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miércoles, enero 18, 2012

En la Tarahumara, Peña Nieto y la operación cinismo

Con el joven precandidato y de “ideas nuevas” Enrique Peña Nieto se reeditó puntual una de las prácticas más viejas y deleznables del priismo: el acarreo. En la Sierra Tarahumara, este recurso cobra dimensiones todavía más abyectas porque carga con los indígenas de la zona, atribulados hoy por la sequía y las muertes por desnutrición, engañados con desparpajo y condicionados con el cuento de la entrega de despensas y de “ayudas” que casi nunca llegan…
Los tarahumaras acarreados.


CHIHUAHUA, CHIH. (Proceso).- El rarámuri Alberto Ramos se lamenta porque durante el ciclo pasado no se logró la cosecha y el gobierno estatal no ha enviado despensas a Carichí, su municipio. No obstante, el sábado 7 el mismo
gobierno sí se acordó de sus habitantes y les mandó unos autobuses para llevarlos de paseo. Él tomó un asiento, al igual que una treintena más de vecinos de su comunidad. Creyó que los traerían a esta ciudad para recoger comida, pero cuando se bajó del camión encontró que ríos de personas bajaban de otros autobuses y eran concentrados en el gimnasio Manuel Bernardo Aguirre.

“Nosotros nomás nos venimos, la coordinadora estatal nos trajo, no sabemos ni a qué. Despensa no dieron”, dijo el indígena de Chinéachi el domingo 8, al salir de entre el gentío, cuando estaba esperando a que el chofer del autobús de Transportes Ballezanos arrancara para llevarlo de regreso a su poblado. Sin despensa ni nada, pese a que en su comunidad –dice– dos personas han muerto por desnutrición, no sabe si provocada por la sequía.

Al pie de otro de los más de 130 autobuses estacionados alrededor del gimnasio más grande de Chihuahua, el ciríame (gobernador rarámuri) de Cieneguita de la Sinforosa, municipio de Guachochi, Francisco Mariano González, tampoco entiende a honras de qué les extendieron la invitación para viajar a Chihuahua –más de seis horas de camino– y se pregunta: “¿Pos por qué nos traerían? No han explicado nada. Nos traerían a oír esas pláticas que nos echaron ahorita”.

Las “pláticas” a las que se refiere Francisco son los discursos cargados de loas que se lanzaron el presidente nacional del PRI, Pedro Joaquín Coldwell; el presidente estatal de ese partido, Leonel De la Rosa; el gobernador de Chihuahua, César Duarte, y el precandidato del PRI a la Presidencia, Enrique Peña Nieto. Esto ocurrió en el acto de toma de protesta a los comités municipales y seccionales de su partido, que más parecía acto de arranque de campaña donde salieron a relucir las viejas mañas del acarreo.

Al gimnasio, en donde se realizan conciertos y partidos de basquetbol, llegaron al menos 12 camiones cargados de rarámuris traídos de la sierra que, como Francisco o Alberto, no sabían de qué trataba ese acto partidista. En éste participaron funcionarios públicos, políticos en funciones y jubilados, diputados, senadores, exgobernadores y alcaldes uniformados de rojo, donde Duarte destacaba con su chaqueta verde que combinaba con la roja del precandidato.

“Viene la gente a ver qué dan. Agarramos camión. Lo mandó Arturo; el miércoles fue a avisar que juntara a la gente y vinimos”, explicó José Albino, otro ciríame de Carichí, vestido a la usanza tradicional con su paliacate como banda en la cabeza y su camisa de manta.

–¿Y les dieron algo?

–No…. nada.

Los oradores del acto se cuidaron de referirse al exgobernador mexiquense como el precandidato. La excusa para su visita fue la invitación como “testigo de honor” a la toma de protesta de la estructura que operará su campaña.

En los discursos, siempre rematados con abrazos entre los halagados, se escucharon varias menciones del respeto del partido y del mismo Peña Nieto a la legalidad, a las reglas del juego, al dictamen del IFE que les impidió hacer actos de campaña prematuros hasta ser nombrado oficialmente “el candidato”.

En el gimnasio se mostraba el músculo del partido ordenado por sectores corporativos: la CTM, el Frente Juvenil, las estructuras seccionales, la CNC, la CNOP y los indígenas serranos. Estos últimos, como pudo constatar Proceso, acarreados por la Coordinación Estatal de la Tarahumara (conocida como la coordinadora), el órgano de gobierno encargado de repartir despensas para paliar la hambruna que comienza a presentarse por las heladas y la sequía que acabaron con toda la cosecha (Proceso 1836).

Otra vez operó el aparato de Estado, ahora al servicio del precandidato. A la vista quedó el descarado uso del hambre con fines electorales.

“Siempre aquí andamos, siempre; a veces dan cobija, a veces dan dinero, ahora no han dicho”, dijo al final del acto el rarámuri Valentín Jiménez García, traído desde Chinatú, en el lejano municipio de Guadalupe y Calvo (donde Chihuahua colinda con Sinaloa y Durango).

La plana mayor priista ya estaba en La Casona agasajando al candidato. Al llegar a la céntrica casa colonial resguardada por hombres armados, Peña Nieto intentó saludar a los ciudadanos que paseaban en el bazar dominical de antigüedades ubicado en la acera de enfrente, hasta que una brava mujer le gritó: “No lo queremos aquí, mejor póngase a leer libros”. El abanderado sólo atinó a responder: “No me diga eso, señora”.

Al servicio del candidato

El miércoles 4, en sus oficinas en Creel, Jesús Escárcega –encargado de operaciones de la Coordinación Estatal de la Tarahumara (CET) en los municipios de Creel, Bocoyna, Maguarichi, y en parte de Urique y Guachochi– comentó a Proceso acerca de las despensas que por la crisis alimentaria eran repartidas en la sierra; también se refirió a las becas para los niños de los albergues escolares. A media entrevista realizó una llamada a su colega de Carichí, Manuel Raúl González, para saber si el gobernador Duarte repartiría despensas en ese municipio al día siguiente.

Charlaron un rato y el funcionario le preguntó a su colega: “¿Tú cuántos camiones llevas?… Yo dos… ¿Cómo le vas a hacer con el dinero?… Hay posibilidades de que se vayan el sábado ¿verdad?, porque ya sabes cómo se llena, cómo se pone, no hay lugar, cada quien por su lado… Bueno, pues ahí estamos en contacto, Manuel”. Se referían a la operación acarreo para el mitin camuflado del siguiente domingo.

En cuanto Escárcega colgó le dijo a esta reportera, como consta en la grabación: “Dice que el gobernador estos días ya no sale porque tiene que organizar la visita del candidato Peña Nieto”.

–¿Y los camiones que van a llevar son para eso? –se le preguntó.

–Vamos a llevar una poquita de gente para que acudan, que vea la presencia del indígena y le suelten más (dinero) para la sierra porque ya ve la situación.

–Pero todavía ni es candidato… –se le recordó.

Con una risa nerviosa dijo: “Así es”. Trató entonces de disimular. Mencionó que el comité estatal del PRI pondría los camiones pero que seguramente no llegarían hasta la sierra, porque, quiso justificar, “ya ve que está muy lejos”.

Pese a su dicho, los camiones sí llegaron y los rarámuris que esperaban despensas fueron subidos a ellos y acarreados al acto con el precandidato. En algunos pueblos, como en Chinatú, mucha gente quiso subir pero no tuvo asiento; pensaban que el viaje sería para recoger despensas, según relató la gente llegada de Chinéachi.

Afuera del gimnasio diversos funcionarios de la Coordinadora Estatal estuvieron el domingo supervisando el acarreo.
Proceso constató que uno de los 12 autobuses Ballezanos llenos de indígenas era liderado por el funcionario Arturo Mendoza, empleado de la CET con base en el municipio de Cuauhtémoc. Cuando la reportera le preguntó qué hacía, explicó que a él le tocó conseguir 52 personas para llevar al acto, pero no supo o no quiso decir quién pagó el transporte.

“Yo no supe ni qué rollo ni nada, yo sólo los invité. A mí me dijeron que debía invitar a unos indígenas, no sé quién me habló, imagino que sería alguien del partido. Quería que los viera (Peña Nieto) porque son indígenas que no han perdido sus tradiciones, su vestimenta indígena”, explicó.

El ciríame José Albino dijo que la invitación corrió por parte de la coordinadora. Su colega Francisco Mariano de Sinforosa dijo que un empleado de la coordinadora llegó hasta su casa a pedirle que juntara a su gente.

La única indígena entrevistada que sí entendió que viajarían para ver al candidato, bajo el patrocinio del PRI estatal, fue Luz Elena Villalobos, gobernadora de la comunidad La Cañada, municipio de Bocoyna, quien dijo: “Nos invitó un señor de Bocoyna, del partido, y pues nosotros aprovechamos que nos invitan a conocer al candidato. Pero hasta que sea algo vamos a decirle que nos apoye con herramienta porque mucha gente no tiene, ahorita nada más es candidato”.

La mujer dijo que por el hambre tienen prometido recibir despensas a fin de mes. Pero la crisis es tal que ya convocó a su comunidad a tocar violín y tambores, bailar y cantar, a la usanza de sus ancestros, para que Onorúame (Dios-Padre) se contente.

“Onorúame se enoja porque ya no cantamos en nuestra comunidad, por las faltas de respeto, tal vez por eso nos falta la lluvia, la nieve, las enfermedades del bosque, se acaba el alimento, porque no cumplimos con lo que él nos encargó de danzar, tocar, hacer la ceremonia que hacían los antepasados porque es el Dios-Padre que nos dio la tierra, la naturaleza. Él dice ‘ustedes se están alejando, yo también’. Por eso en la fiesta le platicamos a Onorúame nuestras necesidades”, explica desde el primer asiento del autobús la mujer de cabellos largos canosos.

El camión hacía fila entre decenas que, amontonados, esperaban su turno de salida del estacionamiento. El embudo se hizo porque cada uno tenía que estacionarse unos minutos para recibir comida dispuesta en platos desechables y sus respectivas latas de coca para que los pasajeros aguantaran el camino de regreso.

Al acto de presentación del precandidato también acudieron rarámuris encargados de entregar despensas por la sierra con el logotipo del gobierno del estado “Chihuahua Vive”.

Ante esta situación, el jesuita Javier Ávila, director de la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos (Cosyddhac), dice a este semanario: “Si eso gastan sin ser la campaña, cuando todavía es ilegal, ya imagino lo que van a gastar durante la campaña: puro dinero del pueblo. Y así quieren lavarse la conciencia trayéndole comida a los indígenas”.

En su pasada edición, Proceso publicó que este año azota una crisis alimentaria sin precedente en la Sierra Tarahumara, a causa de las condiciones climatológicas atípicas que mataron toda cosecha de maíz y frijol de temporal, las matas de mariguana, y acabaron con los pastizales para la alimentación del ganado. El gobierno del estado y las organizaciones sociales que atienden la emergencia calculan que 250 mil personas tendrán que ser alimentadas desde ahora y hasta octubre próximo porque se quedaron sin comida. En algunas comunidades ya se han registrado decesos por la desnutrición.

Recortes

La CET es una dependencia creada durante la administración de Fernando Baeza (en la década de los noventa) para coordinar las acciones de gobierno dedicadas a mejorar la vida de los serranos y atender a los pueblos indígenas. No obstante, desde el sexenio del gobernador Patricio Martínez, cuando terminó envuelta en escándalos de corrupción, comenzó su desmantelamiento hasta quedar en lo que es hoy: la repartidora oficial de despensas y cobijas, según la calificó el exdiputado perredista Víctor Quintana.

“La coordinadora este sexenio sobre todo está muy por debajo de las exigencias y muy politizada. Reparte despensas y ahora construye viviendas de dos cuartitos. No integra la política social, y de repartidora de despensas ahora será promotora del voto”, opinó.

Según el analista político Alejandro Salmón, de 2011 a 2012 se le redujo el presupuesto en 24%. Una fundación donataria que otorga apoyos a las organizaciones serranas informó a Proceso que recortó las becas de alimentación que recibían los albergues infantiles a pesar de que, en esa región, son indispensables ya que muchos indígenas comen únicamente en la escuela; cuando salen de vacaciones se desnutren.

El vocal ejecutivo de la CET es Jesús Velázquez, un polémico amigo del gobernador, conocido nacionalmente como “el alcalde actor”, a raíz de su participación en películas sobre narcotraficantes, como La Ram blanca, La manzana de la discordia y Plomo en la sierra, financiadas con el erario cuando él era alcalde del municipio de Guadalupe y Calvo –municipio famoso por el turismo, la madera, la agricultura y las narcosiembras.

En Plomo en la sierra protagonizó a un campesino que pierde a su familia por culpa del Ejército; progresa hasta convertirse en cultivador y transportador de droga, hasta que llega a vengarse (con armas largas) de sus opresores.

Durante su administración fue sancionado por tener familiares en la nómina. Posteriormente se hizo diputado local y destacó por ser el priista que menos veces subió a la tribuna. Aun así, este empresario maderero del sur del estado fue elegido para formar parte del gabinete duartista.

Una de sus primeras y más polémicas acciones fue trasladar la sede de la coordinadora a Guachochi, al sur del estado, que a pesar de estar en la Sierra Tarahumara no es de fácil acceso para todos los serranos, como lo eran las oficinas en Chihuahua. Con el cambio se redujo el número de empleados y se acortó más el presupuesto.

“La coordinación perdió sus orígenes que eran prestar servicio a las comunidades y coordinar a todos los que trabajan en la sierra. Este sexenio, como el anterior, el papel que juega la coordinación es de apoyo político y manejo de votos en la sierra. De la noche a la mañana corrieron a gente cercana a los indígenas y empezaron a poner a gente cercana a los procesos políticos y partidistas”, señaló el jesuita Ávila, con 37 años de trabajo en la sierra y cofundador de la coordinadora.

La explicación que el gobierno dio para justificar el cambio de sede es que se trata de acercarse a la gente. Para Salmón es obvio que desde ahí se operará electoralmente para recuperar el voto serrano hacia el PRI, debido a que por primera vez los municipios serranos fueron ganados por el PAN.

“El PAN ganó 24 municipios (de 67), la mayoría en zona rural, lo que es inédito. Hubo mucha operación del gobierno federal a través de Diconsa, Sagarpa y Oportunidades para arrebatarle al PRI el voto verde. El traslado de la coordinadora a Guachochi, aunque el gobernador dice que es para estar cerca de los indígenas, es para pasar a la sierra esta oficina que ya no tiene razón de ser porque se quedó sin funciones y se convirtió en el centro político-electoral. Estando allá (a dos horas en vuelo desde la capital) los periodistas difícilmente podremos vigilarla”, dijo Salmón.

El exvocal ejecutivo de la CET y actual gerente regional de Diconsa Norte-Centro, Pedro Pérez Mata, lamentó que en los últimos años esa dependencia perdió presencia en las comunidades y abandonó algunos programas.

