viernes, septiembre 25, 2009

"Doce monos"


MÉXICO, DF, 23 de septiembre (apro).- En la especulación de la teoría del complot, del sabotaje o de la desestabilización social todo se vale. Las últimas cinco explosiones a negocios y sucursales bancarias, el ataque de Luis Felipe Hernández Castillo, y hasta el sibilino secuestro del avión del predicador Josmar, han desatado una serie de conjeturas que desembocan en la hipótesis de la conspiración. La descomposición política y el aumento de la pobreza, aunada a la incapacidad de los dos últimos gobiernos panistas, podría considerarse como el mejor espacio para la reactivación de los grupos armados en México, cuya longevidad data desde finales de la década de los sesenta, es decir, desde hace cuarenta años. Después del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994 y de la aparición del Ejército Popular Revolucionario (EPR) dos años después, los grupos guerrilleros en México –entre 14 y 17, según datos extraoficiales-- buscan reorganizarse desde la clandestinidad más estrecha, provocando con ello una gran preocupación en el gobierno federal, que se ha acercado a exguerrilleros insertos en tareas públicas con la intención de conocer qué planes tienen para el futuro; si preparan una gran movilización armada para el 2010, aprovechando el doble aniversario de la Independencia y la Revolución, o para el 2012, en consonancia con el relevo presidencial. Carentes de información clara y precisa, los funcionarios del gobierno federal especulan de un resurgimiento zapatista en Chiapas o del EPR en Oaxaca y Guerrero, o de otros grupos más pequeños en zonas marginadas de Puebla, Veracruz, Hidalgo, Michoacán, Querétaro, Estado de México y Distrito Federal, zonas que coinciden también con áreas donde se encuentra el narcotráfico. Las bombas caseras de gas butano que han explotado a partir de septiembre han prendido los focos de alerta del gobierno federal que, al igual que parte de la opinión pública, se encuentra desconcertado por la adjudicación de los atentados por parte de grupos totalmente desconocidos y con protestas fuera de lo común. Pocos se sabe de los tres grupos que se han acreditado las explosiones: España Signus Francescos; Células Autónomas de Revolución Inmediata "Práxedis G. Guerrero", y Frente de Liberación de Animales (FLA). Tan poco se conoce de dichos grupos, y tan irreales son sus demandas –rechazo a construcción de un penal de alta seguridad y freno al maltrato a los animales--, que dan la impresión de que en realidad no existen y que podrían ser caretas de otras agrupaciones criminales o políticas que están ensayando nuevas acciones para probar los sistemas de seguridad nacional. Aunque en el historial de acciones de la guerrilla en México se registran atentados a instalaciones bancarias o de empresas trasnacionales, ninguna de las agrupaciones armadas que siguen vigentes tiene un perfil como las tres que se mencionan, y menos tienen en su ideario de lucha demandas como la defensa de los animales, el calentamiento global o auguran catástrofes ambientalistas. Sus metas van más allá y se centran en el cambio del modelo económico, el fin de la pobreza, la defensa de los derechos de los pueblos indígenas y la transformación del sistema político, entre muchas otras. Pudieran tomarse como signo de inconformidad social los bombazos de este mes patrio, una expresión del hartazgo de algunos sectores. Pero si se observa con suspicacia, podrían ser anzuelos para ver la reacción de las agrupaciones armadas que probablemente están activas en la clandestinidad en varias zonas del país. En vía de mientras, los atentados agitan más las aguas sociales y confunden a la opinión pública en estos momentos de crisis. Y junto con el aerosecuestro de Josmar y la aparición de Luis Felipe Hernández Castillo en el metro Balderas, donde asesinó a dos personas porque, según su propia explicación, trataron de impedir la realización de pintas contra Felipe Calderón --todo esto en sólo cuatro semanas--, podrían dar pauta a una historia surrealista y cinematográfica, a la segunda parte de aquella película estadunidense "Doce Monos", en la que un grupo de jóvenes ambientalistas realiza un sabotaje al sistema financiero con la idea de crear el caos y dar inicio a una nueva etapa.

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