La política del gran capital en la educación superior mexicana ha traído entre otros efectos críticos, la baja de la matrícula universitaria, una notable reducción del financiamiento a las instituciones públicas, la aplicación de procesos de evaluación que no han demostrado una efectiva mejora en la calidad de la enseñanza y el progresivo aumento de instituciones privadas, la mayoría de las cuales tienen déficit cualitativo.
Así, mientras que en 1970 la demanda de los institutos privados era de apenas 13.8 por ciento, a principios de la década de 2000 ya significa el 32. 6 puntos porcentules; en tanto que el gasto por alumno apenas igualó en el año 2002 el monto que tenía desde 1994 y que asciende a unos de 29 mil pesos.
Lo anterior se establece en el capítulo sobre México, contenido en el libro Internacional handbook of higher education (Ed. Springer), uno de los textos a escala internacional de alta especialización y prestigio en el ámbito educativo, el cual incluye un balance de la enseñanza superior en diversos países del mundo.
El estudio correspondiente a la situación que atraviesa la enseñanza superior en nuestro país fue elaborada por Hugo Casanova Cardiel, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y quien hace una revisión del desarrollo que ha tenido este nivel de estudios con más de 450 años de historia institucional y de los retos que enfrenta en el siglo 21.
En el análisis, Casanova Cardiel puntualiza los efectos de las llamadas "políticas de modernización" en la enseñanza, propias del esquema neoliberal implementado en nuestro país en las dos décadas pasadas. De hecho, sostiene, "hay evidencias para pensar que el leit motiv de la modernización de la educación superior en México ha sido la problemática del financiamiento.
"En la década de los 80 la conjunción de una serie de factores la crisis económica nacional, el ascenso de los esquemas macroeconómicos del neoliberalismo y una creciente confianza en soluciones de corte tecnocrático llegaron a situar la problemática de la educación superior más en la perspectiva de los asuntos financieros que en la órbita misma de la enseñanza."
En su balance sobre estos impactos, alerta que el incremento del régimen privado funciona, en su mayoría, con instituciones de modestos rendimientos académicos y sólo un reducido grupo ha despuntado en términos de calidad y exigencia académica. En posgrado, entre 1980 y 2000, el sistema privado pasó del 23 por ciento al 40 por ciento en la atención de estudiantes, "mientras que las instituciones públicas descendieron en proporción inversa".
Evaluación fallida y corte gerencial
En cuanto a la evaluación, afirma que a dos décadas de su implementación, los resultados obtenidos no son proporcionales a los esfuerzos invertidos "y se carece de evidencias que demuestren el impacto de la evaluación en la efectiva mejora de la calidad".
En materia de la demanda y la expansión, observa que mientras en la década de los 70 la población estudiantil en ese nivel creció cuatro veces al pasar de 224 mil 390 a 853 mil 384 alumnos, en los 80 años en los que inician las "políticas de modernización" propias del esquema neoliberal se registró un "descenso brusco en la tendencia expansiva" con un aumento de menos de 50 por ciento y una cobertura de poco más de un millón de estudiantes. La cobertura actual, de más de 2 millones de alumnos, con respecto a la década de los 80, representa una "recuperación relativa" del crecimiento.
Por otro lado, expresa que México no ha estado al margen de las reformas de gobierno en las instituciones educativas y pueden observarse tensiones entre las modalidades de corte gerencial frente a las de gestión académica que apelan a las formas colegiadas en la toma de decisiones.
Por último, el investigador del Centro de Estudios sobre la Universidad apunta cinco dimensiones críticas relacionadas con algunos de los principales retos. Uno de ellos es el del crecimiento cuantitativo, pues recuerda que a inicios de este siglo, alrededor del 80 por ciento de los jóvenes mexicanos entre 18 y 24 años están fuera de la educación superior.
También, destaca la necesidad de consolidar la planta académica de las instituciones privadas, mejorar sus programas de licenciatura, fortalecer la calidad de su oferta y generar programas de investigación. Además, se deben incorporar mecanismos que aseguren la calidad, pues hasta el momento las estrategias se han centrado en torno a la evaluación y la acreditación y hay reservas sobre la efectividad de dichas medidas.
El experto destaca que si bien la enseñanza superior han de considerarse los planteamientos de diversos segmentos de la sociedad, de los mercados y del Estado, la racionalidad que guíe su desarrollo no puede ser otra que la académica. Ese podría ser uno de los mayores desafíos de este nivel, puntualiza.
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