Sobre el posible uso electoral de este organismo opinó que el voto indígena es relativamente pequeño en el estado, por lo que la coordinadora no puede ser factor decisivo para ganar unas elecciones; sin embargo, considera que puede intentar manipular a los líderes indígenas porque ha habido críticas de que “los trae de arriba pa’ bajo” en sus actos. Si quisiera su voto, apunta, podría obtenerlo condicionándoles el apoyo.

Aunque se intentó entrevistar a Velázquez sobre los señalamientos y las evidencias del acarreo de la coordinación al acto del precandidato, hasta el cierre de la edición no se había reportado a las llamadas de la reportera.

lunes, enero 16, 2012

Sierra Tarahumara, mexicanos en cavernas

Sierra Tarahumara, mexicanos en cavernas

Zósimo Camacho / David Cilia, fotos / enviados

Habitan cavernas y viven alcoholizados: es más fácil conseguir tesgüino que agua potable. En sus propias palabras, “muchas veces es lo único que hay para llevarse a la panza”. Harapientos, su patrimonio es la pila de ramas secas a la entrada de la cueva y lo que llevan puesto. Nacen y mueren sin que exista un registro oficial de ellos. No cuentan con acta de nacimiento ni saben cuántos años tienen.

Son hombres, mujeres y niños rarámuris que sobreviven en el corazón de la Sierra Tarahumara , adonde los aventó hace siglos el chabochi o conquistador y, por extensión, el mestizo, de quien siguen huyendo y, despavoridos, corren aunque se les grite que son médicos o maestros quienes esporádicamente los buscan. En la profundidad de las barrancas o en la cima agreste de las montañas, arañan, con rudimentarios instrumentos, las peñas casi desnudas para arrancarles algo de sunú o maíz.

Con esta entrega –de un municipio que oficialmente no se encuentra entre los más pobres del país, porque los encuestadores enviados por los gobiernos no llegan a las recónditas comunidades serranas y la cabecera municipal es “próspera”–, Contralínea concluye la publicación del reportaje, en 14 partes, de Miseria Criminal.

Batopilas, Chihuahua. El viento parece mecer a los infantes, niños, jóvenes y viejos reunidos entorno a una olla de tesgüino, bebida embriagante de maíz fermentado. Sentados en una viga carcomida o en el suelo, con la barbilla puesta en sus rodillas, divisan los enormes peñascos rosados y grisáceos de esta Sierra Tarahumara, declarada por el gobierno federal “Parque Nacional Barrancas del Cobre”. Abuelos, de alrededor de 50 años, y nietos, quienes rondan los cinco, se pasan la hueja luego de darle algunos sorbos. Todos están borrachos.

La familia de José Rodrigo Torres casi está completa: sólo sus hijas y nueras huyeron al advertir la presencia de chabochis. Convive junto a la milpa en la que han sembrado maíz, frijol y calabaza. Se trata de una pequeña ladera entre los abruptos acantilados de la cadena montañosa. De manera atropellada, y mediante intérprete o español entrecortado, señalan que no saben de edades, que no han recibido nunca atención médica y que comen sólo maíz y frijoles “cuando hay”. Generalmente se alimentan de quelites que buscan entre el monte.

Pasan años pa´que comamos carne": Entesguiñados

—¿Cuándo fue la última vez que comieron carne?

La pregunta los deja atónitos. Guardan silencio por unos segundos y luego estallan en carcajadas y en una gritería en la que todos hablan al mismo tiempo.

“¿Carne? No, pues muy a lo largo... a lo largo. Pasan años pa’ que comamos carne y solamente cuando alguien nos convida. Los bukes (niños pequeños) ni la conocen”.

Una voz gruesa irrumpe con un lamento. Es la abuela que ha comenzado a cantar “para que llueva, se dé el maicito y tengamos milpa que trabajar”. Ana María Castillo –quien dice haber tenido “como 22 hijos”, de lo cuales “no se lograron” ocho– dirige su canto al cielo y el abuelo se levanta a bailar. Sus pies descalzos golpean lenta y rítmicamente la tierra y levantan polvo rojizo. Los ojos de la mujer, hinchados y acuosos, están cubiertos de una secreción turbia. Dice: “desde hace unos meses ya casi no veo”.

Antes de que oscurezca, se trasladan a su morada: una cueva, abierta como pequeña herida en la montaña. Tambaleándose, caminan por un estrecho sendero en el que cabe una sola persona; de un lado, la roca y los arbustos espinosos; del otro, la barranca de la que apenas se escucha el rumor del río.

El acceso de la caverna mide aproximadamente un metro. Ahí han apilado ramas secas con las que encenderán la fogata. El interior es más amplio y caben alrededor de ocho personas. Su tosco metate sólo es piedra contra piedra; también se observa una botella con agua y dos cobijas. Es el patrimonio de la familia. No todos pueden dormir aquí. Sólo los abuelos, los niños y las mujeres solteras gozan de la protección de la hendidura rocosa. Los demás pernoctan bajo chozas improvisadas con ramas y tierra o a cielo descubierto.

Los niños no van a la escuela, pues “el maestro que vino nomás estuvo dos días y se fue”, dice Antonio, quien tiene cuatro hijos menores de 10 años, “más una que se me murió”.


Antonio en su cueva y junto a su "patrimonio"

José Guadalupe comenta que “doctor nunca viene. Sabemos que hay brigadas, pero nunca llegan acá. Andan de esa sierra pa’ allá” y señala, a lo lejos, una cordillera de coníferas. “Pasa lo mismo que con eso del Procampo”, añade.

Al lugar se le conoce como La Mesa de Egüis. Se encuentra, aproximadamente, a 60 kilómetros de esta cabecera municipal, que se recorren a pie por alrededor de nueve horas; o cuatro, en camioneta por una brecha accidentada.

Pero no sólo los rarámuris padecen la miseria y la ausencia de servicios. Los ranchos de los campesinos mestizos tampoco cuentan con luz eléctrica, servicios médicos ni tierras fértiles. Son casi tan pobres como los indígenas. La dieta de la familia Egüis, que levantaron sus modestas casas de adobe junto a un arroyo, es casi idéntica a la de los rarámuris; pero pueden comer queso de cabra y café, los cuales comparten algunas veces con los indios.

Munérachi


Munérachi. "Adustos e inmóviles, parecen impacibles ante la tragedia.

Cuatro pequeños montones de piedras que sostienen una lámina constituyen la “casa” de Federico y Martha. El sol se ha puesto y, como ayer, hoy tampoco comieron nada. “Yo creo que mañana sí encuentro quelites”, dice serenamente Federico, quien tiene aproximadamente 17 años. Su mujer, ligeramente menor que él, amamanta a una bebé de ocho meses. La joven madre ingiere agua de lluvia recolectada en botellas de plástico.

El cielo encapotado y el aire húmedo anuncian los aguaceros nocturnos. Saben que la lámina no les servirá de nada, pero dicen estar acostumbrados: “nomás así siempre la pasamos”.


La "casa" de Federico y Martha. La familia puede pasar dos días sin comer

Tampoco hay médico en esta comunidad, aunque las brigadas de salud llegan cada uno o dos meses. Los habitantes cuentan con un viejo internado para los niños en el que no hay maestros desde hace medio año. Perros con sarna se pasean por una abandonada cancha de basquetbol. La vieja iglesia es la única construcción que cuenta con gruesas y altas paredes. También se encuentra cerrada y, a través de los orificios de las puertas apolilladas, se advierte un templo rústico y pobre.

