Por Jorge Lara Rivera
“Lo que el gobierno está haciendo es actuar”. Tan categórica afirmación pronunciada, tratándose de quien se trataba y siguiendo a la palabra “crisis” era para dejar perplejo a cualquiera.
El telenoticiero matutino de súbito se convertía en ara de iluminaciones y la vuelta de vacaciones en auténtica transustanciación. Ante tamaña sinceridad todo se tornaba posible.
Fue un brevísimo instante de epifanía. Apenas podía creerse. Y aunque sólo era un momento, tal ejercicio de autocrítica y expresión de verdad resultaban inéditos en un país como el nuestro y más proviniendo de un gobernante en ejercicio. Por descontado, nunca cabría esperarlo de su parte, sobretodo dados los turbios antecedentes de su ascenso al poder y su llegada al despacho presidencial “haiga sido como haiga sido”.
Así, por más que se estuviese oyendo y viéndolo decir aquello al titular del Ejecutivo federal, de plano, resultaba insólito.
Totalmente de acuerdo. Sí. ¡Si eso es –precisamente– lo que se reprocha a su régimen: su fingimiento, simulación, falsía, doblez, histrionismo, hipocresía, manejo escénico, representación fársica, concepto actoral de la función pública!
Fue fugaz, es verdad, pero ha sido uno de los lapsus de mayor azoro vividos en estos últimos ocho años de gobiernos federales panistas. Y cómo iba a regateársele el reconocimiento. Pero…
Tristemente, las frases subsiguientes borrarían la impresión primera, destrozarían el efímero espejismo, desterrando las vanas ilusiones forjadas.
Aquél pronunciamiento había sido simplemente una manera de expresión, un recurso retórico, una oración inacabada, suspendida su prosodia de modo arbitrario e inconveniente… ¡Lástima!
Mucho menos sorpresiva, originada por el rechazo de los diputados a las cuentas de 2002 y 2003 de la desaseada administración de Vicente Fox, resulta la puntada de un “ocurrente” legislador panista, quien ha querido presentarlo como “un triunfador que tiene asegurado su lugar en la historia”, cuando salta a la vista que resultó un enorme fiasco hasta para los embaucadores (nomás pregunte a Lino Korrodi) que, con auxilio de la mercadotecnia y de los dineros llegados del extranjero, lo catapultaron a Los Pinos. En cuanto a eso de “su lugar”, tal halle uno, pero será de personaje caricaturesco en alguna historieta bufa.
Ah, pero eso sí, lo puede compartir con los mismos ridículos quienes, pretendiendo proteger un decoro inexistente en él, pagaron desplegados de prensa (ojalá no con dinero de la Lotería Nacional) para defender lo indefendible de esa lamentada –desde luego que se la mento– gestión.
A propósito, la última del “clown” Vicente Fox exhibe el agravamiento de sus padecimientos mentales (esquizofrenia, narcisismo y delirio persecutorio), pues asegura que el rechazo a sus cuentas se debe a que los diputados ¡le tienen miedo porque forma parte del equipo de planeación de estrategias del PAN para la campaña de la elección del 5 de julio, ya próxima! ¿Lo pueden creer?
Tales desmesuras sólo admiten comparación con las del presidente de su partido, el histérico Germán Martínez quien, alarmado por el anuncio del PRI de buscar un Juicio Sumario a ese payaso se pone a chillar en Internet queriendo dictar cátedra sobre la poca congruencia, ¡él, cuya vida entera es un cúmulo de incongruencias!
¿O piensa que los ciudadanos son bobos o no tienen ya bastante muestra para comparar lo decentes que resultaron? ¿Se le olvidan los estropicios de los avorazados hijos de Marta, la brujerina, del Creel adúltero o su procurador embarrado en el narco y las transas hispanocampechanas desde antes del avionazo, los turbios negocitos de familia, con Hildebrando al frente, etcétera, etcétera?
Por lo visto, en ese partido que se precia de cristiano y católico, intentar el examen de conciencia y atreverse a un poco de autocrítica, no les caería nada mal.
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