Barómetro Internacional
El fracaso de las revoluciones procapitalistas
Ernesto Tamara.
Una multitud enardecida asaltó las oficinas de gobierno, el parlamento y puso en retirada a la policía en Bishkek, la capital de Kirguistán, concluyendo en dos días de movilizaciones, con el resultado de la llamada ”Revolución de los tulipanes” que hace cinco años llevó a poder al ahora prófugo presidente Kurmanbek Bakiev .
El saldo de las protestas antigubernamentales ocurridas entre el 6 y 7 de abril, fue de al menos 76 muertos y cerca de mil heridos, y tuvo una tregua cuando ese miércoles 7, un gobierno provisional ocupó las oficinas de gobierno, mientras el presidente Bakiev huía en un avión desde la base norteamericana de Manas, en las afueras de la capital, con destino desconocido.
Posteriormente se anunció que Bakiev estaba oculto en algún lugar del sur de país, donde reside el clan que lo impulsó a ocupar la presidencia cuando en marzo de 2005 encabezó la llamada “Revolución de los tulipanes”.
El nuevo gobierno provisional, encabezado por la ex ministra y ex embajadora, Rosa Otunbaeva, tranquilizó inmediatamente a Estados Unidos, al garantizar que la base que utiliza en las afueras de la capital, y que es fundamental para el abastecimiento de las tropas de ocupación de Afganistán, seguirá funcionando, aunque al mismo tiempo llamó a Moscú para solicitar reconocimiento.
«Es importante el hecho de que la conversación se ha mantenido con ella [Otunbayeva] actuando en el papel de cabeza de un gobierno de Confianza Popular», declaró Dimitri Péskov, portavoz del primer ministro ruso, Vladimir Putin, concediendo de esta manera el primer reconocimiento oficial al nuevo gobierno.
El nuevo gobierno permitió el ingreso de 150 paracaidistas rusos. Según Moscú, son un refuerzo para garantizar la seguridad de su base militar y su embajada.
Tanto Estados Unidos como la Unión Europa no han condenado la revuelta aunque todavía no han reconocido al gobierno interino, aunque si lo consideran un interlocutor válido ya que controla el aparato del Estado. En general están en espera del informe que el enviado del Secretario General de Naciones Unidas, realice esta semana.
Oficialmente, la oposición conformó un gobierno provisorio, con el compromiso de elecciones en seis meses, después que el primer ministro, Daniar Usenov, presionado por los manifestantes y ante la huída del presidente, firmó un acta de renuncia junto al gabinete.
El gobierno provisional, según dijo Rosa Otunbaeva, la jefa interina, tendrá una duración de seis meses. «Lo que hicimos es la respuesta a la represión y la tiranía del régimen de Bakiev», subrayó. «Podéis llamarlo revolución. Podéis llamarlo revuelta popular. Es nuestra manera de decir al mundo que queremos justicia y democracia».
La autoproclamada presidenta del nuevo gobierno interino anunció que su gobierno tiene previsto «emitir un decreto para devolver al Estado numerosos activos que fueron privatizados ilegalmente de forma gratuita», en referencia expresa a las empresas eléctricas Severelectro y Vostokelectro, desestatalizadas por Bakiev.
Otro funcionario del gobierno anunció que la situación estaba siendo controlada en casi todo el país, y que la paz había regresado a la región de Talas, donde se iniciaron las protestas en demanda de la liberación de un miembro de la oposición y que después se extendieron por las regiones de Chusk y Novinsk, hasta llegar a la capital.
El nuevo gobierno interino se ha apresurado en proclamar que tiene el control sobre las fuerzas de seguridad. «Prácticamente todas las Fuerzas Armadas de Kirguizistán y la Guardia Fronteriza pasaron a nuestra subordinación», ha indicado el general Ismail Isákov, quien asumió temporalmente las tareas del ministro de Defensa.
Bakiev asegura que no renuncia
En tanto, el derrocado presidente kirguis, Kurmanbek Bakiev, refugiado en el sureño estado de Osh, realizó una declaración pública, en la cual negó la intención de abandonar su cargo, y llamó a la oposición a respetar la Constitución nacional.
