Transcurrían las primeras horas de 1994 cuando desde las diversas y fértiles tierras de Chiapas se levantaban no sólo las voces y las exigencias de un pueblo históricamente manchado de sangre y despojado de su dignidad. Esa madrugada, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) proclamó la guerra al gobierno a través de la Primera Declaración de la Selva Lacandona. A nivel nacional, en esas mismas horas, entraba en vigor el tan cuestionado Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá.
La Primera Declaración de la Selva Lacandona expresa lo siguiente: “Somos producto de 500 años de luchas; primero contra la esclavitud, en la guerra de Independencia contra España encabezada por los insurgentes, después para evitar ser absorbidos por el expansionismo estadunidense, luego por promulgar nuestra Constitución y expulsar al imperio francés de nuestro suelo, después la dictadura porfirista nos negó la aplicación justa de [las] Leyes de Reforma y el pueblo se rebeló al formar sus propios líderes: surgieron [Francisco] Villa y [Emiliano] Zapata, hombres pobres como nosotros que se nos ha negado la preparación más elemental, [y] así utilizarnos como carne de cañón y saquear las riquezas de nuestra patria, sin importarles que estemos muriendo de hambre y enfermedades curables, sin importarles que no tengamos nada, absolutamente nada, ni un techo digno ni tierra ni trabajo ni salud ni alimentación ni educación; sin tener derecho a elegir libre y de forma democrática a nuestras autoridades, sin independencia de los extranjeros, sin paz ni justicia para nosotros y nuestros hijos”.
Es así como el levantamiento zapatista –que es la respuesta desde los pueblos y por lo tanto legítima, a una serie de violaciones a los derechos humanos– basa su denuncia en la propia Constitución mexicana. Denuncia a un sistema político y económico que ultraja a las personas y degrada a la naturaleza (pues las trata como mercancías) simplemente sujetas a la ley de oferta y demanda. Cumple casi dos décadas de ser un referente en México y en el mundo de la lucha de los pueblos que buscan generar sus propias reivindicaciones, el reconocimiento de sus autonomías y de su historia y, por lo tanto, de la defensa de su desarrollo y sus sistemas de toma de decisiones. Y cuando desde sus orígenes plantea una paz con justicia y dignidad, el movimiento zapatista es eminentemente antisistémico (como lo son los diversos movimientos sociales de este tipo que han surgido en América Latina y en el mundo).
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Es así como el levantamiento zapatista –que es la respuesta desde los pueblos y por lo tanto legítima, a una serie de violaciones a los derechos humanos– basa su denuncia en la propia Constitución mexicana. Denuncia a un sistema político y económico que ultraja a las personas y degrada a la naturaleza (pues las trata como mercancías) simplemente sujetas a la ley de oferta y demanda. Cumple casi dos décadas de ser un referente en México y en el mundo de la lucha de los pueblos que buscan generar sus propias reivindicaciones, el reconocimiento de sus autonomías y de su historia y, por lo tanto, de la defensa de su desarrollo y sus sistemas de toma de decisiones. Y cuando desde sus orígenes plantea una paz con justicia y dignidad, el movimiento zapatista es eminentemente antisistémico (como lo son los diversos movimientos sociales de este tipo que han surgido en América Latina y en el mundo).
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