Rómulo Pardo
El minoritario socialismo actual mira al pasado y presente.
Los pueblos hoy no votan por el socialismo sino por el liberalismo en sus formas conservadora o socialdemócrata.
Sin embargo la única política de respeto, seguridad y conservación para toda la humanidad es el socialismo.
La situación del socialismo a comienzos del siglo XXI muestra que no es una opción de poder. En el marco de consumismo masivo, real o esperado, la racionalidad productiva socialista no es atractiva. Se pide mercados abarrotados de objetos necesarios o no y para eso se piensa con razón que lo mejor es un gobierno de los empresarios.
Su potencialidad, en cambio, si se mira al futuro es muy diferente.
Se marcha a una serie de crisis que pondrán fin al sistema. La producción al capricho de capitalistas no será posible por los graves problemas de energía, cambio climático, juego financiero, súper población, déficit alimentario, escasez o agotamiento de recursos minerales. La cesantía, hambre, migraciones, violencia, de millones son inevitables.
Las corporaciones lo saben y se preparan. Van tras un gobierno mundial, una reducción de la población, el control de todos los recursos naturales, la globalización de la OTAN, su brazo armado. Preparan la dictadura terrestre.
El socialismo actual, con la excepción poco explicitada de Cuba, se desentiende de estos hechos. Se ocupa de discusiones, discursos y exigencia heredadas del siglo XX. Sus luchas suponen una economía de crecimiento permanente, más consumo para todos, liberar las fuerzas productivas mediante su socialización, superar a la burguesía en el reparto de bienes. Pero guarda silencio sobre el obligado decrecimiento.
Lo más grave, conservar ese enfoque para una historia global muy diferente le impide introducir ahora propuestas para el mañana.
Su problema es asumir que no va a ganar elecciones y gobiernos ofreciendo una economía planificada, solidaridad, racionalidad, sustentabilidad ambiental, bienes culturales ilimitados.
En cambio se ilusiona en hacer suyos triunfos políticos antiimperialistas de países de estructura capitalista, muy valiosos pero no socialistas; identificarse con procesos que, por tanto, van en la misma dirección de la crisis corporativa.
No es el momento para ser mayoría, la tarea socialista de la época es analizar la realidad, proyectar sus efectos futuros, explicar el peligro para los pueblos en desarrollo y prepararlos cómo enfrentar esas crisis. Las planificaciones para una civilización de siglos austeros. Es la hora de difundir y organizarse.
En cierto momento el socialismo no será una opción fundamentalmente valórica sino de sobrevivencia de la especie como totalidad.
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