Ricardo Andrade Jardí
Son horas determinantes para la moderna historia de nuestro continente. Honduras es el laboratorio de las oligarquías latinoamericanas. De los grupos corruptos, de los eternos privilegios, frente a las mayorías explotadas; de los intereses capitalistas de las grandes trasnacionales, del control imperial. De la derecha Iberoamericana… Los que en su nula vocación democrática intentan experimentar la suerte y la muerte, que desde hace años, han planeado para el continente latinoamericano.
Si los golpistas logran sus objetivos, los cuales sólo serán posibles si los organismos internacionales juegan un tibio y cómplice papel, las frágiles democracias latinoamericanas se verán en peligro. Las pocas conquistas populares encaminadas a la construcción de economías más justas por la vía pacífica serán el objetivo constante del retrógrada conservadurismo burgués del continente.
Nada justifica un golpe militar. Nada justifica el derrocamiento de un gobernante electo por su pueblo, y no por los intereses corruptos del poder del dinero, no importa cuántos comisionados de Derechos Humanos intenten justificar la barbarie, el indigno papel del Congreso hondureño, debe ser el ejemplo de lo que no podemos seguir permitiendo en ninguno de nuestros países. La democracia latinoamericana requiere de un rápido crecimiento, para lo que es urgente insistir en formas de participación ciudadana, que le permitan a los pueblos tomar las decisiones fundamentales para su convivencia social de forma directa, sin corruptos representantes, que son capaces de denigrar la dignidad de un pueblo a cambio de un aparente confort, a cambio de las limosnas que las oligarquías reparten para seguir explotando a los pueblos latinoamericanos.
E igualmente condenable es el mediocre y cómplice papel de los medios de comunicación privados, que como siempre, han optado por apoyar la barbarie y no la libertad de expresión, por abrir las puertas a los viejos gorilas adiestrados por el imperialismo yanqui con toda la oscuridad que eso significa.
El mayor delito, político, de Manuel Zelaya, no es otro que el de proponer una consulta, sin carácter vinculatorio, en un intento previo a una Asamblea Constituyente, si así lo hubieran decidido los ciudadanos, ante leyes dictadas y escritas en los años 80, por la Casa Blanca, que en el fondo son todo menos justas.
El golpe militar contra el mandatario electo de Honduras en un golpe contra la democracia continental, es un atraso en el desarrollo de la precaria y apenas naciente democracia latinoamericana, es una agresión contra todos los pueblos de la región que durante años han sido sometidos a la explotación, el saqueo, la humillación, a la desnutrición, a la tortura sin fin, a la muerte joven…
No permitamos el regreso de los gorilas, de la noche sin fin, que ya sabemos que ellos significan. Desconozcamos toda forma de desgobierno usurpador, que no sea producto de la voluntad popular, no permitamos que las oligarquías rapaces: “le cierren las puertas a las revoluciones pacíficas, que no es otra cosa, que abrir el camino hacia las revoluciones violentas”.
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