Vicente Rivas, el comisario policía de esta localidad, habitada aproximadamente por 600 personas, dice que “aquí lo que más falta hace es clínica con doctor”. La autoridad tradicional expresa que la gente se enferma de neumonía y los niños no están bien alimentados. Agrega que “la gente luego se muere de repente sin saber ni de qué”.

Cuando una persona de esta comunidad cae enferma, sus familiares acuden al sucurúami o curandero, quien “a veces cura la diarrea, la neumonía y la calentura con raíces y cantos”.

Munérachi se encuentra a más de siete horas, recorridas a pie, de la cabecera municipal. Para llegar al centro de salud deben atravesar dos ríos que en temporada de lluvias son imposibles de cruzar.

El agua que ingieren es “del aguaje”, es decir, de una pila dispuesta para captar el agua de lluvia.

Rodrigo Soto Gutiérrez, de alrededor de 50 años, muestra su casa: dos pequeñas habitaciones de adobe con techo de ramas y tierra. Al interior se observan dos petates, dos costales de maíz, una pala, un azadón, un bielgo y un hacha. Además, un altar a la virgen de Guadalupe y a San Judas Tadeo.

Desde lo alto de un peñasco, Rodrigo Soto observa caer la noche. Dice que los sacos de maíz le alcanzarán a su familia sólo para dos semanas más “y el cielo no quiere llover bien”. Erguido y de semblante duro, cruza los brazos. Pareciera estatua de bronce colocada sobre un risco. Se ha quitado la napacha o blusa. El viento le mece el isigura o taparrabos. Sólo escucha el sonido estridente de las chicharras que, luego de la puesta del sol, domina el monte.

Guamuchili

En lo profundo de la barranca, y a orillas del río Batopilas, está la cueva de José María Layo. El viejo no ve definitivamente de un ojo. Del otro, le escurre una lágrima espesa que “hace que todo se vea empañado”. Camina a pasos cortos ayudado con un bastón; pero se muestra ágil al atravesar los arroyos. Casi no entiende el español y muy pocas frases puede decir “en castilla”.

Llovió toda la noche anterior y el estruendo del río crecido hace que cualquier diálogo sea a gritos. José María no sabe cuántos años tiene, “pero ponle que como 500”, dice con seriedad. Tiene nueve años viviendo en esta cueva. Antes vivía en otra de la sierra. “Me bajé porque aquí tengo cerca el agua”, comenta y, con una mueca, señala al río.

Nunca fue a la escuela y nunca había sido atendido por un médico hasta que se acercó a esta cabecera municipal, hace dos meses, desesperado porque está a punto de perder la vista. Camina cada semana alrededor de 15 kilómetros para que sea revisado por el médico. Ha recibido el apoyo del presidente municipal. Vive con un hijo, su nuera y tres nietos.

La cueva no es profunda y ni siquiera puede resguardarlos completamente de la lluvia. María, de siete años, carga, amarrada por la espalda, a su hermana Rosita, de tres meses. Juega, junto con Juan, de dos años, con el agua verdosa encharcada en el interior de la cueva.

José María ha colocado ramas delgadas para colgar sus pertenencias y con ello evitar que se mojen: el guare o cesto de tortillas, las cobijas, el petate, la hueja o cuchara y las bolsas de ropa que les fueron entregadas en la presidencia municipal.

Guacaibo

Los niños se pasean, descalzos y silenciosos, por las milpas. Infestados de parásitos, su vientre les crece grotesco, aunque el resto de su cuerpo se observe delgado y blancuzco. Porfirio Méndez Enríquez, el comisario policía de la comunidad, sostiene entre sus manos a Óscar Diego, de dos años. El infante, débil y con un estómago de 30 centímetros, no puede sostenerse por sí mismo.

“Éste es el niño más jodidón. Está muy panzoncito. Ya está que revienta. Lo bajamos a Batopilas hace como dos meses y de ahí se lo llevaron hasta Chihuahua. Lo vieron unos doctores y hasta medicina nos dieron; pero ya se acabó y aquí cómo vamos a conseguir. Sí le había bajado su pancita pero ya le creció otra vez. Luego se enferman como de gripa y calentura, que dicen que viene siendo paludismo”, explica Porfirio.

Sin embargo, los niños no son los únicos que muestran vientre abultado. Los adultos también padecen de enormes estómagos sin que sepan cuál es la causa. Beben agua de lluvia que captan en grandes tinacos o extraen de los pozos.

Porfirio Enríquez dice: “He bajado a Batopilas a hablar con la doctora que está ahí para decirle que necesitamos doctor acá. Me dice que no hay presupuesto; pero yo le digo, no le hace que no haya presupuesto: acá hay gente. Primero hicieron que nos ilusionáramos con que sí iban a mandar. Hace como cinco años nos dijeron que era cosa de que nomás hiciéramos la casa de salud. La levantamos de adobe y hasta puertas le pusimos y todo. Nunca llegó nadie y ahora está ahí toda inservible”.

Agrega que “sí se han muerto personas porque no se les atiende. Ya nos conformamos con que viniera un doctor cada mes. Mira a esta otra chiquita: es Jesusita y no quiere crecer”. La niña, de seis años y 16 kilos, se oculta entre las piernas de Porfirio.

La comunidad se encuentra en la parte más alta del municipio. Casi en las cimas de las montañas, gozan de algunas praderas y bosques de ocotes. Sin embargo, el agua no es suficiente.

“Aquí tenemos muchas ganas de trabajar. Necesitamos una presa. Nosotros mismos la hacemos, pero necesitamos material. Con una presa, podríamos tener riego y hasta agua para bañarnos, porque ahorita casi toda es para tomar. Y, a veces ni para eso tenemos”.

El Tablón

El viejo Higinio Osorio Rentería, de 77 años, levanta cuidadosamente su pantalón y descubre su pantorrilla. Las moscas, ligeras, se apeñuscan en una masa tumefacta y sangrante. La herida nunca cicatriza y se extiende apresuradamente. Nadie sabe qué enfermedad lo aqueja ni las causas de ella.

“Me enfermé de llagas. Nomás primero me dolió el empeine; luego llegó la calentura, y a los pocos días me salieron manchas rojas. En julio, cuando estaba desyerbando una matita de maíz, me di cuenta de que ya tenía más manchas y las llagas. Mi otro pie está como adormecido.”


Osorio Rentería, enfermode "llagas". El médico más cercano, a nueve horas.

Más de 12 horas, a pie por senderos escabrosos, separan al viejo de la cabecera municipal de Batopilas, donde un médico podría atenderlo. “Nunca ha venido un doctor por acá o, por lo menos, a mí no ha tocado verlo y, la verdad, yo ya no puedo bajar”, asegura. Las brigadas médicas tampoco llegan hasta esta ranchería habitada por mestizos.

El anciano vive solo. No cuenta con familiares. Sus vecinos procuran lavarle las heridas con agua y yerbas.

Bacilio Portillo Castillo, de 57 años, lamenta la falta de servicios médicos: “Aquí sí se han muerto. Apenas llevábamos a Batopilas a un chamaquito. Lo vimos enfermo un día en la mañana; le dimos remedios y parecía que se componía. Ya en la noche se puso muy malo y por la mañana lo echamos en el lomo de un burro rumbo a Batopilas; pero como a la hora de camino, se acabó el niño. Tenía seis años”.

El campesino, de sombrero, huaraches de tres puntadas y daga en la cintura, expone que en la ranchería no llega Procampo ni Oportunidades. Tampoco los niños van a la escuela, pues el maestro se fue hace de cinco meses.

