El “gran apoyo”, se fundamenta en el reconocimiento de cinco países: EE.UU., Perú, Colombia, Panamá e Israel, y dos o tres más que, asegura O’Grady, “reconocerán” las elecciones, pasando por alto la opinión de organismos internacionales como la ONU o la OEA, que ni siquiera enviaron observadores internacionales. “Naciones Unidas no está envuelta de ninguna manera en las elecciones hondureñas del próximo fin de semana” (3), comunicó el portavoz del Secretario General de la ONU, Farhan Haq pocos días antes de su celebración.
La expresión “La derrota de Chávez” sorprende porque el presidente venezolano no participaba en las “elecciones”, como tampoco lo hicieron los más de 100 hondureños que retiraron sus candidaturas al considerarlas ilegítimas e ilegales (4). Alguien podría expresarlo como “la derrota de la democracia”, pero, no nos engañemos, porque lo que se pretendía con esta maniobra era limpiarle la cara al golpe de Estado y sólo se ha conseguido el reconocimiento de EEUU y sus secuaces más leales, logro previsible desde que se perpetró el golpe.
También se ha conservado el status quo vigente, pero ha sido la escasa participación la que ha derrotado al proceso mismo, al corroborarse que el respaldo real con el que los golpistas cuentan se sitúa en torno al 20-25% de la población.
Así pues, los datos demuestran que cinco países y la quinta parte de los hondureños -o poco más- sostienen la pantomima de un gobierno “legítimo”, colocando sus propios intereses económicos por encima de una libertad y una democracia huecas en sus discursos.
Leer el editorial de O´Grady puede ser un sano ejercicio para reconocer cual es el papel primordial de los medios de comunicación corporativos, porque de sus chapuceras mentiras sólo puede deducirse que el periódico con más lectores de EEUU, el Wall Street Journal, no es una fuente fiable de información, y si lo más parecido a “un perro de presa de News Corporation, el grupo mediático de Rupert Murdoch, que gruñe a los ‘parásitos’ que amenazan a su dueño”, tal y cómo lo definió Andrew Clark, periodista de The Guardian.
La tragedia es que, aunque este periódico no se afana en encubrir sus infamias bajo medias verdades u otras técnicas de manipulación más sutiles, si el que lo lee no se molesta en contrastar la información o no cuenta con un conocimiento aceptable de lo que acontece en el mundo, pensará que Honduras “(…) consiguió derrotar las aspiraciones coloniales de sus vecinos más poderosos y preservar su Constitución (…), sin saber que dicha constitución se redactó en 1982, justo cuando EEUU decidió que las dictaduras latinoamericanas debían aparentar otra cosa, aunque continuasen los asesinatos de dirigentes de izquierda y Honduras funcionase como base para aterrorizar al pueblo nicaragüense.
Otras falsas ideas que el lector del Wall Street Journal puede hacer suyas a partir de este editorial, inciden en que las elecciones transcurrieron “sin incidentes” (5), y son ”(…) un triunfo nacional en sí mismo para toda la gente que ansía la libertad (…)”, aunque las organizaron los promotores del golpe, el ejército veló frente a las urnas y se obligó a funcionarios públicos a acudir a votar o a asistir al cierre de campaña de Elvin Santos (6) (7).
La prueba irrefutable del éxito de estas elecciones está en ”(…) el hecho de que EE.UU. haya dicho que reconocerá su legitimidad (…)” y la que demuestra una participación tan buena como en las últimas elecciones presidenciales, en que “(…) algunos centros de votación incluso se quedaron, por un tiempo, sin la tinta indeleble usada para marcar los dedos meñiques de los votantes (…)”. Argumentos que el Wall Street Journal debe considerar tan sólidos como para mostrárselos a una oveja que aprendió a leer.
Según datos de la web del Tribunal Supremo Electoral de Honduras, en las elecciones presidenciales de 2001 se registró una participación del 66,27% (8), y en las de 2005, cuando Zelaya ganó a Porfirio Lobo, la participación fue de poco más del 55% (padrón electoral: 3.978.550 / votos escrutados: 2.190.398) (9).
