*Exigen a la directora del INBA “dar la cara y reconozca que la obras están mal hechas”
*Fueron desplazados por favorecer a una empresa privada y hubo dispendio, dicen a La Jornada
Mónica Mateos-Vega y Ángel Vargas
Restauradores adscritos al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) denunciaron ayer que “la mala calidad en el trabajo” que se realizó en el remozamiento de la sala principal del Palacio de Bellas Artes, así como el apresuramiento en los tiempos de entrega, provocaron, entre otros aspectos, daños en el vitral Apolo y las musas, además de afectar los murales que se encuentran distribuidos en el recinto, los cuales todavía deben ser evaluados.
En entrevista con La Jornada, exigieron a la directora del instituto, Teresa Vicencio, “que dé la cara, de una vez por todas, y reconozca que las obras en el palacio están mal hechas; tarde o temprano los problemas se van a agravar. Si no es ella, ¿quién va a tener la responsabilidad?”
Los especialistas afirman que el INBA no sólo no les aceptó su proyecto de restauración para el máximo recinto cultural del país, sino que, a la fecha, ninguna autoridad los ha recibido para conocer sus observaciones.
Ante esa situación, adelantaron que realizarán una serie de movilizaciones e interpondrán una denuncia penal por daños al patrimonio de la nación.
Deficiencias a más no poder
Respecto del vitral Apolo y las musas, ubicado en el plafón de la sala principal del Palacio de Bellas Artes, sostuvieron que su estado actual “es peor” al que tenía antes de ser intervenido.
Un especialista del Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble (Cencropam) realizó una supervisión de la obra y encontró que “hubo mala calidad en la mano de obra, deficiencias a más no poder. Se levantó un dictamen en el que se consigna que hay vidrios fisurados, otros encimados, invadieron vidrio y se cambiaron piezas con otras que no eran de la misma calidad, argumentando que no había. Inclusive, corrió el rumor de que lo habían estrellado nuevamente. Fue una mala intervención”.
En la propuesta de restauración presentada por los propios trabajadores del Cencropam, lo único que se tenía que hacer al vitral eran trabajos de conservación preventiva, no una intervención profunda, es decir, limpieza “y había ciertos planos que estaban desnivelados y había que corregir; cambiar algunas cañuelas y creo que sólo una pieza que reponer”.
Los restauradores narran que el plan general de restauración que le fue asignado a la empresa privada de José Sol Rosales y Rosalía Cuevas incluía el vitral, el mosaico del proscenio y el telón de cristal del teatro. Pero, debido a la insistencia de los propios trabajadores del INBA, las autoridades aceptaron que intervinieran el telón.
“El problema fue que ese trabajo estaba planeado para dos meses; era serio, responsable y de conservación, pero se nos urgió a hacerlo en semana y media (del 30 de septiembre al 9 de octubre), para que estuviera listo para la inauguración. Por tanto, no se siguieron todos los procedimientos. Era más importante la fecha de apertura del recinto que las obras en sí. Queda pendiente una intervención más profunda.”
De acuerdo con los especialistas, falta evaluar cómo repercutieron los trabajos de remozamiento de la sala principal del palacio en los murales de Diego Rivera, Rufino Tamayo y Jorge González Camarena, entre otros.
“Todas esas obras quedaron tapizadas de polvo. Necesitan una intervención urgente. Uno de los murales de Tamayo tiene problemas de soporte, mientras que el de González Camarena presenta ya problemas de anclaje. Desde hace mucho tiempo hemos pedido también que se cambien las luminarias, pero no nos hacen caso; son cuarzos muy baratos y muy calientes, lo cual está dañando a las pinturas.”
Fallas al desnudo
Reiteraron que los especialistas del Cencropam estaban en posibilidad de realizar esas obras, inclusive les hicieron cambiar hasta en tres ocasiones sus proyectos para adecuarlos a los tiempos de la empresa constructora.
Califican como un “dispendio” haber otorgado a una empresa privada esas labores porque “de todas maneras, a nosotros nos siguieron pagando nuestro sueldo, y a ellos sus honorarios. Eso explica en parte por qué se incrementó tanto el presupuesto original del remozamiento.
“Hay un doble daño derivado de la intervención al Palacio de Bellas Artes: uno económico y otro al edificio. El hecho de que se desnuden ahora las fallas de esta administración no es un problema menor, pues implica que en mucho tiempo no volverá a hacerse una inversión de esta magnitud en el recinto (700 millones de pesos).
“Las autoridades deben reconocer que perdieron una gran oportunidad histórica de darle al palacio el lugar que se merece, el que soñó Adamo Boari, que tendría que ser el mejor teatro del mundo.”
Los trabajadores del INBA que conversaron con La Jornada, quienes proporcionaron a este diario copia de la documentación que han hecho llegar a las autoridades, son los restauradores Xel Moreno, Silvia Hernández, Ricardo Santiago, Jacobo García, Alejandro Flores, Alberto González, David Oviedo, Jorge Herrera, Martín Serralde, Iván Herrera, Héctor Trejo, Armando Flores, José Caballero, todos del Cencropam, así como Víctor Velázquez Méndez, trabajador del Museo Nacional de Arte, y Manuel Muñoz, de la Coordinación de Literatura, entre otros.
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