Por María Teresa Jardí
Hoy se conmemora en el mundo un aniversario más (el CXXI) del Día Internacional del Trabajo y dada la situación de los trabajadores mexicanos, condenados incluso a perder su derecho a la jubilación, lo que trae aparejado morir en la miseria, para que el puñado de familias mafiosas que se reparten hoy en Múxico el poder, disfruten, impunemente, mientras existan generaciones de ellas vivas, de la inmensa riqueza saqueada al erario público y robada al pueblo de Múxico.
El descontento es mucho, pero poco el razonamiento.
Los burócratas no quieren perder el empleo. Los líderes obreros charros siguen manipulando a los trabajadores y lejos de crecer las organizaciones sociales independientes se han ido achicando. La desesperanza se va contiendo en la segunda piel del pueblo mexicano.
No hay nada mejor, para imponer una dictadura, que acostumbrar al pueblo a que lo que no tendría que pasar ni en nuestras peores pesadillas se ha convertido en imparable y cotidiano. Y en ese contexto, cada vez estoy más convencida, es que tendríamos que leer las ejecuciones diarias.
El miedo ronda por la calle y entra a las casas. Es mejor esconderse cuando la batalla se sabe perdida. Y, sin embargo, en situaciones así, es cuando la clase trabajadora se levanta.
En Múxico el primer desfile del Primero de Mayo se realizó, según algunas fuentes, en 1913 por los obreros de la organización anarquistas Casa del Obrero Mundial en medio de una gran represión ordenada por el usurpador Victoriano Huerta, nos recuerda Pedro Echeverría.
Y aunque la historia del sindicalismo mexicano está pemeada por la corrupción de sus líderes, de Luis N. Morones, a la Gordillo, pasando por Fidel Velázquez, las condiciones hoy están dadas para que este primero de mayo se manifieste el sindicalismo independiente, que es uno de los presupuestos sine qua non para la democracia. En las democracias, se sabe que son impensables las Gordillo y los Gómez Urrutia y los Hernández Juárez y más impensable aún es que personas tan probadamente corruptas se le regale, por su condición de incondicionales al que manda, una Secretaría de Estado y menos aún la de Educación por el daño inmenso que para la cultura del país representa el hecho.
Sí, puede ser, o más bien tendría que ser, que este primero de mayo nazca una clase obrera que analice de nuevo la lucha de clases que sigue vigente en nuestro país.
Pero.
Habrá que esperar a ver quú pasa.
Una buena nueva, sin duda, es el anuncio que se hará de los más de 300 mil amparos interpuestos ante la Ley por trabajadores de la salud, universitarios, magisterio y burócratas de dependencias federales y estatales ante la anticonstitucionalidad de la nueva ley del ISSSTE, que se conoce tambiún como la Ley Gordillo, y que se aplicará retroactivamente a jubilados, trabajadores y derechohabientes actuales como se señala en su articulado que no tiene desperdicio.
Pero conmemorar solamente "el Día del Trabajo con actos en la sede del Poder Judicial en protesta contra la ilegalidad del Poder Legislativo y Ejecutivo, para demandar la restitución de los fondos de la seguridad social, el castigo a los responsables del desfalco del ISSSTE y el cese de la intervención gubernamental en la vida sindical, aunque se haga en el caso de los trabajadores de la salud y empleados públicos en la sede de la Suprema Corte de Justicia y la sede de los tribunales estatales", no es suficiente.
Los ciudadanos hoy tendríamos que ser millones en todas las calles del país. Incluso porque este primero de mayo, el de 2007, pude ser el de la cancelación definitiva de la esperanza para Múxico. Porque si la cancelación de sus jubilaciones no saca a los burócratas y empleados a la calle acompañados por sus familias va a ser muy difícil que los saque nada menor a la represión en marcha, que tambiún los va a sacar, porque tambiún les va a tocar, pero luego de muchas vidas perdidas, que podrían ahorrarse si nos manifestásemos hoy millones de ciudadanos para decir ya basta a tanta impunidad, corrupción, injusticia y avaricia.
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