miércoles, diciembre 23, 2009

Inocua, la reforma de Calderón


Manuel Bartlett asegura a Proceso que la propuesta de reforma política de Felipe Calderón es inocua y adelanta que no sólo no va a mejorar la relación entre el Ejecutivo y los diputados, sino que también existe el riesgo de que los poderes fácticos, es decir, las televisoras, se fortalezcan. Priista de viejo cuño, el exsecretario de Gobernación, exgobernador de Puebla y exsenador califica de mediática y fantasiosa la iniciativa del Ejecutivo, y adelanta: los partidos no la van a comprar.

MÉXICO, DF, 23 de diciembre.- Aun cuando se halla fuera del ámbito donde se toman decisiones y distanciado de la nueva generación de priistas empecinados en recuperar la Presidencia de la República en 2012, Manuel Bartlett Díaz no pierde de vista el tablero del ajedrez político.
“Felipe Calderón es un presidente sin autoridad, que da golpes mediáticos, uno tras otro, sin concretar uno solo. Parece un náufrago tratando de salvarse”, dice el poblano en su faceta de analista, tarea que ejerce desde hace 24 años y aún lo mantiene en forma.
Dos veces secretario de Estado, gobernador de Puebla, senador y precandidato a la Presidencia, este priista de viejo cuño es sensible a los vaivenes de la administración de Felipe Calderón.
“Esas ideas del presidente fortalecerán a los poderes fácticos, a la televisión y a los empresarios agrupados en la extrema derecha. Por ejemplo, cualquier candidatura ciudadana que no pase por la televisión será igual a nada”, dice, en referencia a los que considera “defectos” de la propuesta de reforma política lanzada por el Ejecutivo.
Bartlett vivió su momento más crítico como servidor público en 1988, cuando se le acusó de operar el presunto fraude electoral mediante el cual Carlos Salinas se entronizó en Los Pinos, en perjuicio del candidato de izquierda Cuauhtémoc Cárdenas. Ahora, 21 años más tarde, el poblano es uno de los políticos vetados por el duopolio televisivo por su oposición a la llamada Ley Televisa, que fue frenada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
Desde su pequeño despacho ubicado en un viejo edificio de la colonia Roma, en la Ciudad de México, donde recibe a Proceso, Bartlett reitera: “Felipe Calderón hizo una propuesta de reforma política que los partidos no van a comprar, al menos no completa. Eso se supo en menos de 24 horas. Pero, eso sí, escuchamos un discurso grandilocuente, difundido ampliamente por los medios afines al régimen”.
Y agrega: “Si nos fijamos con calma, veremos que los anuncios espectaculares los hace cada rato. El día de su mensaje por el tercer informe de gobierno (el pasado 2 de septiembre) se montó un espectáculo en Palacio Nacional para darnos a conocer los 10 mandamientos de Felipe Calderón. Pero el presidente aprendió a recitar la agenda y no a cumplirla.
“Dijo que era el momento de cambiar a México; pero a tres meses de distancia no ha podido cumplir ninguno de esos 10 puntos. Ni reforma laboral ni la reforma energética de segunda generación.”
–¿Es sólo falta de oficio político del grupo en el poder o estamos ante un sistema que ya no funciona y en el cual la voz de Calderón no provoca cambios de fondo?
–El decálogo del tercer informe, y nada; luego vino la agenda legislativa, el cambio de fondo en México anunciado el viernes 1 de diciembre (cuando se cumplieron tres años de su gestión), y tampoco pasó nada. Y dos semanas después anuncia una reforma política que muere al día siguiente...
“Los partidos (se mostraron poco receptivos)... Quizá tomen algunas cosas –como las candidaturas independientes–, pero en general fue un recibimiento tibio, a pesar del despliegue mediático.”
–¿Piensa usted que las propuestas de Calderón están alejadas de la realidad del país?
–Son temas que se han discutido por años y no han salido. El PRI estuvo siempre en contra de la reelección de legisladores y de alcaldes. Eso lo discutimos en el Senado. Echamos abajo esa propuesta por razones ideológicas y por los riesgos que conlleva.
Juegos pirotécnicos
Bartlett relata que durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, el líder de la Cámara de Diputados aprobó la reelección en los términos que se plantea ahora; el PRI la echó abajo.
–¿Puede calificarse la propuesta de Calderón como golpe mediático sólo porque no hubo cabildeo? –se le pregunta.
–¡Claro! En su exposición de motivos, Calderón dice que la gente está harta de los partidos; tiene razón. Seamos realistas: la reducción de los diputados y senadores no la van a aceptar los partidos. Por eso es un juego mediático. Es otra tomadura de pelo.
–¿Como secretario de Gobernación, usted qué habría hecho?
