VELIA JARAMILLO
Las autoridades de Guatemala ya dieron la voz de alarma: insisten en que los cárteles mexicanos de la droga se han enquistado en territorio guatemalteco y buscan expandirse para controlarlo, con violencia que eso implica. De hecho, hay quienes se refieren a los narcotraficantes de México como los “dueños” de aquel país.
Las autoridades de Guatemala ya dieron la voz de alarma: insisten en que los cárteles mexicanos de la droga se han enquistado en territorio guatemalteco y buscan expandirse para controlarlo, con violencia que eso implica. De hecho, hay quienes se refieren a los narcotraficantes de México como los “dueños” de aquel país.
CIUDAD DE GUATEMALA.- A partir de 2008, los cárteles mexicanos de la droga fortalecieron su presencia en Guatemala y han protagonizado enfrentamientos sin precedentes para desplazar a sus competidores locales.El país está en camino de reproducir la narcoguerra que libran en México los cárteles del Golfo y de Sinaloa, advierten expertos.Hasta ahora, dice Julio Godoy, exviceministro de Seguridad, la capacidad de respuesta de los narcos guatemaltecos ha sido casi nula y los cárteles mexicanos se adueñan del territorio. Advierte que si éstos trasladan sus pugnas a Guatemala –y todo parece indicar que así es– los hechos violentos aumentarán.Incluso el presidente Álvaro Colom, en entrevistas que dio a finales del año pasado, dijo que el incremento de la violencia en el país –que en 2008 dejó más de 6 mil muertos–, se debía a “la avalancha del narcotráfico mexicano”.“Hay interés del cártel del Golfo de tomar el territorio guatemalteco, quieren todo; pero donde están fuertes es en el área norte del departamento de Alta Verapaz, en Ixcan –departamento de Quiché– y en Sayaxché –departamento de Petén–, así como en el área norte de Huehuetenango, en la frontera con México”, señaló el mandatario.Esos cárteles han dejado su huella en territorio guatemalteco, donde el año pasado protagonizaron dos grandes enfrentamientos con traficantes locales: en marzo, en el departamento de Zacapa, y en noviembre en Agua Zarca, Huehuetenango, colindante con la población de Comitán, Chiapas. Ambos choques fueron atribuidos a sicarios integrantes de Los Zetas.Como consecuencia de la balacera en Zacapa, donde fue asesinado el presunto narco local Juan León, fueron detenidos 10 mexicanos, entre los que se encontraba Daniel Pérez Rojas El Cachetes, a quien se vincula con Los Zetas.En la matanza de Agua Zarca los agresores, que llegaron en vehículos mexicanos, aprovecharon una carrera de caballos pura sangre organizada por narcotraficantes locales para atacarlos. Aunque la policía reportó 20 muertos, se cree que otros cuerpos y heridos fueron llevados a México por helicóptero y por vía terrestre. La policía detuvo en el lugar a Víctor Hugo Morales González, originario de Xalapa, Veracruz. En allanamientos realizados en la cercana aldea La Mesilla, Huehuetenango, también fueron detenidos Enrique Jaramillo Aguilar, Carlos Alberto Jaramillo Aguilar, Blas Hernández Ayala y Alejandro Morales González. Les decomisaron armas de fuego, municiones, teléfonos celulares, una camioneta con placas de México y radios intercomunicadores encontrados en varias casas de seguridad.En declaraciones a la prensa realizadas el pasado 1 de diciembre, la directora de la Policía Nacional Civil (PNC), Marlene Blanco Lapola, manifestó que este incidente se debió a confrontaciones entre grupos de narcotraficantes locales con Los Zetas.Esa organización criminal, dijo, pretende adueñarse del corredor de droga en Guatemala que abarca Izabal, Zacapa, Petén, Alta Verapaz y Huehuetenango. De acuerdo con información de la PNC y de expertos consultados por la corresponsal, durante mucho tiempo coexistieron en territorio guatemalteco varios grupos de narcos locales: los Mendoza, Ponce y los Lorenzana, quienes controlan la ruta norte, que comprende Izabal, Alta Verapaz, Petén, Quiché y Huehuetenango.En la Costa Sur dominan los Ortiz Chamalé, así como los Luciano y los Cerceño, más cercanos al cártel de Sinaloa.Durante los noventa esta organización fue la que tuvo mayor presencia en el país. Aquí se dice que Joaquín El Chapo Guzmán Loera, detenido en el país en junio de 1993 y hoy prófugo, suele pasar temporadas en territorio guatemalteco.Pero tras la captura en Colombia del lugarteniente de Guzmán Loera en Guatemala, Otto Herrera, en 2007, Los Zetas tomaron por asalto el país y pretenden controlarlo por completo.Los “dueños”Los narcotraficantes mexicanos buscan dominar el territorio mediante la compra de tierras. El pasado 7 de diciembre, un reporte de la Cámara del Agro difundido por Prensa Libre informó que finqueros de la zona fronteriza con México son presionados para que vendan o presten sus predios. Si se niegan, los intimidan y hasta los matan.Consultado por Proceso, un directivo de la cámara afirma que a este organismo le preocupa el incremento de narcotraficantes mexicanos en zonas fronterizas, así como el tráfico de estupefacientes.