“Aquí necesitamos muchas cosas; pero comida es lo que más hace falta. Necesitamos también un puente colgante para atravesar el río, porque en temporada de lluvias no hay siquiera ni cómo ir a conseguir las cosas a otro lado.”

Cuesta abajo, rarámuris salen al paso de los forasteros. No pronuncian una sola palabra ni responden a vocablo alguno que no sea el kuira’, saludo tarahumara. Adustos e inmóviles, parecen impasibles no sólo ante los agrestes clima y orografía sino también ante el hambre, la enfermedad y la tragedia.

Desde las veredas, se observan en las laderas a otros que yacen desmayados y con el rostro sangrante. Son los entesgüinados que, solitarios, despertarán para seguir arañando peñascos y huir, sierra adentro, de la voracidad del chabochi.

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Se suicidan indígenas por hambruna en Sierra Tarahumara


http://youtu.be/tmNLa7Ws7Bc

Fallecen seis indígenas por hambre en la Tarahumara


Rayuela
A El Chapo le bastaron 11 años. No cabe duda que México es una incubadora de millonarios.

*Grave problema de desnutrición en comunidades debido a la sequía de 2011: El Barzón

*Al menos 6 personas han muerto de hambre en la sierra Tarahumara

*Se dejaron de producir 20 mil toneladas de maíz de autoconsumo; fundación entrega ayuda a rarámuris.

Habitantes de las comunidades Napuchi, Wisarorare, Baquiachi y Pasigochi, del estado de Chihuahua, se forman para recibir ayuda alimentaria en centros de acopio ubicados en el municipio de Temósachi.

Ciudad Juárez, Chih., 14 de enero. En poblados del municipio de Carichí, ubicado en la sierra Tarahumara, al menos unas seis personas han muerto de hambre, de acuerdo con las actas de defunción, informó la organización campesina El Barzón y confirmó el gobierno del estado.

El Barzón cuenta con copias de las actas de las personas fallecidas, en las cuales el médico legista puso como causa de muerte la desnutrición que enfrentan pobladores de esa región –sin comida suficiente hasta por cuatro meses consecutivos– como consecuencia de la sequía.

Las comunidades donde murieron de hambre las seis personas son Napuchi, Wisarorare, Baquiachi y Pasigochi, donde el índice de mortalidad por la falta de alimento es un factor que ha propiciado casos de lesiones y de muertes de los adultos de 55 a 60 años de edad, reportó la agrupación campesina.

Hubo algunos casos de fallecimientos de niños por la falta de alimentos, pero esta situación se atendió y no han muerto más menores por este problema, dijo Jesús Velázquez, titular de la Coordinadora de la Tarahumara del gobierno estatal, encargada de llevar apoyos alimentarios a esa zona.

Expresó que se ha avanzado en el plan emergente de alimentación en la sierra Tarahumara. Hemos andado en muchísimas comunidades y seguiremos en otras más; estamos trabajando en la nueva calendarización.

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Con engaños y sin un traductor, indígenas firman contratos leoninos

*Uno de los documento de Demex especifica que será la única con derecho a la operación y venta de la energía eléctrica generada ahí

*La mayoría son empresas españolas que convirtieron en sus empleados a dueños de los predios que albergan 500 aerogeneradores.

Generadores de electricidaden el parque eólico del istmo de Tehuantepec.

Juchitán, Oax. Los más de 500 aerogeneradores que erizan el paisaje en miles de hectáreas al sur del istmo de Tehuantepec, Oaxaca, desde La Ventosa hasta Santo Domingo Ingenio, se han cimentado en el engaño, la mentira y la violación de derechos colectivos de los pueblos indígenas, lo que constituye la cara sucia de la energía limpia: la eólica, producida por la fuerza del viento en la región, la cual es considerada una de las de mayor potencial del mundo en la materia.

Así lo expresaron a La Jornada –por separado– integrantes de la Asamblea de los Pueblos Indígenas del Istmo de Tehuantepec en Defensa de la Tierra y el Territorio (Apiitdtt), autoridades agrarias, ejidatarios o comuneros y propietarios de tierras en San Mateo del Mar, San Dionisio del Mar, La Venta, Unión Hidalgo, San Blas Atempa, Juchitán e Ixtepec, y las organizaciones sociales Proyecto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Prodesc), y Proyecto sobre Organización, Desarrollo, Educación e Investigación (Poder), que acompañan los movimientos de resistencia al Corredor Eoloeléctrico del Istmo (CEI).

La importancia de la eoloelectricidad se ha acrecentado ante la grave problemática del cambio climático, más aún después del desastre de la central nuclear de Fukushima, en Japón, lo que refuerza el valor estratégico de la región del istmo de Tehuantepec, históricamente codiciada por diversas potencias, especialmente Estados Unidos.

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*Joaquín El Chapo Guzmán: 11 años prófugo, rico y fortalecido

*Según Washington, el líder del cártel de Sinaloa es el capo más poderoso del mundo
Su evasión vulneró un sistema carcelario considerado incorruptible y a prueba de escapes
Joaquín El Chapo Guzmán Loera cuando fue presentado en el penal de máxima seguridad del Altiplano, en el municipio mexiquense de Almoloya de Juárez, en junio de 1993.

Joaquín El Chapo Guzmán Loera se transformó en 11 años de narcotraficante caído en desgracia (preso en un penal de máxima seguridad, su organización disminuida y su principal socio, Luis Héctor El Güero Palma Salazar, detenido), en el capo más poderoso del mundo, según autoridades de Estados Unidos, y en uno de los hombres más influyentes del planeta, a decir de la revista Forbes.

Con paciencia, a lo largo de ocho años de encarcelamiento, tejió complicidades y preparó la fantástica fuga que le permitiría salir del penal de máxima seguridad de Puente Grande, en Jalisco, el 19 de enero de 2001. En libertad, se asoció con Ismael El Mayo Zambada y Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, dos de los principales jefes del tráfico de drogas en México, con contactos en Colombia, Estados Unidos y Europa.

Esa sociedad le ha permitido enfrentar y en algunos casos destruir –en paralelo a las embestidas gubernamentales de los gobiernos panistas–, grupos que históricamente habían sido sus rivales, como los Arellano Félix o, con los cuales rompió relaciones, como aconteció con los cárteles de Juárez y de los Beltrán Leyva.

Con su evasión, Guzmán Loera puso en evidencia la vulnerabilidad de un sistema carcelario que se consideraba incorruptible y a prueba de fugas. También, en 11 años, la voracidad de su organización, al mismo tiempo que las cruzadas o guerras contra el trasiego de enervantes de los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, modificaron el mapa de las operaciones del narcotráfico en México.

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martes, enero 26, 2010

Los fantasmas de la Sierra Tarahumara

Bachíniva. Aulas abandonadas
Escuela en El Alamillo, Chihuahua.


