AXEL DIDRIKSSON
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Con un mensaje que pretende crear una exitosa
imagen de su gobierno, Felipe Calderón oculta cifras y realidades,
miente y hace trampas para ocultar el terrible deterioro que constituye
su legado y su verdadero rostro. El contraste es áspero pero verdadero.
Más allá de los temas político y de inseguridad, el siguiente mayor
problema de los próximos años es el de las condiciones en que se deja al
sistema educativo nacional. De ninguna manera puede constatarse lo que,
con gran lujo de cinismo, el actual y transitorio secretario de
Educación, José Ángel Córdova Villalobos, con motivo del VI informe de
gobierno, consideró que si se evaluara el actual sexenio educativo
tendría una calificación de 8 o 9.
¿Cómo puede explicarse, por ejemplo, que el número de comisionados del
SNTE y de los recursos que maneja la cúpula de este sindicato se haya
incrementado de forma impresionante en relación inversa a la calidad de
la educación, al creciente descontento magisterial y a los nuevos
mecanismos de extorsión que tienen que seguir los maestros para
mantenerse u obtener sus plazas laborales?
De 2011 a 2012, la SEP destinó más de 10 mil millones de pesos en pagos
improcedentes a “comisionados” del SNTE, a la par que se aumentaron los
recursos que manejan Elba Esther Gordillo y sus familiares de manera
oculta para todos. En plena campaña electoral, el SNTE dispuso de un
ejército de 15 mil profesores “comisionados”, cuya actividad fuera de
las aulas rebasa con mucho los días contables de cualquier otro
acontecimiento relacionado, por ejemplo, con marchas o paros durante el
periodo escolar. Así, los maestros bajo “comisión” gastan más en la
labor del apogeo político de la cúpula del SNTE que aquellos que luchan
por la dignificación de su trabajo.
Asimismo, este sexenio deja un masivo retraso social en los aprendizajes
imprescindibles para millones de personas, es decir, para alumnos que
en lugar de aprovechar su escolaridad en lo que deben saber para salir
adelante en su vida, gastan el tiempo en memorizar y repetir resultados
para pasar pruebas inútiles o de resultados insuficientes. Aquí la SEP
no sólo altera las cifras de los logros alcanzados de la aplicación
reciente de la prueba ENLACE por estados, como ya se ha denunciado, sino
que también los relativos al nivel general.
No es posible revertir, como se pretende, años de resultados educativos
mediocres (de 2006 a 2011) a uno de altura internacional (el de 2012,
¡curiosamente!) sin haber hecho nada en materia de currículum (porque
están aún a prueba las modificaciones que se propusieron casi al final
del sexenio), sin que se hayan establecido mecanismos para organizar de
forma integral la educación básica completa, con los mismos maestros y
con los mismos burócratas y directores, y sin haber superado ni
medianamente las actuales condiciones de desigualdad e inequidad
económicas y sociales de los alumnos. No pueden alcanzarse cosas
diferentes si se mantienen las condiciones iguales, de entorpecimiento a
los cambios fundamentales, para el caso por la vía de pruebas de opción
múltiple basadas en la memorización y en la repetición de los alumnos,
porque, como dice el colombiano William Ospina (La escuela de la noche,
2008), “demasiada información es lo más parecido al alimento excesivo;
de nada sirve la memoria sin el desarrollo de la inteligencia”.
Por eso es inverosímil que los resultados, de por sí en general muy
bajos (60% de insuficiencia en primaria y 80% en secundaria), de la
última prueba ENLACE, recientemente conocidos, hayan reportado un avance
estratosférico en el desempeño de los alumnos en matemáticas, pero no
en ciencias, y mucho menos en español. Esto es inverosímil, porque no se
puede comprender el lenguaje matemático sin un conocimiento de la
lógica del método científico, y menos aún sin comprender lo que se lee y
lo que se escribe (en donde los resultados fueron similares a años
anteriores o peores). El maquillaje de cifras y demostraciones que ha
buscado hacer la SEP no tiene nombre ni ética.
Otra fantasía de este final de sexenio es la pregonada por Felipe
Calderón en su VI informe de gobierno, consistente en que se rebasó la
cobertura de 30% en la tasa bruta de escolarización de la educación
superior y que existen condiciones para universalizar dentro de poco la
educación media superior. Nada que ver con la realidad estrujante de
millones de jóvenes sumidos en la desescolarización y el subempleo. ¿De
qué manera se puede mentir de tal forma, cuando se viven cada año
conflictos de rechazados de miles de estudiantes con una sola demanda,
la de poder ingresar a la educación superior?
Puede agregarse a lo anterior que la inversión pública en ciencia y
tecnología no rebasó el 0.4% en relación con el PIB (cuando está
mandatado orientar el 1% como mínimo), la zozobra de las instituciones
de educación superior y universidades públicas ante los recortes
presupuestales que se vivieron y los que se avecinan, las cifras más
altas de rezago escolar que se hayan tenido, el incremento del nivel de
analfabetismo en la población adulta, la increíble cifra de más de 30
millones de mexicanos que no cuentan con los mínimos conocimientos para
aprovecharlos en beneficio de su bienestar social y laboral, la
reproducción de la desigualdad para indígenas, mujeres y pobres, en un
sistema que prepara a las mayorías para el trabajo informal y no para
una formación inteligente.
A ver cómo hace para revertir el tamaño y las consecuencias de este
incruento legado el gobierno del PRI, que se apostará ahora, fuertemente
cuestionado por la ilegitimidad e ilegalidad de sus métodos, y que se
inclina a reproducir el mismo modelito de fracaso escolar durante otro
sexenio.
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