Francisco Luna Kan
Como actividad humana la política concierne a todos los habitantes, pero la práctica de ella, principalmente en el área electoral, por disposición constitucional, queda restringida para su ejercicio en el grupo poblacional de 18 años de edad para arriba. Cuando el individuo llega al tiempo para ejercer los derechos ciudadanos, puede incursionar en el proceso de votación, si cumple previamente con el Registro Electoral Nacional, en la obtención de credencial que lo acredita para votar y ser votado en las contiendas que regula, vigila y califica el Instituto Federal Electoral, o IFE como es más conocido entre la población.
La fecha en que se efectúan las elecciones para acreditar a los funcionarios son variables, según los niveles de gobierno y el cargo de elección de que se trate. Las hay federales, estatales y municipales. Para el desempeño de presidentes y síndicos municipales, diputados locales y federales, senadores, gobernadores y presidente de la República.
Los tiempos para el ejercicio del cargo a que se convoca a elegir, varían de tres a seis años. Cada entidad federativa organiza su proceso electoral y sólo existe coincidencia en la fecha de las elecciones federales: presidente, senadores y diputados de este rango. Unas cuantas de tipo estatal se efectúan coincidentemente con los federales. Pero hasta ahora no se vislumbra la reglamentación legal para que en el país pudieran existir sólo 2 elecciones en el lapso de un sexenio.
Cuantas veces se menciona la posibilidad de simultaneidad del ejercicio electoral, surgen variados argumentos en contra. Las causas que se exponen son las más diversas. Algunas tienen sólida explicación en tanto otras no la poseen. Lo que es indudable, es que el financiamiento de las campañas políticas actuales es muy elevado y como “del mismo cuero salen las correas”, el IFE regula, según niveles de votación precedente, el presupuesto que otorga el gobierno para los procesos. De ser estos disminuidos, los gastos oficiales también lo harían.
Si el número de elecciones se redujera, se supone que habría menor erogación en su preparación, realización, ejecución y evaluación. Vamos, habría menos gasto público. Tal vez esta situación sea la que no desean los partidos y algunos políticos. Pugnan los que así piensan que no habrá motivo para modificar este múltiple y costoso calendario electoral. El dinero debe llegar a impresores para hacer carteles y leyendas, para pintar bardas, imprimir volantes que se distribuyen a domicilio. Anunciarse en espectaculares con la efigie de los candidatos. Contratar “spots” en radiodifusoras y cadenas de televisión. Organizar mítines para que la gente conozca al candidato de “carne y hueso”. También preparar en el domicilio de algún cuate, una visita que concentre a varios vecinos para escuchar algún proyecto “novedoso” del candidato.
Las campañas políticas actuales deberían dirigirse a orientar sobre la función que tiene asignada, constitucionalmente, un legislador federal (diputado), para evitar la confusión prevaleciente sobre la actuación que se espera de un representante en la Cámara correspondiente. Como un Partido Político es el que lo postula al cargo, deberá conocer la parte medular del programa partidario, con relación a los problemas nacionales y con base en ellos, garantizar a sus electores la firmeza en su actuación. Adicionalmente también asumiría compromisos de gestión ante diferentes niveles de la administración, para acelerar programas resolutivos a favor de los habitantes de la comunidad.
Los días que se viven son apropiados para que los candidatos comenten cuál es el significado de la emisión del voto. Existe una fuerte corriente para impulsar la abstención o, lo que parece más absurdo, la anulación del voto. Concretar una u otra de estas posibles acciones del votante me parece que constituiría la negación o la autoexclusión de uno de los principios de la democracia: la participación ciudadana. ¿Para qué exigir la obtención del derecho al voto a los integrantes de una comunidad que no desea ejercer esta función? Sería grave contradicción la asumida por quienes reclamando actitudes políticas constructivas renunciaran a la prerrogativa del voto como una forma de expresión de protesta.
Es verdad que pudiera existir un vacío entre militantes de un partido político y el cumplimiento de sus documentos básicos por parte de sus dirigentes. Pero en este caso, la abstención o nulificación del sufragio, no haría mella en la dirigencia para obtener la anuencia y apoyo de la base.
En todo caso se requiere una actitud más participativa de los militantes de un partido y de dirigencias más relacionadas con ellos. Es al interior del organismo donde se buscaría la congruencia de las partes. Cosa distinta es la expresión que se hace al través de la boleta electoral que añadida a las del mismo sentido hacen la suma para conocer resultados de posiciones y dan el triunfo al que obtenga la mayoría de sufragios.
Por el bien del país, es necesario entendernos para lograr causas comunes. Evitemos la confusión en la sociedad nacional. La conciencia individual depurará el pensamiento en la estructura del colectivo poblacional. Pongamos un alto para detener la difusión de ideas y actitudes confusas. Se impone el análisis reflexivo.
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