–No se puede lanzar al presidente de la República (con una propuesta de ese tipo) sin amarres previos. Por esos errores, por jugar con los golpes mediáticos, Felipe Calderón es un presidente sin autoridad política.
–¿Pero eso es una constante en su gobierno o fue sólo un error?
–Un día Calderón criticó a los grandes empresarios porque no pagan impuestos. Las cámaras de industriales se quejaron por el trato, pero en lugar de sostenerse la Presidencia matizó la crítica en un boletín de prensa en el que aclaró que no quiso ofenderlos. Esos vaivenes le van restando autoridad.
“Como secretario de Gobernación, primero se analizan las reformas; luego se les da sustento, de acuerdo con la ideología que profesamos, y después medimos la capacidad de salir adelante. Pero no puedes mandar al presidente a la nada.”
–¿Juegos pirotécnicos?
–Es un gobierno sin autoridad. Nada sacó del decálogo del 1 de septiembre. Han pasado más de tres meses y no mandó una sola de las iniciativas de las que habló ese día. ¿Qué pasó con los cambios que iba a hacer para transformar a México? Está buscando autoridad equivocadamente, porque su reforma política no saldrá adelante, al menos en los términos en que fue planteada.
–¿Por qué el regateo, cuando se trata de temas que ya están probados en otros países? ¿Qué es lo que no encaja?
–La reforma política de Calderón no acotará el poder fáctico de las televisoras en México para imponer candidatos; al contrario. El candidato independiente que no aparezca en la pantalla televisiva no ganará nunca; y el candidato ciudadano a alcalde que sea atacado por las televisoras seguramente perderá.
“Mientras esos poderes permanezcan sin control, habrá riesgos al intentar abrir el sistema electoral de par en par. Baste recordar que hace unos días las televisoras obtuvieron una exención de impuestos por mil 600 millones de pesos sobre las concesiones que ya tienen apalabradas.”
–¿Pero cuál es la diferencia con respecto al PRI de los viejos tiempos?
–El PRI era hegemónico. Televisa era del PRI. Hoy ya no es la misma televisión, pues ha crecido de forma descomunal, en buena parte debido al avance tecnológico.
–¿Cuando usted era secretario de Gobernación, se enfrentó a Televisa para sacar adelante proyectos de gobierno?
–Claro que lo hicimos. Emilio Azcárraga, El Tigre, me agredió brutalmente cuando le dije que el gobierno iba a meter un canal estatal: Imevisión. El encuentro fue en la casa de Azcárraga y no le gustó nada. Se trataba de tener un sistema mixto, como en Francia o España.
“Azcárraga me insultó. Él sentía que nadie podía tocarlo porque era un soldado del presidente. Pero lo hicimos. Cuando Azcárraga vio que había firmeza, que estaban dos concesiones pendientes porque ya se vencían el Canal 4 y el Canal 2, se calló.”
–¿Ahora están arriba del presidente?
–No, pero si yo fuera secretario de Gobernación, los pongo en orden. ¿No es una infracción grave que usen recursos públicos para hacer propaganda disfrazada a favor de su candidato a la Presidencia? ¿De verdad no se puede hacer algo cuando el espacio radioeléctrico le pertenece al país? El gobierno es ahora su socio.
Los riesgos
Cuando se le pregunta sobre los peligros que puede tener la propuesta presidencial ante los poderes fácticos, Manuel Bartlett responde: “Pensemos en esto: si una candidatura independiente no la pasan por la televisión, ni quién se entere. Una iniciativa ciudadana para nuevas leyes que no sube a la televisión se queda sin apoyo. Un candidato ciudadano para alcalde va a caer si a los dueños de la tele no les parece”.
Y se explaya: “El hilo conductor es el dinero. Beatriz Paredes, la líder del PRI, va a tener casi 900 millones de pesos el año entrante y no le dará cuentas a nadie. Los demás partidos tendrán de 500 millones de pesos para arriba. Es una mafia que a nadie le da cuentas. Si no rompemos ese círculo vicioso, la reforma política a favor de los ciudadanos será sólo una vacilada”.
–¿El mismo riesgo se corre entonces con la reelección?
–Los argumentos que da Calderón se han manejado hasta el cansancio. La tesis ahora es responsabilizar a senadores y diputados. Los que trabajen bien, dijo Calderón, serán reelectos. Pero la verdad es que será reelecto quien no se oponga a la televisión y a los poderes fácticos que operan en su región.
“Es cierto que la gente está cansada de los partidos actuales, pero tampoco compremos esa idea impulsada por la iniciativa privada si antes no acotamos a los poderes fácticos.
“En las circunstancias actuales, la reelección de legisladores y alcaldes hasta por 12 años generará cacicazgos. El argumento en el sentido de que la gente votará libremente por sus diputados es una fantasía.”
–¿Cómo lo hacen?
