Jaime Martínez Veloz
A mis amigas y amigos: ante la imposibilidad de hacerlo personalmente, me dirijo por este medio a ustedes, compañeros de lucha, conocidos y simpatizantes, para compartirles una serie de reflexiones con relación a Tijuana, ciudad que ha cobijado mis esperanzas y las de miles de compatriotas.
Llegué a esta tierra en 1991. Al igual que miles de mexicanos, conocí y me integré a la solidaridad que como fenómeno social se produce en una urbe que alberga a personas de toda la República. Pronto descubrí que la audacia y el talento son las características comunes de los tijuanenses, sin importar cuál haya sido su lugar de origen. El 80 por ciento de quienes habitamos la ciudad somos personas que llegamos de algún otro estado. Tijuana es la capital de la migración mexicana.
Aquí aprendí y crecí en lo personal y en lo político. Con humildad reconozco que mis principales maestros han sido los pobladores de las comunidades de esta ciudad, de quienes he aprendido el valor del trabajo y la organización.
Todos los días, en Tijuana se descubren nuevos mundos y se renuevan esperanzas. Desde aquí, donde empieza la patria, hemos podido construir la fortaleza para la solidaridad con otros pueblos de México y América Latina.
Tijuana ha podido subsistir, a pesar de sus gobiernos, de uno y otro signo. El PRI y el PAN han sido sinónimo de incompetencia y complicidad con todas las formas delictivas conocidas. Desde las oficinas de gobierno se ha articulado, prohijado, promovido y permitido la actividad delincuencial. De no ser por los gobiernos delincuentes que han pasado por nuestra ciudad, Tijuana sería otra.
Los ciudadanos no han sido responsables del clima de inseguridad que vive nuestra ciudad. La culpa fundamental reside en una forma de hacer política que ha destrozado las formas de convivencia que toda sociedad democrática reclama.
El temor se ha apoderado de las calles de Tijuana: los pequeños y medianos empresarios, los profesionistas y todo aquel que haya logrado tener algún ahorro han sido blanco de los criminales, con la evidente complicidad de autoridades de los tres niveles de gobierno. En Tijuana se teme más a los policías que a los delincuentes. Sólo el Ejército mantiene la confianza popular.
El presidente municipal de Tijuana, Jorge Hank, prometió en su campaña terminar con la inseguridad, pero lo que existe ahora es la ola delictiva más grande de la que se tenga memoria. Prometió hacer de Tijuana una ciudad como San Diego, pero la convirtió en un Chicago de los años 20 al estilo Al Capone, cuando menos en lo que toca a impunidad. Los compatriotas de toda la República que pasan por nuestra ciudad rumbo a Estados Unidos son objeto de la arbitrariedad racista de los policías bajacalifornianos de los tres niveles de gobierno.
Más de 100 mil adictos no encuentran respuesta institucional al mal que los aqueja y les destroza el alma y la vida. Los jóvenes de Tijuana tienen como futuro la droga o la maquila. En la mayoría de las colonias populares no se ha construido una sola preparatoria desde que llegó el PAN al gobierno estatal. A pesar de ello, hay una comunidad fronteriza empeñada en construir un mejor futuro para ellos y sus familias. Junto a ellos, lucho y reafirmo mis convicciones.
Me niego a aceptar la fatalidad de que el destino de Baja California se dirima entre Hank y el PAN. Uno y otro ya alistan el dinero mal habido para la realización de las campañas. Los simpatizantes del PRI y de Acción Nacional presumen que gastarán en la contienda 30 millones de dólares cada uno. Millones de dólares, escasas ideas y sucios negocios; eso es lo que los distingue. El tamaño de su desprestigio es tan grande que piensan que con esas enormes sumas de dinero lo pueden lavar.
Por todo ello, he decidido participar como precandidato a presidente municipal de Tijuana por el PRD en una batalla que será decisiva. La clave del cambio en la correlación de fuerzas radicará en nuestra capacidad organizativa, la calidad de nuestras propuestas y la solidaridad que nos acompañe.
Aspiro a recuperar Tijuana para un proyecto justo, democrático y nacionalista. Tijuana es de todos, es de la nación, no de quienes la tienen secuestrada bajo el temor, la incertidumbre y el caos social.
Nuestro programa ha sido construido por los anhelos y la esperanza de los tijuanenses. Contiene propuestas puntuales que plantean la creación de una convivencia social más armónica y menos dramática de la que padecemos.
Por ello convoco a todos mis amigos y amigas a incorporarse a esta lucha.
Desde donde quiera que se encuentren será bienvenido su apoyo y solidaridad en la forma y los modos que cada quien pueda. Tijuana no es sólo la más importante frontera mexicana, sino también el lugar desde donde empieza la patria de Hidalgo, de Juárez y Bolívar.
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