Julio Hernández López
La reciente catástrofe electoral del calderonismo aceleró el proceso de sucesión de quien sólo duró tres años en el ejercicio real de un poder siempre impugnado. Como figura central se consolidó la hechura televisiva cuya etiqueta de venta dice Peña Nieto,, con un priísmo abiertamente instalado en la ruta de retorno a Los Pinos, bajo la tutela del eterno aspirante a la resurrección, Carlos Salinas de Gortari, que pareciera haberse colocado como árbitro y conductor del proceso interno de postulación de candidato presidencial sin rupturas (recuérdese que, además del gobernador del estado de México, está en la etérea lista de aspirantes el jefe de los senadores priístas y de una parte de la estructura directiva de tres colores, el sonorense Manlio Fabio Beltrones).
Frente a la presunta aplanadora del PRI no hay propuesta viable del PAN, perdido como está entre las pretensiones felipistas de imponer un cacicazgo sin pudor, al pretender que sea nuevo presidente del partido un personaje cuyo mayor y casi único mérito político ha sido la cercanía con quien ahora ejerce el clásico dedazo pinolero desde un sitial pintado de blanco y azul. La invención de César Nava para sustituir a Germán Martínez ha evidenciado de manera cruda las carencias y perversiones del PAN-gobierno y ha colocado a este binomio en la irónica situación de no tener un gallo fuerte para dirigir al destrozado partido conservador, mucho menos para postular con viabilidad a alguien para los comicios presidenciales de 2012.
Con Mouriño muerto, Germán convertido en sinónimo galopante de la derrota, y un equipo de gabinete que nunca ha tenido la talla política mínimamente aceptable y que no sólo no ha crecido, sino que se ha empequeñecido, Felipe Calderón pareciera destinado a habilitar cualquier carta a última hora para presentar una pelea desmoralizada. En el peor momento de su historia, con una derrota electoral enorme a cuestas y un desastroso ejercicio de un poder de facto, el felipismo, presuntamente educado en la mejor línea doctrinal del PAN, ha generado a este partido derechista un increíble déficit de cuadros políticos viables. No es que la caballada esté flaca: no hay caballada, y por ello se mencionan nombres y apellidos de relleno, como Creel, Espino, Gómez Mont, Vázquez Mota e incluso, en el colmo caricatural, a los mínimos secretarios Cordero, Ruiz Mateos y Córdova Villalobos. ¿Quién, de ellos, podría ser el candidato exitoso del PAN descuartizado?
En la izquierda partidista se viven purgas, farsas y desvíos tales que multiplican las dificultades para remontar las circunstancias adversas que se han creado para tratar de impedir una segunda postulación de López Obrador. Durante más de tres años se ha desplegado una campaña negra contra el tabasqueño, la que ha prendido en los segmentos sociales que naturalmente están contra las posturas del ex jefe de gobierno capitalino y, además, en una parte de ciudadanos desinformados y manipulables que han asimilado sin crítica ni contexto las múltiples acusaciones calumniosas contra AMLO. La prolongada guerra mediática contra el todavía perredista ha funcionado hasta ahora, pero aún falta ver si persiste esa eficacia mientras el andamiaje institucional del calderonismo se cae a pedazos y mientras el país se hunde a causa de problemas globales pero, en especial, por culpa del mal manejo de la vertiente nacional que ha hecho el equipo húmedo y seco de Los Pinos (humedad ambiente; sequedad política e intelectual).
En espera de las resoluciones mayores está Marcelo Ebrard, el jefe del gobierno capitalino que hasta ahora se ha movido con discreción, sosteniendo al mismo tiempo dos trazos futuristas: la relación funcional con el movimiento social encabezado por López Obrador, sin romper, pero tampoco apoyando abierta y firmemente, y el tibio y en ocasiones poco afortunado esfuerzo por construirse una imagen personal, con alternativas propias. En caso de que no se diera la postulación de AMLO, el único candidato viable para conjuntar la fuerza externa, la del movimiento social antes mencionado, y las estructuras perredistas, incluso si siguieran controladas por los Chuchos, sería el ex militante del PRI y del Partido del Centro Democrático, el camachista de origen Marcelo Ebrard. Claro que el PRD por sí mismo, sobre todo en un escenario de escisiones lopezobradoristas, podría postular a otros personajes (se insiste en la figura ahumada de Lázaro Cárdenas Batel, el gran mudo de Michoacán, bajo cuya administración se consolidaron los cárteles previamente acogidos y tolerados por gobiernos priístas, y que al igual que su padre se resiste a hablar hoy de lo que tanto le concierne en términos regionales e históricos, justamente en los momentos en que ese estado vive terribles momentos a causa del narcotráfico y la guerra contra él). Pero esos aspirantes sólo serían simbólicos, meramente partidistas, nacidos para dividir (hasta el propio Chucho podría prestarse a una patraña así, aunque es muy probable que no le seguiría en una aventura presidencial ni la muy mal tratada niña de sus comerciales egocéntricos).
Los principales precandidatos ya están en el foro, como Peña Nieto, Beltrones, López Obrador y Ebrard. Falta la aparición de algún panista que por allí salte, más el reciclamiento de personajes delicados como el doctor De la Fuente, que podría arribar a algún cargo mediano que le dé presencia natural en los medios en el tramo que va al 2012. Pero aún falta mucho tiempo para las definiciones. Mientras tanto, el país va de tumbo en tumbo, sin mando ni siquiera espurio, con crisis de toda índole y la grilla prematuramente desatada.
Y, mientras los grandes compradólares siguen anónimos, y la Iglesia católica acepta las disculpas de la policía de misas, y los legisladores brincan por el rollo felipista de la cédula hildebrándica de identidad, y siguen las protestas contra la impunidad que rodea al caso de la guardería ABC y sus 49 niños muertos, ¡hasta mañana, con Hugo Chávez hablando del fin del petróleo mexicano y los vecinos chupadores!
jueves, agosto 06, 2009
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