Carlos Fernández-Vega
El inefable Luis Téllez “habló de más”, según su propio reconocimiento, al afirmar que Carlos Salinas de Gortari “se robó la mitad de la partida secreta”. ¡A qué Luisito tan bocón!, pero en los hechos se quedó corto, pues él sabe perfectamente bien cómo se utilizó y a quién beneficio la partida secreta, cuando menos en la primera mitad del sexenio de Ernesto Zedillo, durante la cual se desempeñó como jefe de la Oficina de la Presidencia.
Por medio de la partida secreta millones y millones de pesos de los mexicanos fueron utilizados discrecionalmente por cuando menos tres inquilinos de Los Pinos: Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. Cálculos conservadores indican un ejercicio acumulado cercano a mil 400 millones de dólares de 1983 a 1997, de los cuales alrededor de 60 por ciento (855 millones) correspondieron al hijo predilecto de Agualeguas, y el resto se repartió entre el de la “renovación moral” (cerca de 360 millones) y el que nunca tenía cash (170).
Mil 400 millones de dólares al tipo de cambio actual equivalen a más de 20 mil millones de pesos, y los 855 millones de Salinas a 12 mil 600 millones de devaluados billetes mexicanos. Si, como asegura Téllez”, el ex presidente “se robó la mitad”, entonces tenemos una idea aproximada de lo que llevó, aunque quedaría en el aire saber qué hizo con el otro 50 por ciento, así como lo que de dicha partida hicieron de la Madrid y Zedillo: cómo y a quiénes beneficiaron, y a cambio de qué, porque el reparto de los panes (del que probablemente el propio Téllez gozó en tiempos de la “solidaridad”) era igualmente discrecional, aunque no incondicional. Dicho sea de paso, los legisladores no pueden lavarse las manos, no tienen cómo zafarse de la bronca, porque al final de cuenta ellos autorizaban anualmente el monto de la citada partida secreta, y, violando la Constitución, la “legalizaban”.
Difundida por Carmen Aristegui en su programa matutino de radio, Luis Téllez reconoció la autenticidad de la grabación, pero de inmediato pretendió corregir: fue una afirmación “indebida”, por carecer, dijo, de elementos para sustentar lo dicho; “nunca tuve ni he tenido evidencia alguna de acciones ilícitas del ex presidente Carlos Salinas de Gortari”. Esta “precisión” huele a descarada mentira, pero si el actual secretario de Comunicaciones y Transportes quiere reivindicarse que explique cómo Zedillo utilizó la partida secreta y a quiénes benefició. De la correspondiente al sexenio salinista, tendrá que ser el propio ex mandatario quien detalle (a él que tanto le gusta “aclarar” las cosas, por medio de su “oficina”) cómo repartió el pastel, aunque no hay que olvidar que su hermano Raúl fue acusado por la Procuraduría General de la República como uno de los “operadores” y beneficiarios de esos dineros.
El monto de la partida secreta autorizada por los legisladores al Presidente de la República alcanzó su máxima expresión con Salinas de Gortari, a quien año tras año de su sexenio la Cámara de Diputados autorizó miles de millones de pesos para su ejercicio discrecional. Para su primera mitad de gobierno, los inquilinos de San Lázaro también aprobaron lo suyo a Ernesto Zedillo, quien, sin desaparecer la citada partida, se abstuvo de ejercerla (según documentación presupuestal) a partir de 1998. Sin embargo, como tal no ha desaparecido; se maneja en ceros, pero allí está, para cuando la ambición de algún iluminado lo crea pertinente.
La paulatina desaparición de la partida secreta y su “congelamiento” no fue, desde luego, por obra y gracia de Ernesto Zedillo. Por el contrario. A finales de 1997, año en que se tomó la decisión de llevarla a ceros, la mayoría opositora en la Cámara de Diputados obligó a la Secretaría de Hacienda a reducir, terminantemente, la asignación de este tipo de recursos al Presidente de la República.
Sin duda existió una notoria diferencia entre el monto de recursos públicos ejercido por uno u otro de los ex mandatarios citados, pero ello no obsta para que conste que no sólo uno sino todos los integrantes del círculo más cercano al presidente en turno se beneficiaron, de una u otra forma, de la partida secreta. Todo dependía del grado de cariño que el inquilino les tuviera. Así, en la compra-venta de favores y complicidades acostumbrada en el circuito del poder, suena lógico que los mandatarios y sus “íntimos” (entre ellos algunos diputados que avalaban la violación del 74 constitucional) obtuvieran beneficios personales de esos dineros, como debe haber sucedido con Salinas de Gortari cuando Miguel de la Madrid despachaba en Los Pinos, cuando éste supuestamente rendía cuentas a José López Portillo, y así por el estilo. ¿Cuántos funcionarios del salinato y zedillato se beneficiaron con esta muy peculiar fórmula? Esa pregunta detalladamente la puede contestar Luis Téllez, porque en ambos sexenios perteneció al círculo de “íntimos”.
Que “habló de más”, de forma “indebida” y sin “elementos para sustentar lo dicho”, pero Luis Téllez puede reivindicarse: que detalle el reparto del pastel en tiempos de Salinas y de Zedillo. Tal vez con eso se saque la espina, pero sólo será una, porque de inmediato debe responder por las nuevas grabaciones que han salido a la luz pública (todo indica que por cortesía de un “Carpintero”), en las que el actual secretario de Comunicaciones y Transportes queda igualmente embarrado.
Las rebanadas del pastel:
Como siempre, los únicos agredidos por ese tipo de ejercicios igual de discrecionales que de antidemocráticos son quienes pagan la voluminosa factura: los mexicanos, que tampoco en este tema tienen derecho a saber qué, cuánto, cómo y a quiénes benefician sus dineros. La historia se repite: es la del Fobaproa, la del inagotable inventario de “rescates” y “salvamentos” privados con recursos de la nación, la del atraco a las reservas internacionales y tantas otras que por decisión gubernamental permanecen en el más ignominioso secreto... Y en pleno discurso triunfalista del inquilino de Los Pinos, brinca a la palestra otro “catastrofista”: el FMI de nueva cuenta redujo su pronóstico para la economía mexicana. Que lío: ¡tantos catastrofistas para tan pocos optimistas!
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sábado, febrero 14, 2009
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