Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones
Que el sistema político mexicano hace agua por todos lados lo demuestra la crisis social que caracteriza al país al comenzar el siglo veintiuno. Con todo, el problema de fondo está en la cerrazón de la oligarquía para darse cuenta de una realidad tan evidente. Podría suponerse que si al frente del Ejecutivo estuviera un estadista, aunque fuera de orientación conservadora, éste le haría ver a los poderes fácticos la necesidad imperiosa de aflojar las riendas que aprietan al máximo el cuello de las clases mayoritarias. Como no es así, continúan estirándolas, al fin que al frente del gobierno federal se encuentra un aliado incondicional, siempre dispuesto a servir con absoluta fidelidad a los propósitos de lo que antiguamente se conocía como la gran burguesía y hoy plutocracia desnacionalizada.
Sin embargo, se ha sobrepasado ya todo límite en materia de gobernabilidad razonable y la realidad nacional empieza a mostrar sus debilidades y flaquezas. Prueba de ello es que las cifras de muertes violentas en el país sobrepasan las del año pasado y de seguir la tendencia el número de asesinatos en diciembre podría rebasar los 30 mil. ¡Y esto sucede en una nación supuestamente estable, que no está involucrada en una guerra civil¡ En Ciudad Juárez, la población vive angustiada por la ola de crímenes absurdos que está aniquilando la vida social y económica regional, sin que se vislumbre cómo poner fin a esta dramática situación. Quedó ya muy claro que el envío de miles de soldados a combatir a las mafias que operan en la urbe resultó contraproducente, y los habitantes de la misma reclaman impotentes una solución verdadera a este problema.
Parece ser que por eso, luego del multihomicidio que costó la vida de 18 adolescentes, por fin Felipe Calderón está decidido a presentar una “estrategia integral” que contribuya a mejorar la vida de los habitantes de la ciudad fronteriza. Aceptó, lo que ya es ganancia, que el flagelo de la criminalidad “rebasa, con mucho, la mera acción policíaca o la del crimen organizado”. Vaya, esto es un avance significativo que ojalá redunde en algo concreto, empezando por regresar a sus cuarteles a las tropas luego de su fracaso como “sherifes” perseguidores de delincuentes. Vale puntualizar que sin este paso cualquier estrategia irá al fracaso, toda vez que la participación de las Fuerzas Armadas en la lucha contra los cárteles del narco ha servido únicamente para recrudecer tan apocalíptico flagelo.
Ya no basta con citar a comparecer a los titulares de la Secretaría de la Defensa, de Marina, de la Secretaría de Seguridad Pública y de la Procuraduría General de la República, como lo propuso el Senado al iniciar el periodo ordinario de sesiones. No tiene ningún sentido porque no se toman acciones correctivas, sólo se produce un intercambio de puntos de vista que no aporta nada sustancial y se reafirman lazos amistosos entre los funcionarios y los legisladores. Tampoco tienen importancia las condenas, por muy enérgicas que sean, en la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, contra crímenes como los que ocurrieron el lunes en Ciudad Juárez y en Torreón. Lo que la ciudadanía quiere son hechos concretos que modifiquen a fondo una realidad inédita que refleja la tremenda descomposición social en el país.
Ante la evidencia del fracaso del uso del Ejército Mexicano en la lucha contra la delincuencia organizada, lo que sigue debe ser su retiro inmediato de tal responsabilidad que sólo acarreó a las tropas enorme descrédito y distanciamiento con la población. De igual modo debe seguir un reconocimiento de que la criminalización de las protestas sociales es también contraproducente, pues se está formando así una “bola de nieve” que ha ido creciendo hasta convertirse ya en un serio peligro para la nación por su gigantesco tamaño. Y si a esto se suman los graves problemas económicos del país, que afectan dramáticamente a las clases mayoritarias, se tiene un peligrosísimo polvorín que podría estallar fácilmente en cualquier momento.
Es fácil advertir que los crímenes han crecido no sólo en número sino en saña y deshumanización. No es recomendable esperar que sigan produciéndose más hechos sangrientos como los comentados para entonces sí tratar de corregir lo que ya no tendría remedio. Se ha estado jugando con fuego, a la orilla de un nido de bombas mortíferas, al pretender justificar el uso de las fuerzas armadas en calidad de recurso disuasorio de protestas sociales ante la injusticia reinante. Las consecuencias están a la vista, al extremo de que México es ahora la nación más inestable de América Latina, cuando antes era lo contrario. Es perfectamente lógica la ecuación en que nos encontramos: a mayor pobreza y desempleo mayor descomposición social y violencia. ¿Lo entenderán algún día Calderón y la oligarquía?
gmofavela@hotmail.com
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario