25 septiembre 2009
“Una vida inactiva es una muerte prematura”.
Goethe.
I
Acepte el caro leyente la respetuosa solicitud de éste escribidor de que la entrega de hoy llevará por tema el que se consigna en el tìtulo, Mussio Cárdenas. Mussio, de Coatzacoalcos, Veracruz, era un periodista orgulloso de su solar y de su oficio.
Y ese oficio era, siempre lo fue, el de quijote en pos de las verdades que se ocultan en las palabras de los humanos y en la dramaturgia –o comediaturgia-- del ejercicio del poder fueren cuales fuesen los atuendos no pocas veces carnavalescos de éste.
Nuestro personaje estuvo entre nosotros durante ocho décadas completas y un año y tres meses, apenas, de la novena. A los 81 años, su armadura física, damnificada por una patología inexorable, cedió a la dicotomía axial de naturaleza.
La patología fatal no minó, empero, su espíritu recio ni su aguda lucidez para registrar, discernir, comprender e identificar los componentes de su entorno inmediato y del contexto general mediato. Fue un luchador fiel a sí mismo y a los demás.
Por ello, el aforismo del creador de la moraleja literaria devenida de los atajos conductuales tomados en pos de la felicidad por el personaje conocido como el doctor Fausto y sus contratos con Lucifer antójase verismo.
Mussio vivió así, con arreglo fidelìsimo a un código de conducta personal y profesional muy estricto, en el que lo que advertíase, como didascalia moral y ética, su adhesión a la congruencia, virtud, señálese, cada día más rara en los humanos.
Y es que, cierto antojaríase, aquèl que vive en la inactividad física y mental –neuronal u hormonal o una u otra-- es individuo fallecido tempranamente, tal vez en el umbral mismo de la adquisición de conciencia de ser y de estar a los pocos años de su natividad.
II
Mas al referirse a la enriquecedora conocencia y amistad con Mussio, éste escribidor no puede disociarse vivencialmente de sí mismo ni de los paralelismos de la relación de fraternidad con aquél. El deceso de Mussio es discernido mediante prismas personales.
Así, el aforismo goethiano es atañedero al deceso --el pasado 20 de septiembre— de Mussio, amigo entrañable digamos desde 1948 cuando él tenía 20 años de edad y éste escribidor, adolescente apenas, lo había convertido, unilateralmente, en su émulo.
Mussio (bautizado Jesús Mucio) Cárdenas Cruz tomó nota de la existencia del escribidor cuando éste, a los 12 años de edad, había iniciado un periódico impreso en mimeógrafo, “La Voz del Estudiante”, y una revista cultural, “Vidriera”.
Mussio era el modelo a seguir en una vocación, la del escribidor, compartida por sus hermanos menores Emilio, Francisco (o “Chico”), Paulino e incluso un cuñado, así como su propio vástago, Mussio también por nombre, destacado en el periodismo.
De éste escribidor diríase que la vocación por el periodismo fue cincelada por un abuelo materno autor de panfletos políticos incendiarios --de vena anarco-sindicalista-marxista--, originario de Galicia, y de una madre que escribía versos en gallego.
Cincelada, igual, por un abuelo paterno que padeció con su propio padre –el bisabuelo— las mazmorras de Ulúa y una abuela recursiva, que no se arredraba, paridora de 14 hijos, algunos de quienes tuvieron por destino la Revolución Mexicana.
En ese entonces –el lar nativo estaba habitado, tal vez, por diez mil personas, quizá menos-- los periodistas de nota eran el propio veinteañero Mussio, Fernando Castro Ruiz, Javier Zea Salas y un predecesor de todos ellos, Rubén Salazar Mallén.
Señálese que años más tarde, Castro Ruiz sería, emigrado que hubo al Distrito Federal, jefe de redacción de El Universal de los Lanz Duret, pero en Puerto México (tal era el nombre de Coatzacoalcos) había fundado mucho antes el primer Diario del Istmo.
III
Pocos, en las nuevas generaciones de periodistas del ámbito suriano e istmeño de los Estados de Veracruz, Oaxaca y Tabasco --la cintura geográfica de México, por donde partió Quetzacoatl al Mayab-- ignorarían a los mencionados, predecesores pioneros.
No sabrían, quizá, del propio Mussio, aunque su vigencia local trascendía al estadio estatal, al nacional incluso. Tampoco sabrían de los anteriores a él, o sus contemporáneos ni tendrían noticia de la maestría moral y el legado ético de Mussio.
Legado de verticalidad y, como ya se dijo, de congruencia. Es una herencia pedagógica. La verticalidad y la congruencia pera desechar en el ejercicio intelectual, como lo hacía Mussio, al explicar la realidad con buena fe y honestidad consigo mismo.
En ese ejercicio intelectual, que Camilo Taufic describió como de “dirección social”, Mussio rondaba lo profético; veía lo que otros no. Sin embargo, era obsesivo y escrupuloso con los hechos. Éstos hablan, decía; hay que entenderlos.
En ese talle de la patria desde el río Coatzacoalcos --en donde nació La Malinche—y el Candelaria (do Cortés decapitó a Cuauhtémoc, a quien luego colgó para asegurar su muerte), explicar las secuelas de idiosincrasias siempre ha sido tarea ingrata, peligrosa.
Volvamos a Mussio. Su personalidad tenía por atributo la serenidad, heredada, tal vez, de su padre, quien con el progenitor del escribidor, habían incursionado en la política en Coatzacoalcos; ambos eran amigos, sábese, desde sus infancias.
Al paisanaje y la contemporaneidad y la coincidencia del oficio periodístico entre los Cárdenas Cruz y los patronímicos Fernández Ponte concurren otros adhesivos: la influencia emulativa de Mussio en los sueños y anhelos del escribidor.
Esa influencia permeó. Hoy subyace bajo la dermis en un un acervo experiencial que deambula por los ciclos definidos por las coyunturas de la vida y del quehacer periodístico. Ese es el legado insoslayable de un hombre con muy pocos pares.
ffponte@gmail.com
www.faustofernandezponte.com
Glosario:
Do: apócope de donde.
Goethe, Johan Wolfgang von (1749-1832): dramaturgo y científico alemán.
Salazar Mallén, Rubén (2005-1986): abogado, escritor, periodista alemán. Autor de varios liros literarios. Se le conoció como “La bestia negra de la literatura mexicana” o “El lobo solitario”. Su estilo periodístico era, por definición propia, “corrosivo”. Militó en el Partido Comunista Mexicano, al cual renunció.
Lecturas recomendadas:
Cuauhtémoc, de Salvador Toscano. Populibros La Prensa..
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