Por: Arturo Cano / La Jornada
13 de julio 2009. - Mientras el presidente Manuel Zelaya continúa empujando a Estados Unidos y promete acciones para regresar a su país, aquí unos rezan para que no vuelva y otros siguen en las calles para traerlo de regreso. En un complejo deportivo llamado Villa Olímpica, las gradas semivacías parecen dar la razón a los seguidores de Zelaya: muchos de los asistentes a las marchas blancas en apoyo al golpe de Estado van porque los empresarios, sus patrones, los obligan a asistir.
A pesar de la convocatoria a través de la televisión y la radio, de las planas enteras en los periódicos, la Iglesia Católica, la Confraternidad Evangélica, la Red Apostólica y la comunidad judía no llenan un pequeño estadio de béisbol. Los organizadores deben pedir a la gente que abandone las gradas y se reúna en el césped, frente al templete. Apenas se ocupa una sexta parte del campo.
“¡Bendito seas, Dios, por esa libertad que la democracia nos ha traído a Honduras!”, grita el pastor en el arranque de la Jornada de oración por nuestra nación. Los organizadores presumen un evento que se transmite a todo el mundo, a través de una red satelital evangélica, y se hacen presentes canales de televisión nacional, incluidos el 5, privado de gran audiencia, y el 8, que es el oficial.
Kevin Enamorado, representante de la comunidad judía, afirma que discutieron mucho si aceptaban la invitación de los jerarcas católicos, “porque nuestra comunidad no tiene posición política de ningún tipo”. Aceptaron, y Enamorado aprovecha para hacer “un enérgico llamado a todos a la paz, que no estamos dispuestos a cambiar ¡ni mucho menos a negociar!”.
Luego se hace sonar el enorme cuerno llamado shofar: “¡Con este sonido los ángeles de Dios bajan para proteger del mal a las almas buenas de Honduras!”, explica otro representante de la comunidad hebrea.
Y el evangélico completa: “¡Es el sonido de nuestra victoria en Cristo!”.
Otro de los victoriosos presentes es Darwin Andino, obispo auxiliar de Tegucigalpa, quien con el cardenal Andrés Rodríguez Madariaga enfrentó a Zelaya por el tema de la consulta popular: “El país no se puede entregar al chavismo ni a nadie, pues queremos seguir siendo libres e independientes”, aseveró Andino tres días antes del golpe.
Andino niega que el cardenal, a quien en 2005 se llegó a mencionar como papable en el Vaticano, haya estado al tanto de los preparativos del golpe, pues asegura que ni siquiera se encontraba en el país.
“El profundo atavismo de fervor cristiano que existe en Honduras mantiene en las capas modestas de este país un extraordinario potencial de movilización” (AndréMarcel d’Ans. Honduras después del Mith. Ecología política de un desastre. Cedoh, 2008). El mismo autor, desaparecido el año pasado, decía que la ardiente religiosidad y el fervor militante de los hondureños resultan muy temibles para los políticos.
Ciertamente, algunas (iglesias) se han manifestado en público, han participado en las marchas, blanqueadas y perfumadas, han hablado de paz y de diálogo junto a las armas. Han cerrado sus ojos y sus corazones al dolor de los que han sido brutalmente golpeados, perseguidos. El discurso teológico ha sido similar al discurso golpista. La Constitución es Dios. Ambos invitan al diálogo y a la paz sin restituir el orden constitucional. A la Constitución rogando y con la culata dando, afirma Juan Almendares, ex rector de la Universidad Autónoma de Honduras.
No todos los líderes religiosos están con el golpe, naturalmente. Con los zelayistas marcha el Movimiento Cristiano Popular y en los primeros días tras el golpe el Consejo Diocesano de Pastoral de la Diócesis de Santa Rosa de Copán emitió un comunicado que decía: “Repudiamos la sustancia, la forma y el estilo con que se le ha impuesto al pueblo un nuevo jefe del Poder Ejecutivo”.
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