“Las actividades agrícolas –asegura– son una buena opción para el lavado de dinero y una adecuada base de operación para la construcción de pistas clandestinas.”Y agrega: “Para negociar las ventas de tierra, los narcotraficantes mexicanos suelen recurrir a testaferros locales. La consigna es ‘plata o plomo’”.El 4 de diciembre pasado, el analista Édgar Gutiérrez escribió en El Periódico que, durante décadas, Guatemala fue un corredor para el trasiego de drogas. Sin embargo, ahora es un punto de acopio y distribución. Además, se ha creado una economía derivada de esa dinámica del negocio que abarca la ampliación del mercado de consumo interno, del narcomenudeo y operaciones más voluminosas de lavado de dinero.En el mismo sentido, Carlos Castresana, jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), encargada de combatir a grupos del crimen organizado, advirtió a periodistas locales el 5 de diciembre que “si no se logra cerrar el paso a mexicanos, dentro de dos años serán los dueños del país; esa es la realidad”.En entrevista, Carmen Rosa de León, integrante del Consejo Asesor de Seguridad, sostiene que en Guatemala los cárteles mexicanos, que cuentan con una estructura jerárquica definida, están eliminando a los intermediarios locales.Advierte que “es necesario replantear el Plan Mérida, y asegura que esa es la posición del gobierno guatemalteco. Si dicho plan pone énfasis sólo en México y prevé sólo premios de consolación a los países centroamericanos, serviremos de base para los cárteles mexicanos”.De León propone una estrategia más regional, “que no centre esfuerzos sólo en sacar del país a esos grupos delictivos, porque el efecto no deseado está siendo el corrimiento de la frontera. Ello genera más complicaciones porque los conflictos derivados de esa expansión de los narcotraficantes mexicanos empiezan a involucrar a más países”.
Dominio mexicano
Un reporte de la Oficina Contra la Droga y el Delito de Naciones Unidas, titulado La amenaza del narcotráfico en América, publicado en octubre de 2008, advierte que Centroamérica ha crecido en importancia como región para el tráfico de drogas provenientes de América del Sur y que tienen como destino Estados Unidos.En 1998, expone el documento, 59% de la cocaína dirigida al mercado estadunidense se movía por la ruta Centroamérica-México. En 2000, por este corredor se movía 66%; en 2003 este porcentaje subió a 77%. En 2006, el 90% del alcaloide pasaba a través de Centroamérica.Según el estudio, detrás de este fenómeno se encuentra el creciente dominio mexicano sobre los mercados de cocaína en Estados Unidos. Los colombianos han optado por el Caribe, en tanto que los mexicanos prefieren usar los corredores centroamericanos.“Los países centroamericanos, particularmente Guatemala, al parecer son usados como escenarios para el transporte aéreo y terrestre hacia México, así como para el tráfico de botes rápidos a lo largo de la costa del Caribe. Los centroamericanos pueden tener un papel en la organización logística de los envíos de cocaína”, abunda el documento.También advierte que las incautaciones de heroína han empezado a aumentar en Panamá, Costa Rica, Nicaragua y El Salvador. En Guatemala se localizan cultivos de adormidera en pequeña escala. El informe consigna que 449 hectáreas fueron arrasadas, y se cree que otras 300 hectáreas quedaron para la cosecha, lo que equivale a 42% del cultivo poserradicación en Colombia.Y ha surgido otra amenaza: Centroamérica está siendo usada como punto de entrada de efedrina y seudoefedrina, sustancias precursoras para la elaboración de anfetaminas. Los crecientes controles en México podrían empujar hacia el sur la fabricación de esas sustancias. Para la Fundación Myrna Mack, organismo no gubernamental especializado en temas de justicia y seguridad, Guatemala libra de nuevo una guerra que está dejando como herencia miles de víctimas mortales por año, depravación y atrofia institucional. Considera que en este país están fuera de control los cuerpos clandestinos armados, tanto los locales como los que han venido de fuera, principalmente Los Zetas.En entrevista con Proceso la exministra de Gobernación Adela Torrebiarte asegura: “Este es un tema que no podemos abordar solos ni México ni Guatemala. El corrimiento del narco mexicano ya está afectando a los dos países, y a Centroamérica en general”.El presidente Colom anunció cambios en la estructura de seguridad. Designó a Salvador Gándara como nuevo ministro de Gobernación. Además, ordenó el despliegue de cientos de militares a Huehuetenango y propuso crear una fuerza multinacional contra el narcotráfico, que cabildea con Felipe Calderón.Sin embargo, Guatemala no tiene un buen récord en la colaboración con México para planes conjuntos de seguridad, dice el exministro Godoy:“Cuesta mucho lograr que mandos medios de la Policía Nacional logren hacer conciencia de la seriedad del hecho de que un gobierno se acerque para trabajar temas delicados como el narco”, dice a la corresponsal.Y abunda: “La colaboración entre los dos países se impone. Es un hecho que el narco mexicano ya está en Guatemala, junto a colombianos y grupos locales. Se adueñaron de territorios ‘libres’, generan riqueza, reparten recursos, tienen comunidades prácticamente compradas y la policía está a su servicio.“Habría que ver qué tipo de respuesta hay del Estado, porque en cierto modo hemos tenido una política de convivencia hasta ahora. Pero si el nuevo ministro de Gobernación decide combatirlos, eso puede aumentar la violencia”, remata.
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