Angel Guerra Cabrera
Según un titular de primera plana del diario español El País, en Venezuela ha desaparecido una televisora "libre". Atormentado por la ola antimperialista latinoamericana, parecería que el vocero madrileño del coloniaje postmodern contrató como titulista del día a Robert Menard, cabecilla de Reporteros sin Fronteras (RSF), que no se ha enterado todavía del asesinato en Irak por la democrática metralla yanqui del camarógrafo español José Couso.
¿Qué es una prensa libre para George W. Bush, su sirviente Oscar Arias, El País, la Sociedad Interamericana de Prensa, la CNN, el Grupo de Periódicos de América y RSF? Pues, claro, un jugoso bussines al que nadie en el mundo puede cuestionar el derecho a publicar lo que se le antoje... a sus dueños y a callar la monopólica explotación de los muchos, el saqueo del erario y los recursos naturales por un puñado de corruptos, las elecciones fraudulentas y la depredación ecológica típicos del capitalismo neoliberal, así como las luchas populares que se le enfrentan.
Los medios "libres" no aceptan los deberes de un servicio público, como el que se supone que presten, y al contrario, en nombre de la propiedad privada y de prensa inducen al racismo, el hedonismo y la superficialidad, ofenden la dignidad de la mujer y de los sexualmente diferentes, enaltecen el american way of life, el consumismo y las guerras de agresión imperialistas, denigran los valores culturales nacionales y universales, difaman a los líderes populares y promueven el derrocamiento por la fuerza de los gobernantes defensores de la soberanía, la justicia social y la solidaridad entre los pueblos. Todo cuestionamiento al cruel orden que los sostiene y hacen suyo lo califican de antidemocrático, autoritario, autocrático y populista. No hay más que dedicar unos minutos a la desagradable tarea de visionar o escuchar la programación del duopolio televisivo-radial mexicano o la de cualquiera otro de sus congéneres en América Latina para comprobarlo.
Es natural, pues, que los megaempresarios de la (des)información y la perversión mediática arremetan con una descomunal campaña de mentiras y calumnias contra la decisión constitucional y legítima del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, de no reanudar la concesión de la golpista Radio Caracas Televisión y sustituirla por una televisora social, haciendo así valer la soberanía del Estado sobre el espacio radioeléctrico y la regulación de la comunicación.
Y es que en los años en que ha reinado el neoliberalismo en el mundo ningún gobierno se había atrevido a aplicar la ley a los pulpos mediáticos que se sienten por encima de ella. Acostumbrados a comprar e intimidar funcionarios y legisladores, acusan, juzgan y condenan desde el éter, sin derecho a réplica, a quienes se les oponen, aplicándoles el fusilamiento mediático o la mordaza, equivalente contemporáneo de la hoguera de la Inquisición. Ningún consorcio informa que en Venezuela la inmensa mayoría de los medios -escritos, televisivos y radiales- son privados, no sufren ni sombra de censura y en este mismo instante algunos, como Globovisión, incitan al magnicidio y a la revuelta callejera.
La intensificación actual de la campaña de propaganda contra Chávez es parte de un plan subversivo que busca provocar al gobierno y pueblo venezolanos, preferentemente haciendo que corra la sangre, y crear la percepción de que en Venezuela hay una crisis de gobernabilidad que justifique medidas punitivas por la "comunidad internacional", con la ilusión de azuzar a segmentos de la fuerza armada a un nuevo golpe de Estado.
Las recientes marchas y actos vandálicos de estudiantes de universidades privadas, y de algunas públicas, empujados por la esquizofrenia de las televisoras golpistas que aún quedan y por irresponsables profesores, en complicidad con alcaldes contrarrevolucionarios, forman parte del guión desestabilizador de la CIA. Como dicen los partidarios del presidente: "Chávez los tiene locos". A Bush, a la contrarrevolución local y a sus pares de la región. Están desesperados porque cada nueva conspiración fortalece a la revolución bolivariana.
Washington anhela acabar con el ejemplo de democracia desde abajo que nacionalizó el petróleo, desechó el neoliberalismo y revive a Bolívar cotidianamente. Por eso la pelea de Venezuela es decisiva para América Latina y para todos los pueblos. Merece y necesita ahora la solidaridad activa de las personas honestas de los cuatro puntos cardinales.
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