El 30 de Noviembre el TSE publicaba un documento en el que fijaba la participación en las “elecciones” del día anterior en el 61,30%, y la comparaba con un “46%” (10) supuestamente registrado en 2005, dato que los medios internacionales en general dieron por bueno en sus informaciones pero que no coincide con los registrados en la propia web del TSE (55%) seguramente porque su fuente son varios medios de comunicación afines a la oligarquía (La Tribuna, El Heraldo, Canal 10) en lugar de sus propios datos, y su intención, disimular la baja participación por comparación con 2005.
La torpeza de situar el 61,30%, cifra supuestamente oficial del TSE en estas “elecciones”, junto al resultado de la encuesta a pie de urna de una organización afín a los golpistas, “Hagamos Democracia”, con un supuesto resultado en la participación del 47,60% y un margen de error del 1,18% ya hacía dudar de ese 61,30%.
El Frente Nacional de Resistencia Popular mantiene que sólo el 21,5% de los hondureños participó en las elecciones, cifra que se acerca al conteo a boca de urna del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras (CODEH), que afirma que los votantes no superarían el 22%, con un margen de error del 4,5 por ciento (11).
Pero sigamos leyendo el editorial: “(…) Los socialistas latinoamericanos trataron de desacreditar la democracia hondureña como parte de un esfuerzo para forzar la restitución del depuesto presidente Manuel Zelaya. Ambas partes sabían que si eso sucedía el proceso electoral estaría en riesgo.
Zelaya ya ha mostrado sus cartas cuando organizó a una turba para tratar de llevar a cabo un referendo popular fijado para el 28 de junio para cancelar las elecciones y permanecer en el cargo. Fue una medida ilegal y por ello fue arrestado por orden de la Corte Suprema y, posteriormente, desplazado del poder por el Congreso por violar la Constitución (…)”.
Tal y cómo explicaba Zelaya en una entrevista al diario El País, él acababa su mandato este año y no podía presentarse a las siguientes elecciones de Noviembre, puesto que la consulta o encuesta para proponer una asamblea constituyente que pudiese alterar la ley iba a realizarse ese mismo día. Recordemos que la propuesta al pueblo hondureño ni siquiera era vinculante, y aunque hubiera podido llevarse a cabo y ganado el Sí, la reforma constitucional que permitiese la reelección continúa del presidente habría tenido lugar mucho más tarde.
Así pues, no existía posibilidad para Zelaya de presentarse a las siguientes elecciones y mucho menos “permanecer en el cargo”. Ni siquiera de presentarse a la reelección.
Y se leen infamias hasta el final, pero en mi opinión, se desmontan por sí solas y no merecen comentario:
“(…) La semana pasada, un funcionario del gobierno me dijo que los servicios de inteligencia hondureños se habían enterado (…) Insulza siguió las instrucciones desde Caracas para aplastar la soberanía hondureña (…) todos los candidatos presidenciales, a excepción de uno proveniente de un pequeño partido de la extrema izquierda, querían que se celebraran los comicios (…), aunque Insulza insistió en tildar la deposición de Zelaya de un “golpe de estado”, el ejército nunca tomó el control del poder (…) preside una OEA desacreditada (…) Estados Unidos entendió, después de cuatro meses, que se había equivocado (…) Barack Obama asumió la presidencia con la intención de instituir una política exterior basada en el multilateralismo. Tal vez esta experiencia le enseñe que la libertad realmente tiene sus enemigos (…)”.
Así se las gasta el periódico con más lectores de Estados Unidos.
Por eso los pobres gringos están como están, perdidos en un mar de mentiras y viviendo dentro de las patrañas que les orquesta su gobierno.
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(8) Pag. 13. http://www.tse.hn/jc/
(9) Pag. 1. http://www.tse.hn/jc/
(10) http://www.tse.hn/jc/sala_
(11) http://www.rel-uita.org/
Esta mentira ocasiona mucho daño a la humanidad, tanto como una guerra. De manera que ya no se debería seguir tolerando que se mienta impunemente en los medios de comunicación. Tendría que haber un Tribunal Internacional que castigue a quienes sin ética alguna tergiversan de tal forma la realidad con el objeto de lastimar a pueblos enteros por defender los intereses de las oligarquías a nivel mundial.
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