Con esta medida, la Madre Patria se convierte en la quinta nación del mundo, junto con Estonia, Francia, Grecia y Finlandia, en decretar el acceso de sus ciudadanos a la Red como un derecho universal.
El hecho contrasta brutalmente con lo que sucede en México, donde aun pagando las tarifas más caras del mundo, 7 de cada 10 mexicanos no tienen acceso a la Red.
Peor aún, de los mexicanos que tienen la posibilidad de hacerlo, apenas 5 por ciento –uno de cada 20 mexicanos– tiene acceso a una banda ancha de un megabit.
Para ver en toda su dimensión el drama del atraso tecnológico de México, basta decir que Corea, Francia, Suecia, Australia y Japón tienen una velocidad de banda ancha no de uno, sino de 100 megabits.
Estados Unidos, España, Dinamarca, Noruega y Alemania lo tienen de 50 megabits. Y naciones como Polonia, Irlanda, las repúblicas Checa y Eslovaca, Grecia y Hungría, andan en los 20 megabits.
El reporte 2009 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) revela la pobre condición mexicana en un sector estratégico y fundamental para el desarrollo. Ocupamos el último lugar entre los 30 países listados en velocidad de Internet.
El servicio de Red más rápido que se puede adquirir en México es de 4 megabits. Doce veces menos velocidad que los punteros. Más aún, el país que ocupa el penúltimo lugar en la lista, Turquía, ofrece poco más de 10 megabits. Dos veces más que México. Penoso, ¿no?
La Cámara de Diputados demostró que en sus dominios pueden suceder cosas increíbles, como hacer que los minutos se detengan y aprobar un documento inacabado.
Seis días antes de que falleciera “El Apá”, fue señalado en un testimonio como secuestrador. Sus presuntas víctimas siguen esperando justicia.
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