habitable para la especie humana, podía brotar en aquella atmósfera?
Una pregunta más simple aún. ¿Cree alguien que podría ir al refrigerador en busca de alimentos si no tuviese una imagen mental de ello, que disparara y guiara sus movimientos o conductas? ¿Por qué no ir al baño en busca de alimentos? ¿Por qué el espejismo de un expendio de refrescos en medio del desierto cuando la sensación de sed se hace abrasadora?
Estamos en medio del desgaste y desmoronamiento de un modelo que la velocidad de los hechos y la globalidad de las relaciones han vuelto obsoleto. Estamos presenciando y viviendo la desilusión de la imaginería colectiva que ha disparado nuestras conductas y no has guiado hacia y en el paisaje humano y natural por centurias.
De allí la nueva sensibilidad que se deja sentir y va intentando nuevas formas de expresarse, que genéricamente podríamos llamar el nuevo mundo posible y hoy necesario, ya que el equilibrio del ecosistema está seriamente afectado y de momento no tenemos adónde ir o escapar. Pero también el temor y la desorientación que reaccionan violenta, destructivamente.
Los hippies y las izquierdas, armadas o desarmadas, fueron dos formas de expresión de esa nueva sensibilidad, de esa insatisfacción con el mundo de instituciones económicas y culturales heredadas. Como 500 años antes lo fue “el Renacimiento” que abrevó en fuentes griegas y romanas para retomar y metabolizar imágenes diferentes a las de 1500 años de oscurantismo.
Pero también las hogueras de la inquisición y la violenta represión, burla u omisión para ridiculizar e invisibilizar las nuevas expresiones que retoñaban, cual intento de regeneración del modelo de vida en los 60´s, fueron expresión, reacción estructural de la zozobra que un mundo acelerándose y cambiando, generaba en los hábitos y creencias humanas imperantes.
Hace cincuenta años, en medio de una revolución y un bloqueo cual reacción, Cuba comenzó a ser solidaria con otros pueblos según su visión del ser humano y el mundo y los medios disponibles. Lo mismo intenta hoy la revolución bolivariana según su propia visión, recursos y momento histórico.
Sin embargo, pese a que todas las señales indican que la condición alterada, desequilibrada del ecosistema y el ser humano, no posibilitan otra alternativa que la colaboración y la solidaridad, muchas voces se levantan en el mundo para decir que eso es irrespetar la soberanía, comprar partidarios con petrodólares o gastar lo que los connacionales necesitan.
Pareciera entonces que hoy la Tierra chata y estática, que ha de ser concebida como esférica y puesta en dinámica en torno a referencias más amplias y profundas, más vitales y generosas, fuese el ego, la personalidad, el sistema de hábitos y creencias heredado y desbordado ya por el ritmo, complejidad y magnitud, fuerza de hechos desencadenada, que lo ha dejado atrás.
¿Cómo puede surgir algo nuevo si el viejo sistema de referencias, pese a estar en pleno desmoronamiento no es reconocido y transformado? ¿Cómo puede manifestarse un nuevo modelo del universo si siguen siendo los viejos hábitos y creencias los que disparan conductas sin pasar por conciencia, sin caer en cuenta de qué nos motiva a repetir los mismos errores?
¿Cómo podemos cambiar, si no nos reconocemos los que elegimos nuestras direcciones de acción y por consiguiente somos los responsables de sus consecuencias? Podemos seguir argumentando hasta la eternidad que son otros los culpables, y que la historia es la lucha entre los buenos y los malos de Hollywwod, como sea que cada cual los conciba.
Pero eso hasta ahora no ha cambiado en nada las cosas, y según entiendo es ese cambio profundo y moral lo que realmente deseamos, aunque cada cual lo pinte aún confusamente a su modo, según su imaginería. Los buenos y los malos parecen ser más bien reacciones confusas y estructurales de un modelo que muere agotado en sus posibilidades.
Parecieran ser reacciones programadas de hábitos y creencias ya desadaptados a la complejidad, variedad y velocidad de los acontecimientos, respuestas adaptativas pertenecientes a otros momentos históricos. Esta fuerza de interacciones y hechos globales desencadenada por la revolución económica y cultural en los últimos cincuenta años.
Esta calidoscópica miríada de imágenes virtuales que irrumpen en nuestra mente, con que hoy nos informamos, miramos e interpretamos nuestro presente, nuestro lugar y momento en el mundo, en la vida; exige una apertura y dinámica superior de la conciencia para procesarla, auto concebirse y organizar nuevas y acordes respuestas.