Marcela Turati


EL ALAMILLO, CHIH., 25 de enero (Proceso).- Entre la Sierra Tarahumara y Ciudad Juárez está la Alta Babícora, donde la reportera vio, del 11 al 14 de enero, cómo la pobreza de la tierra y de la gente ardió con un soplo del diablo. A los pueblos más apartados llegaron los narcotraficantes y, ante la total impotencia de los abandonados municipios, coparon caminos, mataron a los rejegos e incendiaron las casas. Los que no fueron levantados por sicarios, huyeron de los militares. Y los pocos que se quedaron siguen buscando al único desaparecido que, sin embargo, nunca estuvo presente: el gobierno.
En este pueblo no ladran los perros; sólo se escucha el silencio, a veces interrumpido por las camionetas que cruzan por la carretera y que a veces se meten por las calles de este paraje abandonado.
Es medio día y no hay gente en las calles. Tampoco se oyen voces en la escuela. Ningún metiche se asoma por la ventana para ver pasar a los viajeros. Las ventanas de varias casas están rotas y nadie se ha empeñado en cambiarlas.
Al entrar a este pueblo viejo, de bardas de adobe carcomidas por el viento, de álamos altos, se ven vehículos mal estacionados, como aventados a medio camino: por ahí una camioneta roja con vidrios rotos, más allá otra con las puertas abiertas, como si sus tripulantes hubieran salido corriendo. Huyendo de algo, de alguien.
Sobre la carretera, en vez de un letrero que dé la bienvenida a El Alamillo se ven los restos de lo que era la tienda Diconsa: la puerta sin tranca, el negocio abandonado y saqueado, el tizne cubriendo la fachada de colores que lucía antes del incendio.
Esa quemazón arrasó varias casas y negocios. Las estructuras con los puros muros de pie, los muebles reducidos a ceniza, las láminas del techo achicharradas en el suelo, indican que el año pasado aquí se libró una guerra.
En el recorrido por este pueblo de álamos pelones de hojas y de ramas enredadas como marañas, sólo se ve un ánima a lo lejos: es un anciano que se espanta el frío cobijándose con los rayos de sol, como lagartija, afuera de su casa de adobe.
Este mismo paisaje de casas abandonadas o quemadas se aprecia en varios de los pueblos que rodean la Laguna Babícora, donde comienza la zona serrana de Chihuahua denominada la Alta Babícora, a medio camino entre la Sierra Tarahumara y Ciudad Juárez. La zona que el año pasado sufrió la barbarie.
De pronto, de entre el abandono, aparece una mujer que estaciona su auto en la única tienda abierta del pueblo, afuera de la casa que en lugar de sala tiene anaqueles para exhibir alimentos.
“Quedamos pocos, antes aquí vivíamos muchos. En la primaria quedaron seis niños nomás, están viendo si la cierran, igual la secundaria”, comenta.
La dueña de la tienda agrega: “Antes había más tiendas, ahora somos la única que queda, pero no tenemos clientes”.
Hasta hace un mes esta tienda tuvo competencia, pero las otras fueron cerrando por quemazón o abandono, cuando las sombras de la muerte comenzaron a pasearse por las calles. La dueña de la única tienda y su marido no se fueron. Él es mecánico, los dos tienen trabajo; pero sus hijos chiquitos andan en la vagancia: se quedaron sin escuela.
“El kínder cerró, no hay niños. Voy a ver si a este puedo inscribirlo en Gómez”, dice la mujer y señala al niño, que le pide de los dulces exhibidos en los anaqueles. Gómez Farías es cabecera del municipio vecino.
La única clienta se aleja por el llano, amarillo de tan seco, de árboles pelones con sus ramas como marañas, como de película de olvido.
El paisaje es tan desolado como lo cuentan.
El Alamillo es un pueblo del noroeste de Chihuahua, en la zona del silencio, porque de la violencia que ocurre aquí no se habla. Se queda en rumor. Eventualmente sale publicada en algún diario local con denuncias anónimas.
“Esa zona está prácticamente asolada porque muchos se van huyendo. Los que pueden se van a las ciudades, Cuauhtémoc, Chihuahua, Juárez o a Estados Unidos, a Nuevo México y Texas, con sus parientes. Otros anduvieron vagando mucho tiempo en la frontera. Unos estuvieron en Palomas, sin trabajo, incluso muriendo de hambre con sus familias porque no querían regresar ahí. Y los que se quedan son interrogados y acosados por los soldados, que les dicen: ‘A ti te protege el cártel. ¿O porqué no huiste? ¿No serás de ellos?’”, dice el diputado local Víctor Quintana.
Y para Gabino Gómez, dirigente de El Barzón en Chihuahua, esta “es tierra de nadie”. Así se lo dijo en diciembre a los generales de la región militar encargados del Operativo Conjunto Chihuahua, en una reunión que tuvieron con las organizaciones de la sociedad civil, que les reclamaron por sus excesos.
Los reflectores de la violencia los acapara Ciudad Juárez, con su récord sostenido de asesinatos, pero la zona rural de Chihuahua, con su nervadura de caminos y brechas que conecta la Sierra Tarahumara con la frontera en una línea, acumula mala fama como albergue de narcocultivadores, y su estela de violencia y sufrimiento.
El día en que se hizo este recorrido por la zona, el municipio de Madera, al que pertenece Alamillo, amaneció con una noticia: levantaron a un hombre frente a la presidencia municipal, a plena luz del día.
–Era don Tino, era de aquí. Fueron por él unos encapuchados y se lo llevaron enfrente de su hija. Ella se engaruñaba a su chamarra, no quería dejar que se lo llevaran, pero se lo quitaron –comenta una anciana del vecino pueblo de Nicolás Bravo, que también luce casas quemadas.
–¿Seguido desaparece gente?
–Hace dos semanas se llevaron a otro muchacho; a él lo encontraron con las manos mochadas –responde.
Nicolás Bravo tiene tramos que parecen escenarios de guerra. Ahí están la Refaccionaria y Ferretería Vázquez, con sus paredes ahumadas y el techo vuelto chatarra. La misma suerte corrió una casa amplia cuyas bardas eran coronadas por figuras de águilas. Otra casa rosa, que se veía de lujo, quedó convertida en una tapia abandonada con los puros muros de pie, con vista al cielo.

