Carlos Fernández-Vega
Primero recomendó la política del endeudamiento para que los países de mediano alcance crecieran y se desarrollaran. Más adelante, cuando esas mismas naciones, ya endeudadas hasta la coronilla, no pudieron pagar los leoninos intereses, les propuso que se ajustaran, desmantelaran la planta productiva del Estado, dejaran sin comer a sus gobernados y se reformaran estructuralmente para cumplir con la deuda que supuestamente los haría crecer y desarrollarse. Una vez saqueados por las grandes trasnacionales financieras y exprimidos por las oligarquías autóctonas, los orientó para que abrieran sus economías de par en par, se globalizaran y compitieran en igualdad de condiciones en un mundo aberrantemente desigual.
Treinta años después del experimento neoliberal (en el que México ha sido uno de los principales laboratorios), exprimidos, desvencijados, desmantelados, privatizados, depauperados, con una crisis sobre otra y un fracaso tras otro, a esos mismos países ahora el Fondo Monetario Internacional les recomienda hacer grandes sacrificios y reducir salarios en términos reales para restablecer la competitividad. En tres décadas, el FMI y sus propuestas pasaron la factura a la economía, a la política social, a la infraestructura pública, al bienestar de los ciudadanos y al erario, para llegar a la conclusión de que la solución del problema está en la reducción de los salarios, cuyos receptores, la base social, no participaron, ni por aproximación, en decisión alguna en el periodo referido.
Exceso tras exceso, no sin la irrestricta colaboración de los gobiernos locales, las recomendaciones fondomonetaristas han hundido a muchos países en el planeta. Pero no tiene llenadera. La única novedad en la más reciente aberración neo esclavista del Fondo Monetario Internacional (divulgada por el economista jefe del FMI, Olivier Blanchard) es que el experimento se realizará en tres países europeos con la capa caída por el terremoto económico: España, Portugal y Grecia, a los que el organismo financiero exhorta (léase exige) para que reduzcan los salarios de los trabajadores (léase los grandes sacrificios) y así recuperen competitividad y salgan de la crisis.
De acuerdo con un despacho de la agencia Efe, “España, Portugal y Grecia, que afrontan serias dificultades por la evolución de sus finanzas públicas y no pueden recurrir a la devaluación de su moneda al formar parte de la zona euro, tendrán que asumir sacrificios, como una baja de salarios para recuperar competitividad, según el FMI. Blanchard lo justificó, porque ahora con la crisis los tres países tienen serias dificultades que implican ajustes muy penosos, sobre todo cuando el entorno inflacionario es muy bajo. Al formar parte de la zona euro, esos países no pueden recurrir a un ajuste de los tipos de cambio, y eso ilustra que una unión monetaria tiene un costo en el momento de choques asimétricos, constató después de haber insistido en que gracias a la moneda única Europa ha salido mejor de la crisis que si se hubieran mantenido las divisas nacionales. Así, mientras no haya una recuperación sólida de la demanda privada, es absolutamente vital, tal vez más allá de 2010 los susodichos grandes sacrificios.
Habrá que ver el gusto que les dará a los españoles –acostumbrados a un nivel de vida que ya quisieran los clasemedieros mexicanos– la puesta en marcha de tal recomendación, el placer de escuchar al de por sí atinado gobierno de Zapatero cuando les diga: machos, que os voy a bajar el ingreso, que lo ha pedido el FMI y serán unos cuantos miles de pesetas, que traducidas a euros son la hostia. Y lo hará en un ambiente cada vez más propicio, porque España registra la peor tasa de desempleo en muchísimos años (arriba de 18 por ciento), con 4 millones de parados (México reporta 3 millones), lo que ayuda al abaratamiento de los salarios.
Para el contexto, el producto interno bruto de España (el noveno en importancia mundial) registró una caída de 3.6 por ciento en 2009 (cifras del Banco Mundial), con un PIB por habitante cercano a 34 mil dólares. En el caso de Portugal y Grecia sus economías reportaron un descenso de 2.5 y uno por ciento, respectivamente, con un producto por habitante de 22 mil 500 y 32 mil dólares, en cada caso.
Valga lo anterior para imaginar qué será de México cuando el FMI decida recomendarle al inquilino de Los Pinos y a su excelente secretario del (anti) Trabajo aquello de los grandes sacrificios, es decir, a los mismos que pregonan una reforma laboral de gran alcance, la cual apunta justo hacia el objetivo fondomonetarista de competitividad anunciado por Blanchard. En 2009 el PIB mexicano se desplomó 7.1 por ciento (el doble de la caída española, casi tres veces la portuguesa y siete veces mayor a la griega) y registra un producto por habitante de 7 mil 700 dólares, alrededor de cuatro tantos menor al promedio de las tres naciones europeas que se citan y que ahora están en la mira del Fondo.
Entonces, si a los tres países europeos se lo hacen con la mano en la cintura, ¿qué pasará con este México lindo y querido, el laboratorio preferido de los organismos financieros internacionales, con blandengues gobiernos al servicio de la golosa oligarquía autóctona y las voraces trasnacionales”? Sucederá lo que hemos visto a lo largo de las últimas tres décadas: despojo a discreción.
Destruyeron los empleos formales, acabaron con las pensiones y ahora van por los salarios, sin olvidar que les pasaron las facturas de cada una de las crisis, les cargaron la mano con los impuestos, lo mismo que con los precios y tarifas del sector público y les destrozaron el poder adquisitivo. ¿Qué sigue?, porque algo debe seguir, así sea una mentada de madre, por mera cortesía.
Las rebanadas del pastel
Que ahora sí va en serio eso de la austeridad en el gasto público, asegura la Secretaría de Hacienda, en el entendido de que el decreto calderonista expedido al iniciar su estancia en Los Pinos fue de mentiritas: de diciembre de 2006 a igual mes de 2009 el gasto en servicios personales se incrementó 26 por ciento, contra 14.4 por ciento de inflación, sin considerar nómina por honorarios y otros detalles. Por ejemplo, a los 765 mil 500 millones de pesos que los mexicanos pagaron por su burocracia en el año recién concluido, hay que sumar recibos de honorarios, gastos de representación, viajes, decoración, telefonía móvil, vehículos, guaruras, casa chica y conexos, con lo que el Presidente de la austeridad no es más que otro pésimo chiste del susodicho.
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
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