Por: Edna Lorena Fuerte
Cd. Juárez, Chihuahua, México
No hay duda de que nadie puede oponerse a los operativos con que ha iniciado, de manera tan espectacular, el sexenio de Felipe Calderón; pues el tema de la seguridad nacional y el narcotráfico no permite contrastes: del lado de la primera se es bueno; del de la segunda, malo.
Es claro que las formas de acción que ha tomado el Gobierno Federal, tanto en materia de los operativos, como del propio discurso presidencial, marcan una serie de matices que tendremos que ir analizando en la medida que los resultados de estos operativos sea cuantificables y podamos disociar la intención de los logros, y la imagen de los hechos.
Sin embargo, hay una consideración que no debemos dejar escapar entorno al significado que tienen estas acciones para nuestra Nación. La apariencia de un Estado fuerte, que se lanza abiertamente contra el crimen organizado, en una suerte de operativos que buscan no sólo coordinar acciones, sino instancias y ámbitos de gobierno que no habían tenido en las últimas épocas tal convergencia; puede quedarse, efectivamente, sólo en apariencia.
Caemos en esta reflexión al observar tres asuntos fundamentales, que pondremos aquí de manera breve sobre la mesa:
1. La espectacularidad de las acciones, es cierto que para que se sepa que algo está sucediendo debe presentarse en los escenarios, sin embargo, ante temas como el narcotráfico parecería un tanto contradictorio anunciar con bombo y platillo que se realizarán operativos en tal o cual lugar y, a la vez, esperar atrapar por sorpresa a los grandes capos de la droga.
2. La inconsistencia, demos como muestra un botón, la tan sonada extradición de algunos narcotraficantes a Estados Unidos ha metido al gobierno mexicano en un problema legal, pues de acuerdo con el Tratado de Extradición con EU, sólo se puede realizar esta acción con personas que haya recibido sentencias condenatorias, lo que no sucedió en la mayoría de estos capos enviados en días pasados. Sumémosle a esto el discurso con que se acompaña esta acción, en donde Medina Mora deja muy en claro que estas acciones eran imprescindibles para nuestro país, prácticamente copado por el crimen organizado, en los últimos gobiernos. Resulta curioso que afirme esto alguien que formó parte de esos gobiernos en áreas estratégicas de la seguridad nacional. Tanto la acción como el discurso resultan de una inconsistencia sorprendente.
3. La fortaleza de un país es una cualidad integral, que pasa por todas las funciones de su gobierno y debe verse reflejada en todas las acciones que éste emprende. Entonces vivimos en estos días una contradicción de fondo: mientras el Gobierno Federal se lanza a esta lucha contra el crimen organizado, de manera frontal y con una firme convicción de demostrar toda la fuerza de coacción que tiene el Estado; ese mismo gobierno no es capaz de sentarse a la mesa en el tema económico y generar un pacto sobre el incremento a la tortilla, surge entonces un “acuerdo” parcial en algunas zonas, con una consistencia tan endeble que a los primeros días ya se habla de su rotundo fracaso. ¿Dónde está entonces esa fortaleza de Estado?
Evidentemente no es nuestra intención descalificar acciones, menos en el tema del crimen organizado que todos los ciudadanos de esta frontera conocemos y sufrimos cotidianamente; pero no debemos perder la visión de conjunto y, sobre todo, considerar que la eficacia de los proyectos está en que su objetivo principal no sea construir una apariencia, sino lograr resultados concretos.
Soy Edna Lorena Fuerte y mi correo es edna_fuerte@yahoo.com para sus respetables comentarios. Gracias.
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