La ruta Madera-Ciudad Juárez

Desde el año pasado, en estos dos pueblos vecinos comenzó a notarse el movimiento. En el Diario de Juárez se informó que al menos 15 familias habían huido, luego se manejó que 50.
“Yo he visto familias con las camionetas cargadas o gente que se fue de plano sin nada”, comenta un camionero asignado a esa zona. Él, como la mayoría, tiene miedo de hablar y no quiere ser citado por su nombre.
Es la conjunción de brechas como nervios que conectan la región. La “Y” de Madera a Ciudad Juárez, que tiene ramificación por Villa Ahumada: donde cualquiera puede estar y al día siguiente desaparecer.
Los relatos de lo que ocurre en esta zona, que el diputado Quintana nombra como “la Y de la muerte”, parecen increíbles. Por ejemplo, la aparición del comando armado que en segundos inmovilizó a las decenas de asistentes a una carrera de caballos, asesinó a tres y se llevó por lo menos a otros tres, aunque la gente rumora que desaparecieron más. La mujer que le escribió al presidente de la República pidiéndole que draguen la presa El Tintero porque tiene la sospecha de que sus hijos desaparecidos están ahí, ahogados. Los buzos contratados para buscar a un borracho que podría haberse ahogado en la misma presa...
“Fue en la presa El Tintero, límites de Buenaventura y Namiquipa. Iban a buscar a un señor ahogado y los buzos encontraron en el fondo dos vehículos con gente dentro. Esto no fue público, no salió. La información se queda corta”, dice Gabino Gómez sobre este suceso.
Fue público el éxodo apresurado de familias enteras que vieron arder sus casas o el asesinato de uno o varios de sus miembros. También se sabe que en esta región nadie quiere ser policía, están vacantes algunas alcaldías y faltan regidores, los que había están muertos, renunciados, huidos o desaparecidos.
En esta zona desaparecieron cuatro policías rurales y un teniente del Ejército cuando se trasladaban del Valle de Juárez al cuartel de Madera. Sus familiares recorrieron el camino por tierra y rentaron una avioneta, pero parece que se los tragó la tierra. Aquí también los narcos levantaron a un alto mando de inteligencia de la Policía Federal, cuyo cuerpo fue encontrado en el tiro de un pozo. Pronto la región se llenó de militares en busca de narcos y se atizó la violencia.
Se dice que estos caminos tienen ojos, porque los vigilantes de los narcos están en todas partes.
Un agricultor de esta región, donde se ven grandes extensiones de tierra con ganado y áreas con huertas de manzanos, cuenta lo que es el miedo cotidiano de convivir con los narcos:
“En mi huerta encuentro un vehículo con gente cuidando la carretera. Si avanzas otros kilómetros, se ve otro, y más adelante otro... Así está todo el camino, eso se da en toda la región. Si no lo conocen a uno, es arriesgado andar en los caminos porque lo detectan, lo paran, lo cuestionan. Te dicen: ‘Sabemos que fuiste a tal lado y que vienes de tal otro, tú ya no pasas por acá’.”
Otro vecino comenta: “La seguridad en la zona está a cuenta de gente a pie, a caballo, en vehículos o unos que están poniendo botes junto a la carretera y que pasan información a los narcos sobre quién pasa. Antes eran visibles porque estaban en vehículos parados al lado de la carretera, pero ahora se visten como si estuvieran en las labores del campo”.
Otro narra: “Llegan a los ranchos o bodegas de la gente y las abren y meten autos robados. Y tú sabes que están ahí y te aguantas, no puedes decir nada. A un conocido lo mataron porque se negó a que su bodega la usaran para guardar un vehículo robado. Lo levantaron, lo mataron y lo aventaron por ahí”.
Por estos lugares la consigna parece ser no hablar. Todos parecen miedosos. Los repartidores de productos cuentan que a veces corren la mala suerte de ser detenidos, interrogados, asaltados o golpeados por transitar en una mala hora. La advertencia que recibieron de parte de los capos locales es que los caminos deben estar despejados por las noches. Dice un repartidor:
“A las ocho de la noche ya no sales, desde que se mete el sol estás refugiado en tu casa. La gente ya no viaja de noche por esos caminos, se corre el riesgo de que la paren y pueden pasarle varias cosas. Porque los narcos y los militares ponen retenes en el camino. Si el retén es de los narcos, lo mínimo que te pasa es que te dan unos aventones y madrizas en el mejor de los casos, cuando no roban tu celular, tu cartera o el vehículo, si les gusta, o hasta puede que te lleven y te maten, Y el Ejército, cuando te para, también te golpea y roba posesiones.”

Desapareció hasta el gobierno

Algunos pueblos se salvaron de la barbarie, como El Porvenir del Campesino, un pueblo desolado, de casas de adobe y alambres de púas que delimitan potreros, donde presumen que están alejados de la trama de las drogas.
“Acá vive pura gente mayor, puro campesino. Todos nuestros hijos se fueron a Estados Unidos y desde allá nos mandan dinero”, dice un ranchero con la ropa desgarrada, que camina cerca de la tienda Los Diablos, un cuarto estrecho y desolado como el pueblo mismo.
Víctor Quintana señala que los municipios de Gómez Farías, Madera, Zaragoza, Temósachi, Matachic y Namiquipa tienen muchos desaparecidos.
“Es como una “Y” de la muerte que conecta de un lado con el Valle de Juárez a Villa Ahumada y forma un camino de brechas clandestinas a la sierra, a la parte productora (de enervantes)”, describe.
El legislador estatal hace una relatoría de las tragedias conocidas: primero fue ejecutado el comandante de la policía de Galeana. El año pasado se inauguró con la desaparición del comisario ejidal de Gómez Farías, Raúl Rascón. En marzo de 2009 los narcos quemaron casas en El Alamillo y Nicolás Bravo, y se llevaron a varias personas, entre ellas dos maestros, a los que sus padres buscaron por meses.
Sigue: el 1 de febrero, en la carrera de caballos de El Terrero, Namiquipa, mataron a tres y se llevaron al menos a otros tres, aunque aún hay gente que afirma que fueron muchos más. Un regidor de Madera que se opuso a esos ataques tuvo que irse de la región porque le quemaron la casa y golpearon a su familia. De Nuevo Casas Grandes se fueron empresarios y agricultores por la ola de secuestros y las constantes extorsiones. En la zona incluso hubo secuestros de niños.
“En toda esa región de la Alta Babícora: Namiquipa, Nicolás Bravo, Soto Maníes y Madera, hay gran cantidad de casas quemadas. En El Alamillo acabaron con familias completas; los que no murieron huyeron”, dice Quintana.
Gabino Gómez resume: el narcotráfico siempre ha existido en la zona y la gente de ahí no se escandalizaba porque se mantenía en bajo perfil, guardaba su distancia. “Pero ahora se desataron los demonios”, admite.
Relata que durante los operativos, las escuelas cerraban abruptamente cuando empezaba la violencia y rápidamente iban los papás a sacar a sus niños de la escuela, desde los de kínder hasta los del telebachillerato.
Ahora, señala Felipe Ruiz, dirigente de la organización de derechos humanos Cosyddhac, “nos manejamos en una carencia de información, es difícil que la gente denuncie porque tiene miedo, y cuando denuncia no pasa nada. Recibimos quejas contra el Ejército, el general Espitia nos dice que eso que dicen no es cierto. Y mientras, hay mucha violencia y mucha oscuridad, porque no hay elementos sobre los cuales poder bordear la verdad”.
La desaparición forzada más reciente ocurrió en otro tramo de esta maraña, en el ejido Benito Juárez. Este caso, según los testigos, involucra al Ejército. El 26 de diciembre unas personas que la gente identifica como militares se llevaron a dos mujeres y a un hombre, miembros de la familia Alvarado, y aunque el Ministerio Público les confirmó que fue un operativo del Ejército, éste lo negó y no volvió a saberse el paradero de las personas.
Gabino Gómez ofrece otro dato: “Yo les señalé a los militares que en la región del noroeste, en la zona rural, no hay gobierno, porque sólo se enfocan en Juárez y en las ciudades, pero en el campo hay pueblos tomados por el crimen organizado, que siembra terror, y la llegada del Ejército no resuelve nada por los abusos que comete, el robo de vehículos. Sus camiones parecían casas de mudanza de tan cargados que iban de muebles.
“Es la región que va desde Namiquipa hasta la frontera, pasando por Gómez Farías, Buenaventura, Janos, Ascensión, Zaragoza, Galeana, Casas Grandes... que es una línea real, que es la zona donde desapareció el gobierno.”

