27 noviembre 2009
"El proceso (de reforma básica) que aguarda será complicado y con claros rasgos de menanzante violencia".
Luis Linares Zapata.
I
Como ocurrió fedatariamente en la primera década de siglo XX, en México persisten indicios de un agotamiento estructural de las formas de organización económica y política prevalecientes; ello también adviértese no sin ominosidad en lo social. Persiste un vacío en el ejercicio del poder político del Estado. Ese vacío crece. Y en ciertos cenáculos del poder formal ya se toman previsiones.
Esas previsiones, si bien no merecerían el calificativo de conspiratorias, indican una preocupación entre los mismos personeros del poder político del Estado, el cual abarca, precísese, en el entramada constitucional corriente, a las vertientes ejecutiva, legislativa y judicial. En las dos últimas parecen darse aprestos para controlar daños percibidos en la primera, la ejecutiva.
Ello nos lleva a la definición política del fenómeno: como todo vacío no permanece en esa condición por tiempo indefinido --según las leyes de la física--, regístrase en el caso un proceso paralelo: mientras crece la vacuedad, también aumentan las fuerzas que inexorablemente la llenarían. De hecho, la están llenando, aunque no totalmente.
Mas llenar el vacío no es ni mecánico ni automático. Demanda andar y desandar caminos de laya variopinta. Ciertos poderes fácticos contemplarían incluso mover los hilos de una titiretería coyuntural para que incluso Andrés Manuel López Obrador y sus afines contribuyan a llenar otro vacío consustancial, el de compartir potestades no necesariamente formales.
Contribuye a la definición del fenómeno la existencia de un equilibrio fragilísimo entre los distintos grupos de poder en pugna que, en el caso, serían identificables: (1) el que representa don Andrés Manuel, (2) el del que identificaría a Carlos Salinas como su facilatidor mayor, (3) el del narcotráfico, y (4) el de la gran oligarquía local y trasnacional.
Existen otros grupos de poder sin alcance nacional --que llamaríamos menores o baratarios-- que se representan en sus figuras conocidas, las de alguno gobernadores. De éstos, el más visible es el mexiquense Enrique Peña Nieto, quien parece haber concitado (y obtenido) el apoyo de la inmensa mayoría de mandatarios priístas locales en sus afanes presidencialistas.
El vacío se traduce en la ausencia sobrentendida del gobernante o del gobierno, discernida dicha ausencia en cuanto a las limitaciones o incluso la inexistencia de un alcance efectivo. En ese sentido, la figura vacìo en el ejercicio del poder polìtico del Estado no coincide con la del "vacío de poder". El poder constituido está allí, sin ejercerse a cabalidad; no se ha ido ni desaparecido.
II
Reitérese así, que aquí se alude a un vacío por la ineficiencia o cortedades del desempeño de facultades de la investidura asignada a los personeros del poder político del Estado, distinto del concepto general "vacío de poder" que, como bien lo describe Weber, se refiere al uso de potestades mismo en una correlación de fuerzas dada en un ámbito constituido.
El vacío al que aludimos es el que deviene de la descomposición del poder político como elemento constitutivo del Estado subordinado al pueblo, que es el elemento constitutivo mayor y más importante de éste. La subordinación no ha existido de hecho en el Estado mexicano no obstante que nuestra Carta Magna es muy clara y precisa en los enunciados acerca de ello.
En la letra, la soberanía reside en el pueblo, pero el poder político es el que la administra con arreglo a ciertas premisas y costumbres y, en general, la cultura de nuestra constitucionalidad misma, que es de contradicciones entre lo orgánico y preceptivo y los códigos específicos. Las previsiones jurídicas son difusas.
Al administrar el poder político a la soberanía popular, la ha secuestrado, atándola a los intereses creados, de grupo o particulares, de los personeros de dicho poder político. Tal aberración --extrema, si cabe la redundancia-- tiene consecuencias, la más visible la de su descomposición contagiosa, infectante, cuyas manifestaciones han sido, son, disolventes y subversivas.
Esa descomposición tiene origen no muy reciente, pues se remonta al instante mismo en que el poder político del Estado dispuso unilateralmente, bajo la cultura del presidencialismo omnímodo y autoritario, imponerle al pueblo una forma de organización económica demostradamente atentatoria de los intereses de los demás elementos constitutivos de dicho Estado.
El autoritarismo en el comportamiento del poder político del Estado alcanzó una de sus manifestaciones más trágicas en 1968, con la matanza de Tlatelolco, y luego, con la "guerra sucia" contra discrepantes ideológicos de 1970 a 1976, y más tarde, en 1082 y 1989, con la adhesión antidemocrática a la filosofía de un modelo, el del neoliberalismo, ajeno a la experiencia histórica de los mexicanos.
III
En esos tres hitos en el lapso de una generación, el poder político del Estado exhibió una inequívoca susceptibilidad a la descomposición de sí mismo, la cual le ha conducido al debilitamiento actual de sus figuras emblemáticas, al fortalecimiento digamos relativo de grupos o estratos sociales sometidos, la atomización del alcance moral del poder y, eventualmente, la desintegración.
Y allí estamos. Ello es, sin duda, lo que está ocurriendo hoy. La figura de poder ha sido, hasta hace poco, el Presidente de la República, pese a que éste ha sido (como en los casos de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, el ya citado Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón) proclive a actuaciones que mellan sus potestades.
Weber establece --según consigna Bobbio-- que el vacío se define históricamente en el desanlace de la muerte o desaparición de la figura del poder que, en el caso, sería el Presidente de la República. No en vano Manlio Fabio Beltrones, jefe de la bancada priísta en el Senado, acoge propuestas de la UNAM para sustituir al Presidente de la República.
En efecto, el Instituto Belisario Domínguez, que preside el senador Beltrones, es recipiendario de propuestas elaboradas por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Univeridad Nacional Autónoma de México. Las propuestas se formulan en el entorno de convocatorias a reformar el Estado. El señor Beltrones tiene una propuesta reformadora propia.
Éstos aprestos bien pudieren atizar suspicacias, especulativamente, acerca de que cada grupo de poder se apresta a una eventualidad cada día más posible: sustituir constitucionalmente al señor Calderón. ¿Sería esa la vía para que un grupo de interés en pugna con otros llene el vacío en el ejercicio del poder político del Estado?
ffponte@gmail.com
http://www.faustofernandezponte.com/
Glosario:
Baratarias: vocablo usado por Miguel de Cervantes en su novela cumbre, la de Don Quijote. Por barataria se infería alguno inexistente o simbólico.
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