domingo, diciembre 19, 2010
Los nuevos dirigentes partidistas
MÉXICO, D.F., 16 de diciembre.- A más tardar en marzo del próximo año, los tres partidos políticos con mayor participación electoral en México tendrán nuevas dirigencias nacionales. En los casos de PAN y PRI serán básicamente relevos formales, pero no se avizoran modificaciones importantes en sus definiciones, alianzas o posicionamientos públicos. En cambio, en el PRD, la nueva directiva sí puede modificar sustancialmente su estrategia de alianzas con el blanquiazul. El Partido Acción Nacional eligió el sábado 4 de diciembre como nuevo dirigente nacional a Gustavo Madero, quien ya manifestó que buscará integrar alianzas con el PRD para competir en las elecciones del Estado de México y Nayarit. Pero además de eso, quien seguirá definiendo los destinos del blanquiazul será Felipe Calderón, tal como lo ha hecho desde que Germán Martínez asumió la dirigencia el 8 de diciembre de 2007. En esta ocasión, Calderón no jugó con uno, sino con dos candidatos, y uno de ellos era Madero, quien además tuvo que recurrir al apoyo del llamado Yunque, el cual postuló a Cecilia Romero, quien, a su vez, ocupó el tercer lugar en la primera ronda de votaciones. El pago por dicho apoyo se reflejó de inmediato en la integración del Comité Ejecutivo Nacional, donde los yunquistas obtuvieron 15 de las 40 posiciones. Aunque esta composición atemperará la intromisión presidencial, de ninguna manera la evitará. Mientras tanto, el Partido Revolucionario Institucional ya convocó a la reunión del Consejo Político Nacional para el lunes 13 de diciembre, en el que definirán el método para la elección del próximo presidente y secretario general, así como la fecha en que lanzarán la convocatoria respectiva. La nueva dirigencia asumirá sus funciones el 4 de marzo del año próximo. Pero al margen de las formalidades, ya todo está cocinado para que el nuevo dirigente sea Humberto Moreira, actual gobernador de Coahuila, quien con el respaldo del gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, logró hacer desistir a todos los otros posibles contendientes, como fue el caso de Fidel Herrera, exgobernador de Veracruz que ya aceptó incorporarse al Consejo Político como secretario técnico y manifestó públicamente su respaldo a Moreira. Otro apoyo de Moreira es la dirigente del SNTE, Elba Esther Gordillo, personaje que sigue ejerciendo mucha influencia entre los gobernadores aunque ya no milita en el tricolor. La designación de Moreira, al margen de la vía que elija el Consejo Político priista, resuelve dos sucesiones: la relativa a la presidencia del PRI y la correspondiente a la gubernatura de Coahuila, pues dicho movimiento le abre la puerta a su hermano Rubén para buscar la candidatura del tricolor en el estado, para lo cual ya solicitó licencia como diputado federal con el fin de regresar a su estado para iniciar su precampaña. La definición de las dirigencias del PRI y del PAN dio pie a especular sobre las posibilidades de los precandidatos a la Presidencia de la República. Sin embargo, debe recordarse que hace seis años Santiago Creel –entonces secretario de Gobernación– logró colocar como dirigente del PAN a Manuel Espino, pero un año después perdió la candidatura a la Presidencia. Así que, aun cuando las elecciones de dirigentes son sin duda un buen termómetro de cómo están las preferencias y los apoyos dentro de los respectivos partidos, sería prematuro cantar victorias, pues son muchos los acontecimientos que pueden sobrevenir antes de que haya candidatos. Mientras esto sucede en el PAN y en el PRI, los integrantes del Partido de la Revolución Democrática apenas lograron ponerse de acuerdo en que convocarán a un Consejo Nacional para el 17 de diciembre. El propósito, que avale la propuesta de que en la primera quincena de enero se lance la convocatoria para elegir al nuevo dirigente en marzo. En caso de que logren una candidatura de unidad, la elección sería por la vía de un Consejo Nacional, porque de otro modo los perredistas nuevamente acudirían a las urnas para elegir a su nuevo dirigente. Los grupos opositores a Los Chuchos –éstos detentan la dirigencia nacional– presionaron para que la renovación del liderazgo se diera en el presente mes de diciembre, pero al parecer Jesús Ortega finalmente logró un acuerdo para concluir su periodo. La principal razón es que para esos momentos ya estarían definidas las alianzas electorales en el Estado de México y en Nayarit, de modo que si éstas se concretan –lo cual no es muy seguro el día de hoy, al menos en lo que respecta al Edomex–, quien llegue a la dirigencia partidista tendrá que sumarse a las campañas si quiere contribuir a obtener un buen resultado en las urnas. A pesar de ello, las diferencias en el seno del partido del sol azteca son evidentes, y aunque parece que hay consenso en torno a Lázaro Cárdenas, ahora les falta convencerlo, ya que él se encuentra en el extranjero en un proyecto que lo tendría ocupado hasta finales del próximo año, con lo cual se muestra renuente a regresar para encabezar a los amarillos en estos momentos. No obstante, recurrir a una elección abierta para elegir al nuevo presidente del partido puede resultar catastrófico para el PRD, pues otro escándalo como el suscitado en marzo de 2008 en la contienda entre Jesús Ortega y Alejandro Encinas resultaría devastador para el partido en vísperas de las elecciones en el Estado de México, Nayarit y Coahuila (julio de 2011). Ahora bien, si el que llega es Lázaro Cárdenas, todo indica que no continuaría con la política de alianzas electorales con el PAN; y si en la elección gana alguien del grupo opositor a Los Chuchos, lo más probable es que asuma esta misma decisión, por lo cual –al menos en ese tema– la renovación de dirigentes sí puede impactar directamente en los procesos electorales en puerta. Así el PAN ya resolvió, sin mayores contratiempos, el cambio de dirección, y todo hace suponer que el PRI hará lo propio; pero en el PRD la sucesión es todavía una incógnita y bien puede terminar en una nueva elección abierta que evidencie, una vez más, todos los vicios de sus líderes y militantes, con el consiguiente desgaste de su imagen pública.
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