miércoles, noviembre 25, 2009

Oro tarahumara

Hace unos días, la Secretaría de Economía inauguró un desarrollo minero con una inversión de 240 millones de dólares, en Chihuahua, propiedad de la canadiense Agnico Eagle Mines Limited, dirigida por Sean Boyd.
La planta tiene reservas probadas de 41.8 millones de toneladas y una capacidad para extraer 4 millones de onzas de oro y 104 millones de onzas plata. En Chihuahua, la producción de oro ha registrado un crecimiento, en 5 años, de 1,352% mientras el incremento nacional es de 127.5% en el mismo periodo.
Lamentablemente se trata de la riqueza heredada por los tarahumaras que ha sido puesta a la venta. Sin su consentimiento, al mejor postor, en este caso el capital canadiense que cada día se adueña más de las entrañas de la tierra mexicana. Como dice el filósofo del metro: El oro es el sexo del sol con la tierra. Su saqueo es la miseria humana..
Tianguis
Alejandro Valenzuela nombró a Alfredo Thorne director general corporativo de Grupo Financiero Banorte, quien tendrá bajo su responsabilidad el Análisis Económico y de Mercados y las Relaciones con Inversionistas… La mayor aerolínea de América del Sur, la brasileña TAM, nombró como consejero a Emilio Romano, ex director de Mexicana… BBVA Bancomer creó el primer fondo de inversión para respaldar la educación… El gobierno de Nuevo León entregó el Premio Tecnos 2009 a Instituto Bioclon por el proyecto “Antiveneno polivalente contra la araña del género Loxoceles: Desarrollo de un Paquete Tecnológico Integral”… Nextel anunció su interés por participar en la licitación del espectro radioeléctrico, aunque la Corte ya decidió que la SCT no tiene atribuciones para licitarlo… Fundación Cinépolis recibirá el reconocimiento Effie social de la Asociación Mexicana de Agencias de Publicidad de Nasre Ganem, por sus campañas sociales.
Fuente: El Periódico

domingo, noviembre 08, 2009

Planean destruir aldea Rarámuri; involucran al senador Manlio Fabio Beltrones

Luis Alonso Fierro
El Diario de Chihuahua

Municipio de Urique— Una aldea Tarahumara y un albergue indígena en el que viven 80 niños serán derrumbados para la construcción de un complejo turístico, cuyo principal inversionista sería -según pobladores- el senador Manlio Fabio Beltrones.De acuerdo con habitantes de la comunidad indígena de Mogotavo en los últimos meses funcionarios de la Secretaría de Desarrollo Comercial y Turístico los han presionado para que abandonen sus casas y dar paso a la edificación de un hotel, restaurantes y viviendas de lujo.“Quieren hacer un hotel en este punto, y nosotros no queremos, porque nuestros ancestros eran de aquí. Dicen que estos terrenos son de una señora, pero no es cierto”, declaró Miguel Cruz Moreno, gobernador de Mogotavo, poblado que se ubica a unos kilómetros de Huetosachi, comunidad que enfrenta una problemática similar ya que el empresario Federico Elías Madero pretende desalojar a 80 indígenas para edificar un hotel. Junto con el caserío, los empresarios y funcionarios de Turismo pretenden demoler el albergue y escuela indígena “Rebelión del Tarahumara”, lugar en que el que viven, estudian y se alimentan casi 100 niños de 14 comunidades de la región. “Misteriosamente” toda la documentación que respalda la propiedad de la tierra del albergue se encuentra desaparecida, ni la Secretaria de Educación Pública, la Coordinadora Estatal de la Tarahumara, ni alguna otra dependencia los tienen en su poder, lo que deja al lugar sin defensa jurídica en el caso, denunció el director del albergue, Jesús Silva Chávez. “Se ha buscado en todos los archivos y no hay nada, desaparecieron. Lo extraño es que este lugar fue construido por la CDI (Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas), y esa institución siempre que hace un albergue primero compra el terreno o lo pide en donación, pero ahora resulta que aquí nada más llegó y lo puso sin pedir permiso, como si fuera una invasión”, dijo el docente.El plan turístico contempla la reubicación del poblado y del albergue en un punto situado a unos 15 kilómetros del sitio actual.Mogotavo, se encuentra en el corazón de las Barrancas del Cobre, desde ese lugar se tiene, por mucho, una vista más extensa de la zona que desde el Divisadero.El caserío y escuela se ubican en sendas planicies, en las que hay cultivos, variada vegetación y abundante terreno en el que las casas se separan por unos 200 metros.Sin embargo, reveló Miguel Cruz, los empresarios pretenden que se vayan a vivir a una zona en la que no hay agua, ni terreno para los sembradios, y sobre todo, dijo, la intensión es que vivan en pequeñas casas de ladrillo que fueron edificadas sin siquiera tomarlos en cuenta. El profesor Silva consideró como una injusticia mover el albergue, “Hay niños que caminan siete horas para llegar aquí cuando van a visitar a sus familias, el nuevo lugar les representaría caminar otra hora y media”.
‘Contra Beltrones no pueden’
La empresa que desarrolla el complejo turístico se denomina Soluciones Emprendedoras del Norte (SENSA), que es una sociedad financiera de objeto múltiple de reciente creación, especializada en tramitar créditos del Fovissste. Sin embargo, existen testimonios de que en realidad quien está detrás de la inversión es el senador Manlio Fabio Beltrones, coordinador de la fracción priísta en la Cámara Alta. El profesor Silva sostuvo que personal de la Secretaría de Turismo le aconsejó “Que ya no le movieran”, ya que “Contra Beltrones no podrían”.SENSA tiene su matriz en Chihuahua capital, de acuerdo con datos del Registro Público de la Propiedad y de la Conducef, el presidente del consejo de administración es el ex diputado Omar Bazán Flores.Ambos mantienen una estrecha relación en el ámbito político, ya que pertenecen a la misma corriente. Bazán es el dirigente estatal de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares, organismo del PRI, cargo al que llegó mientras Beltrones ocupaba la presidencia nacional. Fueron diputados en la misma Legislatura (LIX), cuando Bazán ocupó una curul como suplente luego de José Reyes Baeza pidiera licencia para contender por la gobernatura.Una fuente al interior del PRI confirmó a El Diario que Bazán es sólo el “prestanombres”, y que SENSA es en realidad un proyecto del llamado “hombre fuerte” en el Senado de la República. Dicha empresa se fundó en febrero 2007 con un capital social de 50 mil pesos, y en abril de 2008 ya tenía 40 millones según consta en una reforma hecha a su acta constitutiva ante el Notario Público Juan Luis Rodríguez Salinas, en Reynosa Tamaulipas. El Diario buscó de manera personal, telefónica y vía correo electrónico a los directivos de la empresa Soluciones Emprendedoras del Norte, sin embargo no fue posible conocer su versión sobre los informes dados a conocer en esta nota.
El Proyecto
Soluciones Emprendedoras del Norte promueve en su página web el llamado Proyecto Barrancas del Cobre, impulsado por gobierno del estado: “Se contempla la construcción de un hotel tipo chalet con 110 habitaciones y la construcción de cabañas y espacios para casas rodantes”.Se detalla que se desarrollará infraestructura para la práctica de deportes extremos como simuladores de paracaídas, columpio gigante, “mountain raider”, tirolesa y boungie. Así como un centro ejecutivo y un campo de golf.Tal proyecto es rechazado por la organización Tierra Nativa A.C., dedicada a la defensa de los derecho indígenas. “La Barranca no necesita teleféricos ni industrialización, eso es una equivocación es una mala interpretación de la razón por la que van los turistas a la sierra. La gente va a disfrutar la naturaleza, el terreno virgen, a conocer la cultura de los tarahumaras”, manifestó Randall Gingrich, miembro de la organización.Añadió que el concepto que se pretende establecer en esa región fue diseñado por compañías que construyen parques de diversiones en los Estados Unidos, quienes desconocen la cultura rarámuri. Al respecto, el secretario de Desarrollo Comercial y Turístico, Héctor Valles, acusó Gingrich y la organización no gubernamentales de orientar a los indígenas para que se opongan al desarrollo, además de buscar provecho personal de la situación.
Dueños centenarios
La Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas y el Instituto Nacional de Antropología e Historia elaboraron por separado peritajes antropológicos que demostraron con diversas pruebas que la etnia se asentó en los terrenos de Mogotavo por lo menos hace un siglo.Los documentos serán presentados ante la Procuraduría Agraria.