sábado, junio 13, 2009
PRI-PAN, dictadura perfecta
A fines de agosto de 1990, tuvo lugar El siglo XX, la experiencia de la libertad, encuentro dedicado a cantar las glorias de la lucha anticomunista. Auspiciado por Televisa y el gobierno, contó con la presencia de intelectuales de derecha bajo la dirección de Octavio Paz. En él se produjo breve y enjundioso debate sobre las dictaduras latinoamericanas, provocado por una intervención de Mario Vargas Llosa en la que brilló una frase: “México es la dictadura perfecta”.
El escritor peruano se equivocó, no en el camouflage que atribuyó al régimen político mexicano ni a los sobornos que aplica al medio intelectual, menos en su afirmación de que las dictaduras han tratado de crear “algo equivalente al PRI”, pues aquí mismo tal imitación la hace el PAN, sino al exagerar la perfección de esa dictadura, pues las acciones de la democracia mostraron, ya a mediados de los 90, sus carencias y la profunda contradicción de su régimen político con las aspiraciones del pueblo mexicano y, sobre todo, en la perdurabilidad del dominio priísta. Mas acertó en que a México no se le puede exonerar de la tradición antidemocrática de las dictaduras: sus características se reproducen aquí aunque “con un matiz que es más bien su agravante”, que ha sido común casi a todo el periodo posrevolucionario, incluidos los nueve años del PAN.
Hoy estamos en un momento político importante. Definamos: México es la dictadura perfecta o, bien, con los cambios de mediados de los 90 y la exclusión del PRI de la Presidencia en el 2000, se abrió una época democrática.
Ciertamente la exclusión del PRI de la Presidencia abrió las posibilidades de una época de transición en la que habían empeñado grandes esfuerzos la izquierda y las fuerzas democráticas, mas la ascensión panista al poder y la aplicación de una política de cerrazón derechista frustró esas posibilidades. El momento más grave de esa cerrazón fue el fraude electoral que desconoció la victoria del gran movimiento popular encabezado por López Obrador (“el personaje colectivo que puede desempeñar un papel transformador”) e impuso a Felipe Calderón como Presidente. Le siguieron graves violaciones de la legalidad republicana, acciones de fuerte tinte autoritario que han cerrado el paso al desarrollo de la perspectiva progresista.
Y no sólo eso. La introducción de la Plataforma Constitucional de los Candidatos de Izquierda revela: “El grupo en el poder ha planeado un proyecto que excluye a las fuerzas democráticas representativas de la mayoría del pueblo pobre del país y establece la hegemonía de viejos dinosaurios y de arrepentidos críticos de la septuagenaria dictadura, poniendo en grave peligro las instituciones forjadas en luchas históricas del pueblo mexicano”.
Ese proyecto inició una violenta campaña mediática de desprestigio de las organizaciones y partidos de izquierda, aprovechando las graves deformaciones de los principios políticos e ideológicos democráticos de los grupos internos de presión de esos partidos. El objetivo de esa campaña es reducir a su mínima expresión la presencia de la democracia y acentuar el predominio de los partidos y fuerzas de derecha, PRI y PAN.
Expresa una alianza fundamental de PRI y PAN: la política económica favorable a la oligarquía nativa y su asociación con los consorcios multinacionales, aunque en lo público desenvuelvan un teatro de rencillas a pretexto del reparto de curules arrebatadas a la izquierda.
Ese proyecto corrige a Vargas Llosa: la dictadura perfecta sólo podía prolongarse en el nuevo siglo con un agregado al PRI, aquel que goza de un pasado, ya traicionado, de tradiciones democráticas y con peso en los grupos capitalistas más conservadores, la llamada iniciativa privada; ese es el PAN.
A ese proyecto hay que oponer las fuerzas de la democracia mexicana. Se hace necesario encontrar formas para reagrupamiento de ésta evitando acciones que la dispersen, como sería la campaña por la anulación del voto, que afectaría a las fuerzas de izquierda pues resulta evidente que no penetraría al aparato político-confesional del PAN ni al corporativismo priísta, ajenos a toda campaña ideológica.
Un centenar de intelectuales y militantes ha ideado una respuesta: la Plataforma Constitucional de los Candidatos de Izquierda. Se trata de poner en manos de luchadores sociales y políticos, miembros de las organizaciones que la sociedad ha reconocido como partidos de izquierda y de todos los votantes, un instrumento para que como ciudadanos militantes reclamen de los candidatos un compromiso: luchar por la creación de un Congreso que encabece al Estado en la solución de la crisis económica, social y política. Les reclamamos, desde esa voz colectiva de 100 ciudadanos, asuman propuestas hacia un nuevo pacto político fundamental a partir del cual un nuevo horizonte político pueda abrirse para nuestro país.
Es esta la convocatoria a un esfuerzo, independiente incluso de las élites de las organizaciones reconocidas como partidos de izquierda, por conservar y ampliar la presencia de la izquierda, la democracia mexicana, esa fuerza histórica que ha encabezado las luchas más profundas y trascendentes por la soberanía popular, por la democracia, por el desarrollo nacional.
Analista político, miembro del PRD.
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