Se usa el decir popular de la misma piedra porque en ambos casos Calderón ignoraba tanto la fortaleza y las potencialidades de los criminales como lo aguerrido del SME y los extremos a que puede llegar. Esto es, ignorando a su enemigo, se lanzó contra él con los ojos vendados.
En ambos casos ignoraba no sólo la fortaleza de los recursos institucionales, sino también su falta de aptitud para las características de la lucha a librar. No basta creerse fuerte, si esto no se compara con quién y el tipo de lucha a librar.
Contra el crimen resultó que sus lustrosos aparatos simplemente no funcionaron. En el caso del SME, sus abogados nada pudieron contra la sabiduría y sagacidad de Nestor de Buen y Raúl Carrancá. Tampoco estimaron que hubiera una juez que aplicara verticalmente la razón y la ley.
En la lucha contra el crimen han quedado 15 mil muertos, y los objetivos que con tanto bombo se anunciaron están tal vez más lejanos que hace tres años.
En la otra guerra, la del SME, un Estado que se dice democrático atenta contra uno de los principios mismos de la democracia, el sindicalismo; deja sin sustento a 40 mil padres de familia, que siendo afiliados a ese sindicato, ellos, como individuos, nada tienen que ver con las causas aducidas por el gobierno y, respecto de la dirigencia sindical –sus verdaderos adversarios, según Calderón–, no olvidar que en su calidad de secretario de Energía, presidió por dos años al órgano de gobierno de la empresa y no mostró ningún escozor por una situación que conoció a fondo y cuyos destinos tuvo en sus manos.
Ya tuvimos la semana pasada con el bloqueo de los accesos a la capital una muestra no sólo de la capacidad de convocatoria del SME, sino de la franca disposición de otros agrupamientos para solidarizarse con él; por ejemplo, el de los telefonistas. Y, ¡ojo!, el sindicato de la UNAM también se unió al bloqueo, y vamos por más.
Si a estos dos ejemplos le sumamos la creciente pobreza, la expansiva inseguridad, el imparable desempleo, un campo arruinado, la amenaza de la influenza y, sobre todo, la increíble torpeza del gabinete en conjunto, hay razón para exclamar: ¡en qué caos nos metió, señor Calderón! Y vale también preguntar: ¿seguiremos tropezando con piedras semejantes por tres años más?
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