Tres millones de niños trabajan en condiciones de explotación
Carlos Fernández-Vega
Producto de la crisis económica internacional –como la definen en Los Pinos, como si aquí no pasara nada–, México tiene el ingrato privilegio de ser el indiscutible campeón latinoamericano en lo que a pérdida de empleo formal se refiere. En todas las naciones regionales se observa una caída en el número de plazas formales generadas, pero ninguna pérdida absoluta como en el caso mexicano, la cual se registra desde noviembre de 2008.
De hecho, en el contexto latinoamericano y todavía en tiempos en los que la tesis del catarrito inamoviblemente con vigor se defendía cotidianamente en el discurso oficial, en México se observó la menor tasa de generación de empleo formal con todo y seguridad social (porque ahora la moda es contar con empresas formales y empleados informales): en enero de 2008 el reporte daba cuenta de una proporción menor al 4 por ciento anualizado, contra 6 por ciento en Brasil, 8 por ciento en Chile y 10 por ciento en Perú. A partir de ese momento la caída mexicana ha sido permanente y desde noviembre pasado las cifras en este renglón han sido permanentemente negativas. Así, en las buenas, en las malas y en las desastrosas, México conserva el campeonato, con todo y presidente del empleo (mejor dicho, a causa de).
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la Cepal, revisó el panorama laboral de la región, y entre sus conclusiones destaca la siguiente: sólo en México se registra una caída absoluta del empleo formal con seguridad social. Si bien aún no se dispone de información suficiente, cabe esperar que la disminución de la dinámica de la demanda laboral se refleje en un aumento de la informalidad, tanto por la expansión del sector informal como por la informalización de una parte del empleo en empresas formales. En este contexto, su más cercano competidor, Costa Rica, reporta una tasa positiva superior a uno por ciento; la mexicana es negativa en más de 2 por ciento (cifras al cierre del primer trimestre de 2009).
Aún así, la Cepal advierte que los niveles de ocupación están empeorando en la región, en algunos países de forma moderada (Brasil y Colombia, por ejemplo) y en otros con mayor contundencia (México en primerísimo lugar). Sólo en Uruguay y Venezuela, y muy levemente en Argentina, aumentó la tasa de ocupación en la comparación interanual.
En un contexto de enfriamiento económico, destrucción de puestos de trabajo y poca demanda laboral, apunta la Cepal, los hogares tienen dos opciones: pueden aumentar la oferta laboral para compensar la pérdida de ingresos (por desempleo o reducción de salarios u otros ingresos laborales) o retirar a alguno de sus miembros en edad de trabajar del mercado laboral si prevalece la percepción de que existe una probabilidad tan baja de conseguir un empleo deseado que no valdría la pena asumir los costos de la búsqueda. En términos generales, la primera actitud prevalece en hogares de bajos ingresos y la segunda en hogares con ingresos más elevados, lo que implicaría un mayor aumento del desempleo o de la informalidad (o ambos) en los primeros.
La evolución de la participación laboral ha sido muy diferente en hombres y mujeres. Con la excepción de Uruguay, se mantiene la tendencia de largo plazo de reducción de la brecha de la tasa de participación entre ambos sexos. Esto ocurre porque la tasa subió en el caso de las mujeres y bajó o se estancó en el de los hombres (lo mismo en Brasil, Chile y Venezuela), o porque la tasa subió más para las mujeres que para los hombres (Colombia), o que bajó menos para las mujeres que para los hombres (Ecuador, México y Perú).
Como consecuencia de la evolución de la tasa de ocupación y el comportamiento de la tasa de participación, en la mayoría de los países aumentó el desempleo abierto, con las excepciones de Venezuela y Uruguay, donde la comparación interanual muestra una mejora en 2009, y en Argentina y Perú, que muestran una tasa de desempleo en el mismo nivel en el primer trimestre de 2008 y de 2009. Los datos del primer trimestre indican que el aumento del desempleo golpeó tanto a hombres como a mujeres. Sin embargo, en esta fase los sectores que concentran la ocupación masculina fueron más afectados por la crisis. En Brasil, Chile, Colombia y México el desempleo urbano subió más para los hombres que para las mujeres, en un contexto en que la brecha de participación entre hombres y mujeres se redujo. Sólo en Ecuador la tasa de desempleo de las mujeres subió más que la de los hombres. Aun así, la tasa de desempleo de las mujeres en todos los países continúa superando marcadamente la de los hombres.
El enfriamiento de las economías regionales también se refleja en la evolución del empleo cubierto por la seguridad social. Este tipo de empleo había crecido a tasas elevadas durante los últimos años y a partir del tercer y cuarto trimestres de 2008 la tasa de crecimiento interanual comenzó a sufrir un marcado retroceso. Sólo en México se registra una caída absoluta de este tipo de empleo. Si bien aún no se dispone de información suficiente, cabe esperar que la disminución de la dinámica de la demanda laboral se refleje en un aumento de la informalidad, tanto por la expansión del sector informal como por la informalización de una parte del empleo en empresas formales. La evolución de los salarios reales del empleo formal ha sido mixta. Por una parte, en algunos países, como Brasil y Uruguay, la caída de la inflación y el aumento de los salarios mínimos han contribuido a un incremento del promedio de los salarios reales. En Chile el aumento fue menor a causa de la débil demanda laboral y el crecimiento del desempleo. En otros casos no se han producido cambios o incluso se advierten disminuciones como efecto, entre otras razones, de una inflación relativamente elevada. Para el caso mexicano no hay que adivinar: el salario real cayó, y el discurso del presidente del empleo calló.
Y ya llegan las cifras oficiales de desempleo en mayo de 2009.
Las rebanadas del pastel
Y para conmemorar el Día Mundial Contra el Trabajo Infantil, la Organización Mundial del Trabajo informa que en México alrededor de 3 millones de niños laboran en condiciones de explotación y carentes de seguridad social. Además de ser ilegal, esos niños explotados representan alrededor de 7 por ciento de la población reconocida oficialmente como económicamente activa (mayor de 14 años).
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