Bakiev reconoció también que ahora mismo «no puede influir en la situación de la república». Por eso, llamó «a la comunidad mundial, a los mandatarios y a las organiaciones internacionales a que presten la mayor de las atenciones a la crítica situación en Kirguistán».
«A pesar de que el Ejército y las fuerzas del orden se han subordinado a las nuevas autoridades, los cuerpos de seguridad son incapaces de restablecer el orden», subrayó. Asimismo, advirtió de que «como garante de la Constitución, declaro que, en caso de una ulterior desestabilización, toda la responsabilidad recaerá en los líderes opositores, que serán castigados con todo el peso de la ley».
Sobre la posibilidad de ser juzgado, se dijo «dispuesto a asumir la responsabilidad por los trágicos sucesos, si la culpa es demostrada mediante una investigación objetiva e imparcial, sin escudarse en la inmunidad presidencial».
La última chispa
El descontento con el gobierno de Bakiev venía en aumento desde mucho tiempo atrás. La gente estaba decepcionada con los resultados de la “revolución de los tulipanes” y acusaban al presidente de nepotismo y pretender heredar el poder a su familia.
La presidencia no es electa directamente, sino que es el parlamento que designa al presidente. A su vez, los diputados son electos por regiones, donde los clanes –más que familiares y tribales son de poderes económicos e incluso del narcotráfico- logran elegir a quienes quieran. Al mismo tiempo, el derrocado presidente Bakiev creó recientemente, en base a ese modelo de clanes, una llamada Asamblea Presidencial integrada por 750 delegados, una especie de consejo de “notables” de cada región, y que tendría como cometido encargarse de determinar los órganos ejecutivos del país en el futuro. Estos delegados no eran electos, sino designados entre los líderes regionales, de clanes, empresarios y funcionarios, todos con el beneplácito presidencial. Según el presidente, además de reformar la forma de designar el gobierno, se pretendía buscar consenso en las políticas a desarrollar. Bakiev sostuvo que la reunión era una verdadera demostración de democracia.
La oposición vio en la maniobra un intento por definir la sucesión presidencial a manos de uno de los hijos del presidente, Maxim, que controlaba gran parte de la economía del país.
En respuesta a las iniciativas del presidente, la oposición comenzó a organizar asambleas en todo el país con el objetivo de conseguir la renuncia de todo el gobierno.
Bakiev no dudó y ordenó la detención de dirigentes opositores, lo que provocó la reacción inmediata de la gente que veía como después de 5 años de la mediática revolución, seguían condenados a la pobreza y con derechos cada vez más limitados.
La oposición salió a las calles y en Talas agredió al ministro del Interior, que debió ser hospitalizado con graves heridas.
La ira de los opositores se propagó rápidamente hasta la capital, Bisbek. Primero fueron contra el edificio de la Fiscalía Nacional. Rompieron las puertas, liberaron a sus líderes y luego lo prendieron fuego. Después fueron contra el Palacio Presidencial y el Parlamento. Mientras intentaban romper los portones, la televisión pública, que había dejado de trasmitir, reanudó su emisión. Un grupo de opositores y militantes de derechos humanos tenía la palabra. Anunciaron que el presidente había renunciado y un nuevo gobierno se había formado.
Detrás del descontento con el intento presidencial de buscar la forma de trasladar a su hijo el poder, existía insatisfacción con la aplicación de programas sociales, la suba de tarifas, en especial del combustible después que Rusia decidió suspender el precio preferencial del petróleo y gas que abastece a ese país, y la presión abierta sobre los medios de comunicación. Las acusaciones de nepostismo estaban basadas en el hecho de que el hermano del presidente, Zhanishbek era el jefe del Servicio de Seguridad del Estado; otro hermano, Marat Bakiev, embajador en Alemania y el menor Adil, encargado comercial en China. El hijo mayor del presidente, Marat era segundo jefe de la seguridad del estado, y el menor, Maxim, director de la Agencia de Inversiones.
El ahora derrocado presidente Bakiev también logró enemistarse con los países vecinos, especialmente al manipular el permiso de concesión de la base aérea de Manas.
Estados Unidos utiliza la base de Manas desde 2001 para abastecer a sus tropas en Afganistán, y hasta el pasado año pagaba un canon de 20 millones de dólares por año.