–Lo hacen con sus dos mejores instrumentos: el dinero y los medios de comunicación. Los intereses son poderes. Es decir: el que va a una reelección necesita que los factores de poder de su zona lo apoyen. Pensar que en México vivimos en una democracia en la cual la gente va elegir a los legisladores sin que intervengan esos intereses, es falso.
–¿Regresarle el poder a la gente es una falacia?
–Por la manera en que operan, los poderes fácticos –las televisoras, por ejemplo– dominarían las reelecciones. El candidato que sea apoyado por la tele llegará a la Cámara de Diputados; quienes no defiendan los intereses de esos consorcios serán vetados. Mientras esta situación no cambie de raíz, no se puede pensar en una reelección. No es cierto que la gente sea la que vaya a decidir.
–¿Qué no se trata de que los diputados vayan a sus distritos, con la gente?
–La mayoría de los asuntos que atienden los legisladores federales poco tienen que ver con sus distritos. Ese argumento de ir con la gente, de apoyar sus demandas ciudadanas, es utópico. En las circunstancias actuales esa reelección va a generar caciques.
Lo que debe cambiar
Proceso le pregunta a Bartlett si la reelección terminará con la vieja práctica de los legisladores que sólo levantan la mano durante las sesiones para aprobar lo que les ordenan sus líderes.
El entrevistado matiza. “Ese argumento es general –dice–. En las condiciones actuales, si se aprueban esos cambios, los candidatos ciudadanos y la posibilidad de una reelección ciudadana auténtica serán eliminados o corrompidos.
–¿Qué intereses entrarían en juego con un candidato independiente o en una reelección para la alcaldía de Puebla, por ejemplo?
–En Puebla hay un sector privado muy fuerte, reaccionario, y la Iglesia católica. ¿Te imaginas un alcalde atado durante 12 años a eso?
–¿No es poco tiempo tres años para desarrollar un buen proyecto en cualquier ciudad?
–Lo que se ha discutido es la ampliación del mandato de los alcaldes. Cuatro o cinco años para que puedan realizar un proyecto serio. Tres años es demasiado corto.
“Pero veamos los candidatos independientes. Yo quise ser candidato interno de mi partido para la candidatura presidencial. Salí en contra de (Roberto) Madrazo y de (Francisco) Labastida. El primero de ellos se gastó una millonada en televisión. Labastida incluso era apoyado por la cúpula del PRI. Entonces, digamos que yo peleaba contra el dinero y contra el poder.
“El candidato independiente deberá depender de algo o de alguien. Un ejemplo fue el caso de Jorge Castañeda, quien hizo campaña e intentó ser candidato a la Presidencia. Y aunque tuvo recursos para hacer una caravana, su propuesta no prendió…
“No puede haber condiciones de igualdad entre un candidato independiente sin dinero y otro al que respaldan las redes de poder.”
–¿Y la iniciativa ciudadana para presentar leyes?
–Suena maravilloso que cualquier ciudadano que pase por la calle pueda presentar una iniciativa de ley. Pero es un tema igual de peligroso, por las razones que le mencioné.
–¿Pesan los mismos argumentos sobre la segunda vuelta presidencial?
–En general sí, pero en este caso vamos a ver cómo se reglamenta. Es una cuestión de cálculo político, de intereses de los partidos.
“Por otro lado, la Suprema Corte tiene poder de iniciativa de ley de facto. Para cualquier tema relacionado con la justicia normalmente se le piden opiniones y estudios (a los ministros). Hubo proyectos completos hechos por ellos. Pero no hay garantía de que (alguna iniciativa) pase por el simple hecho de que lo presenten ellos.”
–¿En este contexto, qué piensa de la reducción del número de senadores y diputados? Dicen que nos vamos a ahorrar una buena cantidad de recursos públicos…
–El dinero no está en los sueldos, que no se hagan tontos. El problema está en la forma en que opera la Cámara, en la forma en que las cúpulas distribuyen el dinero en las comisiones.
–¿Pero cómo es que esas reformas funcionan o se apoyaron en otros países?
–El caso de la democracia estadunidense es muy especial porque los dos partidos son muy parecidos. Por eso, en un tema como el de la segunda vuelta presidencial, es importante analizar tu sistema político, tu historia electoral, tu abanico de partidos.
–¿Las iniciativas preferentes? Es decir, que el presidente diga lo que se debe votar, para evitar que entren en vigor de manera automática.
–Lo que va a provocar es que los diputados voten esas iniciativas en contra del gobierno para evitar que sean aprobadas en automático. Pero eso tampoco va a solucionar el fondo del problema. Es sólo una manera de perder el tiempo. Esta propuesta no va a mejorar la relación entre el Ejecutivo y los diputados. La propuesta (de Calderón) es inocua, como su gobierno.

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