Por el PROFR. y LIC. MIGUEL TREVIÑO RABAGO
ESTE CUENTO habla de la metamorfosis del gusano pero en sentido inverso. Del ser que volaba y terminó arrastrándose. Habla de una persona que por su inmadurez, terminó enloqueciendo y lo que es peor, envileciendo. Y es que el poder corrompe, pudre. Cuando no se tiene la templanza y el carácter para resistir la adulación, se termina sucumbiendo a los cantos de las sirenas que en la antigua y sabia mitología, engañaban a los hombres. Es tan fácil subir, el problema es la caída, la mareada, el derrumbe, el azotón, la resaca que deja el poder, cuando no se sabe manejar. Pobre del infeliz que se cree infalible, perfecto y elegido. Tarde o temprano los dioses visibles e invisibles, le hacen saber de una manera cruel, que no es más que un vil mortal.
NADIE SABE, en que momento, éste ser enloqueció. Al principio, todos los veían como una promesa de justicia y cambio. Todos le brindaron su confianza, porque sus antecesores merecían un castigo. Se habían burlado del pueblo. Lo habían saqueado, pensando en que sus fechorías serías cubiertas y olvidadas. Así funcionaba el sistema. Tú me apoyas a mí, yo te cubro tus pillerías, el que sigue también las solapa y el de más allá a ver cómo se las arregla. Día llegó, en que los moradores decidieron darles una lección a los 40 ladrones. Sólo que, no se percataron que Alí Babá, se disfrazó con piel vacuna, y se les encaramó nuevamente en el poder de aquella aguantadora ciudad. El disfraz fué perfecto, prometer un cambio, para que no cambiara nada. Y si los 40 ladrones fueron expulsados de aquel palacio, Alí Babá se les coló hasta el sillón desde el que se ejerce el poder.
EL PROBLEMA de Alí Babá, es que tenía mucha hambre. Hambre de poder y hambre de dinero. Y ya sin sus 40 ladrones, mandó traer a las provincias vecinas, mejores ratas y ratones.
Maestros en el arte de la sinverguenzada y la pillería. Y mientras engañaba al pueblo prometiéndoles justicia y bienestar, por los túneles de las alcantarillas, transitaban todos los que habían llegado para auxiliarlo en su labor depredadora. Gritaba "yo meteré a la cárcel a los que han sumido al pueblo en el atraso y la pobreza" y mientras acusaba con índice de fuego a sus imaginarios adversarios, con la otra mano se llenaba los bolsillos de monedas que gentilmente el pueblo pagaba por impuestos. Así, el doble discurso siempre ha funcionado. Decir una cosa y hacer otra. Jugar con la voluntad popular, es la diversión favorita de muchos politicastros.
EL PROBLEMA ES MAREARTE con una victoria electoral. El joven aquél se sentía el invencible. Un grupo de vividores se dedicó, día y noche a su adulación. El mismo día de su triunfo se embriagan de poder y la frase clásica de los políticos es "ya la hicimos, ya chingamos". En ese momento se suben al ladrillo y ya ven a todos como Dios a las hormigas. Y "de ahí pal real" ni quién los aguante". El hombre cree que cuando depositan en sus manos la responsabilidad de una alcaldía, ya es dueño del pueblo. Todo es suyo: engola la voz y dice mi presidencia, mi policía, mi ciudad, mi gente, mi prespuesto, mis obras, y así hasta mis perros. Y claro está, también mis "gatos". Se vuelve loquito o loco de remate porque todos los que lo rodean le dicen al oído que está muy bonito, que es muy inteligente, que tiene mucho futuro, que puede ser gobernador, que nunca se equivoca, que es lo máximo, en una palabra, al puro estilo mexicano, que es "el más chingón". Y a partir de ese momento, hay una nueva vacante en la casa de la risa. Pobre infeliz, si supiera que a su espalda, todos se ríen de su tontejez y sus tontejadas.