El año pasado, Bakiev logró un importante acuerdo comercial con Moscú por unos 2.000 millones de dólares, y como contrapartida, aunque no era una parte formal del convenio, Kirguistán iba a terminar con la concesión a Estados Unidos.
En agosto pasado el parlamento aprobó terminar con la concesión, pero el presidente Bakiev acordó con el presidente Barack Obama el pago de un nuevo canon, 60 millones de dólares por año, pero disfrazando el papel de la base, denominándola como un centro antiterrorista, aunque seguiría cumpliendo las mismas funciones.
Moscú no se tragó la maniobra y decidió acabar con la venta de petróleo a precios privilegiados. Los dirigentes rusos justificaron el aumento del precio del petróleo por la creación de una nueva Unión aduanera (Rusia, Kazajistán y Bielorrusia), de la que no es parte Kirguistán, y por tanto no podría seguir disfrutando de ese privilegio.
Ello obligó a los dirigentes kirguises a aprobar un incremento de los precios de la electricidad y de los productos de alimentación básicos, lo que generó un aumento de las protestas populares.
Mientras duró la fiesta de los precios privilegiados del petróleo ruso, algunos colaboradores del ex presidente utilizaron el bajo costo del petróleo para revenderlo a los norteamericanos en la base militar, llenando sus propios bolsillos, al tiempo que gastaban parte de la ayuda anticipada sin cumplir lo acordado.
De tulipanes limpios a sangrientos
Algunos analistas han destacado las diferencias entre las protestas que culminaron con la llamada “revolución de los tulipanes” y este levantamiento que concluyó con el mandato de uno de los líderes de esa “revolución”.
Una de las primeras diferencias es el carácter más violento de estas protestas. Además ahora, han sido las regiones del norte las que se han levantado contra el gobierno central, mientras que en 2005 fueron las zonas del sur, plaza fuerte de Bakiev. Pero tal vez la diferencia más importante esté en la organización y caracterización de las protestas.
Estos días, la mayor parte de los manifestantes mostraban el sentir de la mayoría de la población, al tiempo que se presentaban de una manera poco coordinada o sin ataduras a los partidos de la oposición, superados también por los acontecimientos. Si en 2005 fue una parte de la élite local, descontenta con el entonces presidente la que maniobró y coordinó las protestas, en esta ocasión ha sido la propia población civil, molesta con la situación, la que ha abierto la posibilidad de cambio.
Acusaciones a la familia de Bakiev
El gobierno provisional de Kirguistán acusó al ex jefe del Servicio de Seguridad del Estado Zhalsh Bakiev, de organizar los disturbios en el país, con saldo de 75 muertos y mil 520 heridos. De acuerdo con el vocero del gabinete y ex fiscal general Azimbek Beknazarov, el hermano del presidente Kurmanbek Bakiev y sus hijos Marat y Maxim, deberán acudir ante la procuraduría para responder por los desordenes ocurridos en los últimos días.
Dzhanbek Bakiev, otro hermano del mandatario kirguiso, también fue declarado prófugo de la justicia, aunque el propio jefe de Estado goza de inmunidad por ley y por ahora se evitará su arresto, aclaró Beknazarov. El nuevo procurador general del país anunció que su oficina estaba preparando un caso contra Maxim Bakiev, el hijo del presidente derrocado y el hombre más odiado del territorio. A los 32 años, muchos sospechaban, se estaba preparando para suceder a su padre. Hasta la pasada semana dirigía una agencia gubernamental especialmente creada para gestionar los cientos de millones de dólares que ingresaban por los grandes préstamos rusos, la Agencia Central para el Desarrollo de Inversiones e Innovaciones.
Sus detractores bromeaban con que las siglas de la agencia sonaban muy similar a Tsar, un calificativo que adjudicaban al hijo del mandatario. “Aun en el nombre de la agencia estaban claras las ambiciones de los hijos de Bakiev”, señaló Daniil Kislov, el editor en jefe de la página web Fergana.ru. “Lo ayudaron a su padre a usurpar el poder y de paso tomaron el control de varios negocios. Además, sin pudor, daban órdenes para presionar a periodistas, políticos, opositores y hasta a los miembros del Parlamento que no compartían sus posiciones. Muchas de esas personas tuvieron que exiliarse, otras fueron asesinadas”, relató el periodista.
ernestotamara@gmail.com
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