Juan Manuel Rapacioli
Corrían las horas y los compañeros de histórica militancia y los nuevos, velaban las esperanzas en una plaza que nuevamente revalidó su título de histórica.
Nada hacía pensar que el fracaso de un “no positivo” viniera a empañar las ilusiones albergadas por más de un cuarto de siglo.
Pero la espera se hacía larga. Las columnas seguían ingresando a la historia. Y los cantos eran uno, en una polifonía de voces, que gritaban en contra de la asfixia y a la posibilidad de una nueva comunicación en nuestra patria.
Las horas pasaban, pero una vez más se iban acumulando en nuestra alma conjunta para venir a atesorar la militancia revolucionaria y la resistencia.
La voz de nuestra eterna inmortal nos validaba la necesidad, porque teníamos el derecho.
Y era cierto nomás, la organización vence al tiempo.
No había un solo lugar para impuros. La pasión todo lo ocupaba. Desgreñados, disfónicos, hambrientos, sudorosos, una vez más era “el subsuelo de la patria sublevado”.
Ahí estábamos los jóvenes, estábamos lo viejos, estábamos los niños, estábamos las mujeres, estábamos los hombres, a la espera de algo inédito: la sanción de una ley, una herramienta, un punto en donde apoyar nuestra palanca para cambiar el sistema comunicacional de nuestra Patria y así llegar a la redistribución equitativa de la palabra, para poder incidir en el imaginario popular, para poder mostrar y multiplicar nuestros artistas, nuestros filósofos, nuestros obreros, nuestra eterna lucha intentada truncar tantas veces por la brutalidad de las armas. Ahí estábamos con “ardiente paciencia” .
Otro nuestro también nos dijo: “nada puede hacerse sin la alegría del pueblo”. Las batucadas, el fultbito improvisado y los bombos, también eternos, el tamborileo encantador que agita el corazón, la postura tribal en pleno asfalto rodeando una tibia pizza, a la espera, con la esperanza intacta.
Cuando sonaron las 2 y 27 de la madrugada, y se proclamó la muerte de ese jalón cargado de sangre, dolor y desesperanza, de ese instrumento de la mas brutal derecha económica que nos arrebató la palabra, se esparció la buena nueva en el fervor multiplicado, y en un reguero de espíritus conjuntos sepultábamos la vieja ley de la dictadura.
Hemos parido una nueva ley, una joven ley, nuestra, de los que estamos y de los que no están. Una ley de todos, una ley popular, una ley democrática.
Eran las 2 y 27 de la madrugada, y los oligopolios lentamente empezaron a armar sus valijas para partir al destierro.
Tantos formados y formales y funcionales tienen preocupación por lo que viene. Calma! Calma!. Nosotros nos ocuparemos que los medios de una cooperativa no sean un instrumento creado para explotar al laburante. Estaremos atentos para que las radios comunitarias no oculten una mera intensión pecuniaria. No permitiremos que los medios de los pueblos originarios pongan a una mapuche sobándose en un caño. Que las radios de frontera continúen defendiendo la patria y no transen con los intereses internacionales. Que las PYMES sean eso, y no testas de los grandes mezquinos de siempre que quieren todo para ellos. Y además, calma, porque el pueblo en su conjunto no permitirá que se envenene el alma de esta recién nacida ley.
Sabemos que en todo ámbito hay traidores, cipayos, vendepatrias, y “no positivos”. Obvio, venimos todos de un mismo plexo social.
Pero calma. Así como en un cuarto de siglo no nos han vencido, todo este tiempo también ha servido para crear los anticuerpos contra infiltraciones maliciosas.
No nos han vencido, y si algún compañero encuentra a alguno de los nuestros, del 55 al hoy, que sepa vivamente que no nos han vencido.
Es comprensible el enojo de ellos, hemos cometido el peor de los pecados: somos felices en la lucha, “porque la lucha es vida y el que renuncia a la lucha renuncia a la vida”
Hemos cometido el peor de los pecados: impusimos la agenda, le arrebatamos ese patrimonio y juntos, contra todo y todos, pudimos llegar a las máximas esferas institucionales de nuestra patria para gritarles desembozadamente qué es lo que el pueblo quiere. No hay perdón ante el pecado de la agenda arrebatada.
Nos tocará vivir lo que viene bajo la mirada impiadosa de ellos, a los que la multitud abruma, pero que sepan que ya tenemos el instrumento que nos permitirá multiplicar las voces y contarles así a nuestro pueblo que vamos por una nueva ley de entidades financieras, por el estatuto del peón, por una ley de partidos políticos, por la recuperación de papel prensa, que sepan que estamos dispuestos a comunicarle con nuestros medios a nuestro pueblo que vamos decididamente por el reparto equitativo de la riqueza.
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