EL SER ENLOQUECE. El loco que todos llevamos adentro emerge. El músico, poeta y loco se manifiesta. Habla solo. Dá órdenes. Alucina con el poder y el dinero. Ya no escucha a nadie, ni a sus amigos, ni a sus colaboradores, menos a su familia. Ha entrado en la euforia del ebrio, que ya inudado de alcohol, grita a todos, que él, y sólo él, es el "jefe". Todos, por tanto, le deben obediencia. Nadie lo rebate, nadie le da la contra. Todos le siguen la corriente o como dicen por allí, "le dan el columpio". Quien no está con él, está contra él. Se siente Dios, vocifera y amenaza, se vuelve inmoral, descarado, cínico y abusivo. Exige sumisión y silencio, obediencia ciega y humillación al paso de su majestad. Su mente, ya no razona. Su corazón late, pero sólo cuando cuenta monedas. Entonces brilla su sonrisa que ilumina toda la cueva, allí donde esconde todo lo que se ha robado. Un infeliz rico, pobre de espíritu, que se ha convertido en usurero del poder.No le importa el cariño del pueblo, día y noche cuenta sus propiedades y cuida de que nadie le robe lo malhabido. Ya no duerme, está totalmente alterado.
EL LOCO ya no vive en ésta galaxia. Se siente amo y señor. La cordura lo abandona, la mesura le resulta incómoda. Ofende a quien no celebra sus "gracias" y sus chistes. Se muestra prepotente porque la soberbia lo ahoga. Ya perdió el piso. Grita que nadie aquilata su "gran obra" y que los periodistas, todos, sin distinciones, son unos muertos de hambre, los cuáles, gracias a él, tienen para un kilo de tortillas. Insulta a los que lo rodean. Manotea y golpea con furia el escritorio como si estuviera drogado. Y probablemente lo está: intoxicado con el poder. Destroza los periódicos que no le cantan loas y les recuerda que él, y nadie más que él, es el "jefe" del pueblo. No quiere llamadas, rechaza los diálogos, revienta las sesiones, se escapa de la realidad y rechaza las críticas. El es perfecto. El no se equivoca. El es lo máximo. Todos los que lo rodean callan y agachan la cabeza.
SIN EMBARGO, el tiempo no perdona. Todo lo que inicia tiene un final feliz óunfinal muy triste. "Lo que siembras, cosecharás" dice la sentencia cósmica. Es una ley infalible del universo. Nuestro sabios abuelos solían decir: "Siembra vientos y cosecharás tempestades". Y el hombre de nuestro cuento se ha rebelado como un gran agricultor. Empieza a levantar los frutos de su pedantería y su insensatez. No hay fecha que no se llegue, ni plazo que no se cumpla. El pobre loco avanza dando tumbos. Se le cayó la máscara al Alí Babá de nuestro cuento. Y se le cayó porque no es mas que un rico y pobre payaso. La mentira tiene patas cortas: no llega muy lejos. El loco ya no engaña a nadie. Todos en el pueblo ya lo descubrieron. A la vista están todas sus marrullerías y deshonestidades. El desengaño ha sido mayúsculo. Como en los sepelios, los asistentes suelen murmurar: "tan bueno que era". Pero la plebe, nuestra raza, pronuncia la sentencia lapidaria: "Este guey ya chupó faros". Y es que en política, hay que ser vivo, no querer hacerle al vivo.
LO PEOR DE TODO es que la locura se hereda. Y el loco, aunque usted no lo crea, tiene heredero. Lo trajo de otra provincia y es el único que lo puede salvar de ir al manicomio-cárcel. Sólo ellos se entienden. Será porque los dos hablan el mismo lenguaje y tienen las mismas mañas. La cueva está iluminada. Se oyen voces adentro y es que los locos de nueva cuenta traman engañar al pueblo. Este cuento continuará, sólo basta saber si los pobladores de la ciudad, aguantan a otro loco y por si fuera poco: un desconocido forastero. No cabe duda, el poder enloquece a los hombres, los corrompe, se pudren y finalmente apestan. ¿Cuántos locos, como éste del cuento, conoce usted ?.....
CUALQUIER LOCO que se parezca al del cuento, es puritita coincidencia.
trabago49@hotmail.com elobservadorpolitico@hotmail.com
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