Hernán González G.
Si algo caracteriza al quehacer político de nuestro tiempo es la falta de correspondencia entre las intenciones y la realidad. Numerosas leyes en defensa de algo y otras tantas leyes e idiosincrasias atropellando lo que se pretendía defender.
Aún se oía la alharaca con motivo de la bien intencionada pero deficiente Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, en febrero pasado, cuando parte de esos legisladores decimonónicamente se oponen a la despenalización del aborto, como si imponer criterios del Vaticano a la libertad responsable de la mujer no fuera otra forma de violencia.
Ahora toca el turno a la eventual legalización de la eutanasia pasiva -retirar medicinas y suspender tratamientos y métodos que prolonguen artificialmente una vida desahuciada- con la iniciativa de ley presentada el pasado 12 de abril en la Cámara de Senadores por el perredista Lázaro Mazón, médico y senador por Guerrero.
Y aunque el coordinador priísta Manlio Fabio Beltrones consideró que se trata de "un planteamiento muy bien elaborado y fundamentado desde el punto de vista biológico y de salud pública", la realidad -¡ah, qué lata con la realidad, habiendo tanto pensamiento mágico!- es que ese proyecto de ley pasa por alto factores importantes.
El senador Mazón sostiene que "la iniciativa se basa en principios humanistas y respeta el derecho a la autodeterminación de los individuos. Por ello, en caso de que un enfermo desahuciado quiera acogerse a esa ley, deberá solicitarlo a un comité nacional de bioética médica, que decidirá si procede la aplicación de la eutanasia pasiva".
Desafortunadamente sólo por excepción un enfermo desahuciado, si todavía puede expresarse, va a cambiar las ideas y creencias que asumió a lo largo de su vida para acogerse a esa ley. A lo anterior hay que añadir los temores y valores de los familiares, que en no pocos casos se niegan rotundamente a respetar la voluntad de "su" paciente. En cualquier caso, la dichosa autodeterminación del individuo seguirá en manos de la burocracia y de no pocos criterios médicos empeñados en sacralizar la vida y satanizar la muerte.
En los países donde la eutanasia es legal, antes se llevó a cabo un cuidadoso proceso que incluye la previa legalización del testamento vital o documento de voluntades anticipadas como reconocimiento y respeto de una nueva cultura de salud a la autonomía y derechos de los ciudadanos.
Este derecho a firmar un testamento vital garantiza que cualquier persona mayor de edad y mentalmente capacitada, no sólo en etapa terminal sino en plena salud, pueda manifestar por escrito su rechazo a ser sometida a un encarnizamiento terapéutico en caso de padecer una enfermedad que le impida expresarse por sí misma.
Más fino tendrán que hilar los legisladores para subsanar tantos huecos y corregir tanto rezago legislativo. Lo que no se vale es dejar de legislar para no romper esquemas e incomodar jerarquías políticas, religiosas y "científicas".
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