Exigen una nueva sensibilidad capaz de mayor creatividad y generosidad, únicas respuestas capaces de adaptarse a la nueva y global, estructural dinámica de la vida que los acontecimientos comienzan a poner en evidencia. Exige un reconocimiento de los hábitos y creencias que se resisten a ello y una ruptura, un dejar morir ese tropismo o automatismo.
La irrupción de nuevas tecnologías y cosas en aquél plácido y cíclico mundo, nos ha permitido darle nuevos objetos a nuestros deseos, a nuestros temores y búsquedas de seguridad que compensen un mundo en creciente movimiento. Nos ha dado nuevas distracciones y zanahorias que perseguir, maderos de ahogados a los cuales aferrarnos para resistir el cambio. Pero la experiencia del cambio, aún no se ha abierto espacio en nuestra conciencia.
Aún vivimos inmersos en un Hollywwood mental y cerrados, ciegos e insensibles a los hechos que se desencadenan en el mundo. Por eso pueden seguir aconteciendo barbaridades como la de Gaza, sin que la gran mayoría digamos ni hagamos nada al respecto en la medida de nuestras posibilidades, sin que ni siquiera nos sintamos necesitados a excusarnos por no hacerlo.
La causa revolucionaria es mundial, no podemos seguir como el avestruz enterrando la cabeza en nuestros reducidos munditos de sueños personales. Si algo tenemos que denunciar, enfrentar, revolucionar, superar y dejar atrás donde sea que se presente, es la cultura del temor y la violencia en la que todos nos hemos formado.
De otro modo no tiene sentido preguntarnos cómo es que esto sigue sucediendo y soñar con que haremos una revolución sentados en casa y mirando TV. Una revolución requiere una conciencia ampliada que sienta y actúe como ciudadano del mundo. Esto no es moralina ideológica, si no lo enfrentamos allí donde suceda mañana tocará a nuestra puerta.
Siempre he dicho que la oscuridad acompaña a la luz, que se estimulan y sensibilizan mutuamente para generar conciencia. La actitud mundial ante esta barbarie generará profundas huellas en la siquis colectiva, señalando la dirección de los acontecimientos de los siguientes años. Una vez más, la vida puede ser una elección conciente y responsable de alternativas, o un ser arrastrado por accidentes históricos, por circunstancias no elegidas.
Cuando un viejo modelo mental y sus instituciones se desgastan y caen a pedazos, estructuralmente la conciencia se desilusiona, extraña y desorienta en medio de sus inoperantes hábitos y creencias, que se evidencian impotentes cual respuesta a las nuevas circunstancias. Entonces sucede algo similar a cuando la proyección de una película se desacelera.
De repente la experiencia que vivíamos pierde profundidad, despertamos sorprendidos como de un sueño despiertos, mientras en la pantalla plana se ven fotos pegadas unas tras otras. Se encienden las luces y nos damos en cuenta que solo estábamos en una sala de cine. No era más que una película, solo un sueño más de entre tantos posibles.
La experiencia del cambio ha de ser ampliamente trasformadora cuando nos permitimos vivirla en profundidad, cuando superamos los miedos, las resistencias iniciales, los deseos de aferrarnos a todo lo que se nos cruce. No me refiero al cambio de apariencias superficiales, sino al estructural y verdadero, al que implica tanto al operador como al operando.
Algún día no muy lejano, nuestras escuelas enseñarán a los niños desde temprana edad, que la organización social que heredan es lo mejor que sus antepasados han podido hacer. Pero ellos son quienes reciben la antorcha de la creatividad, de la auto concepción, en esta olimpíada de superación creciente de obstáculos que la vida parece ser.
Ellos han de alumbrar nuevos futuros, disipar nuevas oscuridades, traer a ser nuevos conocimientos, valores, objetos, personalidades y mundos. El pasado y sus instituciones no son su techo sino solamente su piso, el futuro está y siempre estará por ser, por traer a ser. Siempre será una aventura de conocimiento y amor lanzada a lo inatrapable.
La historia entonces será probablemente enseñada, cual correlato dentro del cual ejemplificar que la movilidad y la renovación del paisaje, están inseparablemente ligadas y son incomprensibles sin la mente humana, su creatividad, su ir cayendo en cuenta de si misma a medida que se aplica al mundo. El cambio será reconocido y aprendido entonces como experiencia y manifestación integral de la naturaleza humana.
En última instancia, ¿acaso todo lo que hoy vemos y palpamos en el mundo moderno, no es manifestación de la movilidad íntima de nuestra mente e intracorporalidad, del desarrollo y especialización de nuestros sentidos? ¿No son todas las tecnologías de las cuales nos maravillamos, vanagloriamos y hacemos uso, reconocimiento y copia de la estructura de nuestra mente y sus sentidos?
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