martes, junio 30, 2009
Detrás de la Noticia. Legalizar las drogas
Ricardo Rocha
30 junio 2009
“Fracasa la lucha antinarco” cabecea EL UNIVERSAL y con toda razón. Las declaraciones de José Miguel Insulza no tienen desperdicio. Y es que si el secretario general de la OEA no se pronuncia abiertamente por la despenalización del consumo de drogas se debe solamente a su estatus diplomático: los países miembros han dicho estar en contra de la legalización, “por lo tanto no creo oportuno emitir mi opinión”; en cambio, reconoce que el poder de fuego del narco ha rebasado a los policías de la región, por lo que países como México se han visto obligados a usar sus ejércitos con todo el riesgo que ello implica en materia de derechos humanos. Lo indiscutible, dice, es que el flujo de drogas al mercado no ha bajado en ninguna parte; por el contrario, se ha incrementado.
No son pocas las voces que desde hace años hemos advertido que la gran mayoría de los enormes problemas derivados de las drogas es porque éstas son ilegales. Lo mismo los muertos y la sangre vertida cotidianamente que la violencia del fuego cruzado que mata inocentes. El manejo corrupto de toneladas de dinero que contaminan gobiernos, bancos y jueces. El desperdicio de recursos que pudiendo ser destinados al desarrollo se tiran a la basura de esta guerra perdida. Además del desgaste brutal al que se ven sometidos los gobiernos.
Ya hemos dicho que el narcotráfico se sustenta en una gigantesca y productiva hipocresía. Y que la única razón de su existencia es que cierto tipo de drogas —básicamente mariguana, cocaína y sintéticas— han sido declaradas ilegales. Lo que genera grandes cantidades de dinero debido al estratosférico precio que alcanzan por su manejo clandestino.
Mientras que en cualquier farmacia se pueden conseguir drogas legales que provocan similares efectos de euforia, excitación o letargo que las drogas prohibidas. Y que en ciertas dosis matan igual. Ni qué decir de la más devastadora de todas las drogas que genera millones de muertos cada año al interior de las casas o en las calles: el alcohol. Y que sin embargo es no sólo socialmente aceptada sino publicitada y ponderada.
No hay pues ninguna diferencia ni ética ni física ni estética entre los daños que causan todas estas drogas, salvo por el hecho de que las prohibidas originan un negocio que produce montañas de dinero no únicamente a los narcotraficantes sino a los policías y gobiernos que terminan siendo sus empleados. Lo que se define como crimen organizado.
Por eso, urge más que nunca poner en el centro del debate nacional e internacional la legalización de las drogas. Porque no hacerlo, insisto, sería muy sospechoso.
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